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21 marzo, 2012

LA IMPUNIDAD


Gerardo González Blanco ggonzalezblanco@yahoo.com

Hace más de 10 milenios que el hombre descubrió la conveniencia de vivir en comunidades urbanas lo que lo hizo abandonar para siempre el nomadismo, las tribus, clanes y otras primitivas formas de convivencia. Nacen así las primeras ciudades y la sociedad urbana; una nueva forma de convivencia que dura hasta el presente sin que haya surgido algún otro modelo sustitutivo. El impacto del urbanismo en el desarrollo de la civilización fue inmenso. Pero al mismo tiempo, la sencilla vida del nómade o de la tribu se complicó en extremo. Ya no se podía hacer lo que a uno le viniera en gana porque se chocaba con los pareceres de los otros pobladores de la comunidad incipiente. Era necesario regular esta convivencia, normar el comportamiento de la comunidad y es así como surgen las primeras propuestas o esbozos de leyes primitivas que debían ser acatadas por todo el colectivo. Y allí está el busilis: el ser humano no le gustan las imposiciones. Es reacio a cumplir con obligaciones ciudadanas, por lo que no hubo más remedio que, para beneficio de la sociedad, inventar los castigos y penalidades a los infractores. Es desde este sencillo principio que a través de los siglos hemos llegado al tremendamente complicado sistema legal que actualmente rige a las sociedades modernas pero que en el fondo tiene el mismo esquema desde hace milenios. Es decir, siempre ha sido necesaria la presencia de legisladores que elaboren las leyes, de ciudadanos que las acaten, sistemas policiales que hagan cumplir dichas leyes o que atrapen al infractor, un sistema de juicios legales donde concurren los acusadores, los defensores y los jueces para demostrar la culpabilidad o la inocencia y por último otro organismo encargado de aplicar y supervisar los castigos o penas impuestos a los reos. En conclusión y aunque parezca que estoy simplificando al extremo, la civilización actual es posible porque hay una compleja organización jurídica y legal que le garantiza a la sociedad que “el que la hace la paga”; Estado de Derecho lo llaman los abogados cuando les conviene.

Por supuesto que en la práctica en ninguna sociedad se atrapa y se castiga al total de los delincuentes ni se condena siempre al culpable; pero se hacen todos los esfuerzos para que estos porcentajes sean altísimos en el primer caso y muy bajos en el segundo. Alcanzar este arquetipo es la meta de todas las sociedades modernas que buscan el pleno bienestar de sus integrantes. Lo contrario significa ser una sociedad donde reina la impunidad, donde las probabilidades de que al delincuente lo atrapen y lo castiguen son mínimas. Desafortunadamente ese es el caso de Venezuela, donde se dice que en el caso de los miles de asesinatos menos de 10% de los actores son penalizados. Y no hablemos del castigo a la corrupción en el gobierno o de la chocante asimetría en la aplicación de penas, donde a los comisarios le metieron 30 años a la cañona y a los asesinos de los niños Fadul menos de 15. La impunidad campea en la justicia y la situación ya se hace insoportable. Pero esto no es nuevo ni es una marca patentada del chavismo balurdo que nos gobierna. Nuestro sistema de justicia ha sido siempre una cagada. El morbo hispánico que vino con los conquistadores hizo que el poderoso difícilmente pagara sus tropelías y que el pendejo largase el pellejo por cualquier insignificancia, ha sido la característica de nuestro “estado de derecho”. No solo eso, aquí desde tiempos inmemoriales el porcentaje de condenación por delitos ha sido abismalmente bajo y el número de inocentes encanados sorprendente. Jueces corruptos, abogados corruptores, matraqueadores a todos los niveles del sistema de justicia, cárceles atroces y una burocracia detestable fue la norma durante la cacareada “república civil” que tanto añoran los habladores de paja antichavistas. Como sería la vaina que el agudo Gonzalo Barrios, en pleno auge de la IV soltó aquello de que “en Venezuela se roba porque no hay ninguna razón para no hacerlo”.

Antes de Chávez el sistema siempre fue una mierda pero con miembros mejor vestidos y con mas pinta legal. Yo recuerdo que una de las propuestas del “chavismo ingenuo” de 1998 era lograr una reforma profunda del sistema judicial criollo. Se llegó a la conclusión de que la cosa era tan mala que cualquier simpleza que se hiciera la mejoraría. No se que fue lo que pasó que estas buenas intenciones se fueron al carajo y el gobierno chavista logró lo que parecía imposible: empeorar y envilecer la justicia venezolana a niveles dadaístas, absurdos. ¿Como carajo hizo este gobierno para derrumbar las pocas vainas buenas que se habían consolidado en los últimos 70 años? No lo sé pero si conozco sus efectos. Están a la vista: Leyes redactadas por imbéciles sin otro propósito que adularle a Chávez, irrespeto generalizado de la ley y lo que es peor cabroneado por el propio gobierno, unas policías cuya efectividad es lastimosa y que son tan temidas como el hampa por los ciudadanos, unos jueces y abogados que mas ruines no pueden ser, empezando de muy arriba hacia abajo y pasando por la fiscalía, la procuraduría y la patética defensoría del pueblo; y el broche de oro, la guinda de la torta chavista, las cárceles. Eran recintos infames, terribles e infrahumanos pero ahora son espeluznantes.

Definitivamente, el chavismo en la justicia cuando declinó el adjetivo “malo” llegó a “pésimo” sin pasar por peor. Y “como si fuéramos pocos parió la abuela”: no se les ocurrió una vaina mejor para arreglar el sistema de prisiones que nombrar a la “fosforito” de responsable del plan carcelario.

Que Dios se apiade de los que esperan justicia y protección, y nos coja confesados.