NÉSTOR RIVERO
Muy
contradictoria por decir lo menos, resulta la conducta de Estados Unidos en el
territorio sirio, donde la prioridad imperial es el derrocamiento de Bashar Al
Assad.
Queriendo
lograr pronto dicho propósito, sea por la vía militar o con la muerte o exilio
del legítimo Presidente –quien quedó reelecto en los comicios de 2007–, EEUU
patrocina abiertamente en su discurso internacional, a grupos catalogados por
sus actuaciones, como “terroristas” según los estándares del Departamento de
Estado.
No se
entiende que por una parte EEUU coloque al Frente Nusra (Yabhat al Nusra) en su
lista de grupos terroristas, y por otro lado financie, entrene y dé armamento
al Ejército Sirio Libre, que se hace acompañar del Nusra. Se señala a esta
facción fundamentalista de ser un ramal de Al-Qaida, organización a la que el
Gobierno estadounidense imputa el derrumbamiento de las Torres Gemelas, hecho
que sirvió de justificación para las invasiones y largas contiendas de Irak y
Afganistán.
Y dando
mayor énfasis a su diplomacia de forajido, la Casa Blanca acaba de reconocer a
la Coalición Nacional de Fuerzas de la Revolución y la Oposición Siria, como
“representante legítimo del país árabe”.
Las agencias
de prensa nunca destacan este tipo de “detalles” ¿Por qué se cataloga al
Gobierno de Al Assad como un régimen dictatorial y antidemocrático y no a Barak
Obama? Si Al Assad fue elegido en un sistema electoral de segundo grado por el
Parlamento, el titular de la Casa Blanca a su vez queda consagrado por colegios
electorales, modalidad comicial también de segundo grado. No hay discurso que
dé legitimidad a ninguna atrocidad, como la creación por EEUU de un fondo de 25
millones de dólares para apoyar “logísticamente” a los mercenarios que destruyen
la convivencia en Siria o la de tratar en este país, como “combatientes de la
libertad” a quienes hasta ayer se perseguía como la mayor amenaza para la
seguridad nacional gringa. ¿Es que ahora hay terroristas buenos?