Luis Fuenmayor Toro
No sé si todos los y todas las
asambleístas, o sólo los y las chavecistas, se enfadaron porque un organismo
lingüístico español puso a nuestra constitución como un ejemplo del mal hablar.
A algunos fanáticos y algunas fanáticas, lenguaraces y “lenguarazas”, les
pareció un atentado de la monarquía contra su ex colonia. “¿Cómo se atreven?”.
“Acaso no les fue suficiente con el genocidio cometido durante la conquista del
Nuevo Mundo”. “La nuestra es la mejor constitución del universo”. A lo mejor es
verdad… pero sin duda muy mal escrita y muy desobedecida.
Desde su publicación, su español fue
objeto de severas críticas; (...)
claro, se pensó que provenían del imperio angloparlante, por lo que no se las atendió, lo que hizo que las feministas y los “feministos” del lenguaje acabaran por imponerse. Recuerdo aquello de “estudiantes y estudiantas”, propio no sólo de ignorantes absolutos e “ignorantas” absolutas del lenguaje, sino de iletrados e iletradas además tan violentos y violentas, que hicieron callar a los pocos y pocas que hablaban español en la Asamblea Constituyente, que debería ser llamada, para ser consecuentes y “consecuentas” Constituyente o “Constituyenta”.
La palabra presidente se aplica a aquella
persona, hombre o mujer, que preside un ente particular, sea éste una sociedad,
empresa o corporación. Otro tanto es la de gerente, hombre o mujer que dirige o
coordina el funcionamiento de un ser o ente específico. Estas palabras son neutras
desde el punto de vista del género, por lo que se dice el presidente o la
presidente, el o la gerente, el o la constituyente, el o la disidente. Es desatinado
tratar de modificar el lenguaje artificialmente motivado en creencias,
ideologías o posiciones políticas.
Incluso, se ha llegado a la aberración de
utilizar el símbolo de la arroba (@), para tratar de incluir en una misma
palabra ambos géneros, con miras a la economía de tiempo que todo idioma debe
garantizar. Ésta no es un símbolo lingüístico. ¿Me pregunto cómo sonará? De
aceptar la tesis criticada, tendríamos que hablar de “taxisto” (conductor de
taxi), “artisto”, “pianisto”, “izquierdisto”, “instrumentisto”, “machisto”, “delincuenta”,
“cantanta”, estudianta”, “contrincanta”, “integranto” y otras muchas más
distorsiones del idioma, que están muy lejos de hacerlo crecer ni mejorar ni
tampoco resolver las desigualdades sociales entre los sexos.
Las lenguas sin duda evolucionan y ese
cambio muchas veces se origina en quienes hablan mal, que imponen con el tiempo
vocablos y giros idiomáticos considerados erróneos en sus inicios. Esto no se
discute. Pero la evolución del lenguaje que se da en el pueblo llano y de allí
se extiende a toda la nación no depende de imposiciones políticas ni ideológicas
de arriba hacia abajo, mucho menos de la actuación obsesiva de quienes al
tradicional machismo oponen un “hembrismo” que sólo intercambia las desigualdades,
por lo que es equivalentemente injusto y contra producente.