Por: Simón Alberto Consalvi / Exministro venezolano
Después de ganar las elecciones, el presidente de
Venezuela debió viajar a La Habana para tratarse una complicación derivada del
cáncer. El país está pendiente de su evolución.
La campaña presidencial en Venezuela estuvo signada por el
dramatismo y la incertidumbre creados por la imagen de un líder que unía a su
capacidad oratoria y a su protagonismo en la escena, su enorme vitalidad y su
desenfado, que discurría horas y horas, cantaba y bailaba, y asombraba a amigos
y adversarios con su histrionismo y su capacidad para mover a las masas,
inesperadamente convertido en un enfermo que no sólo limitaba sus apariciones
sino que confesaba el temor a la muerte.
El candidato a la tercera reelección no ocultó la tragedia que
vivía ni los padecimientos físicos de que era víctima. El jueves santo 5 de
abril de 2012, en plena campaña, el presidente Hugo Chávez visitó Barinas, su
estado natal, y al final de una misa de acción de gracias por su salud, elevó
una plegaria a Dios que conmovió a todos los venezolanos, y tradujo su estado
de angustia existencial. Oigamos:
“Dame tu corona, Cristo. Dámela que yo sangro. Dame tu cruz, (...)
cien cruces, pero dame vida porque todavía me quedan cosas por hacer por este
pueblo y por esta patria. No me lleves todavía, dame tu cruz, dame tus espinas,
dame tu sangre que yo estoy dispuesto a llevarlas pero con vida. Amén, era lo
que quería decir hoy Jueves Santo”, concluyó mirando al Cristo. Con la voz
quebrada, Chávez recordó su adolescencia en Barinas y se refirió abiertamente a
la terrible enfermedad que padecía.
El 7 de octubre el presidente Chávez fue reelegido por seis años
más, al final de los cuales completaría veinte de ejercicio consecutivo del
poder. Obtuvo 54,42%, o sea alrededor de 8 millones de votos, contra 44,97% del
candidato de la Unidad, Henrique Capriles Radonski, equivalente a 6,5 millones
de votos. ¿Cómo y por qué se produjo este final? En primer lugar, Chávez
mantiene su gran influencia, y añadido a esta, el Gobierno puso todo el peso
del Estado, sus recursos, su poderoso aparato comunicacional al servicio de la
campaña, y los ministros se olvidaron de sus ministerios para irse a la calle.
En efecto, Henrique Capriles Radonski no enfrentó a un candidato
sino a una poderosa maquinaria que ha demostrado controlar todos los poderes
del Estado y disponer discrecionalmente de sus cuantiosos recursos.
Después de la campaña, Chávez se vio obligado a regresar a La
Habana para someterse a una cuarta intervención quirúrgica. Momentos antes del
viaje confesó que “de la tribuna de un acto, salía al palacio a sus sesiones de
radioterapia”. Tales fueron las condiciones en que llevó a cabo la campaña.
Difícil, imagino, encontrar a otro ser humano que posponga el cuido de su salud
y de su vida, como en este caso, por la ambición de poder. Este es el caso de
Hugo Chávez Frías. Su lealtad a Cuba y a Fidel Castro lo llevó a rechazar todas
las otras posibilidades que se le ofrecían para tratar su enfermedad. Entre
estas, la de otro de sus grandes amigos, el expresidente de Brasil Lula da
Silva.
Chávez fue intervenido quirúrgicamente en La Habana el 11 de
diciembre y está ahora en un complejo proceso de recuperación. Del hermetismo
de otras ocasiones, ahora se ha pasado a una etapa de partes médicos discretos
ofrecidos por voceros oficiales. Constitucionalmente, el presidente Chávez
Frías debe tomar posesión el 10 de enero. Nadie sabe a estas alturas cómo se
resolverá el problema, pero a pesar de la rigidez de la Constitución en cuanto
a la fecha de juramentación, un gobierno y una revolución que controlan todos
los poderes, no cabe duda de que encontrarán la fórmula de resolver el dilema.
En pocas palabras, 2013 se asoma con signos de zozobra en Venezuela.