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25 febrero, 2012

ESPECIAL


América del sur es una región privilegiada

Habla Marco Aurelio García, asesor de asuntos exteriores de la presidencia del Brasil
El historiador Marco Aurelio García fue un hombre clave (sobre todo en el tema de las relaciones internacionales) en los dos gobiernos de Lula Da Silva y lo es ahora en el de Dilma Rousseff, se trata de un militante politico de siempre, dirigente y pieza fundamental del partido de los trabajadores de Brasil, y con muchas relaciones en la izquierda latinoamericana. García tiene muchos amigos en Venezuela, país que visita con cierta frecuencia.
Hace poco el reputado periodista argentino Martin Granovsky lo entrevistó para el diario Página 12. Por considerarlo de mucho interés para los lectores de Entre Todos, reproducimos parte de esa entrevista a continuación.
Nota de la redacción de Entre Todos
-Más allá de las invocaciones a los libertadores y a la tradición de los pueblos, que son muy importantes, ¿en qué consistiría hoy la unidad de Sudamérica?
-Hoy día es básicamente un proyecto de integración que dé fuerza a las grandes potencialidades. Estamos hablando de grandes ofertas al mundo en materia de energía, de alimentos, de minería, de un gran Mercado de trabajo, de biodiversidad, de más de un tercio de las reservas de agua del mundo, de gran diversidad climática y geográfica y de valores a primera vista inmateriales: la democracia, con gobiernos elegidos por el pueblo, y la paz. No tenemos situaciones de conflictividad importantes. Los problemas de frontera que puedan existir son pequeños y se resuelven por vía diplomática.
América del Sur puede presentarse al mundo como una región privilegiada. Crece, distribuye ingreso, tiene, grosso modo, equilibro macroeconómico y es democrática. Eso no es poco, ¿no?
-¿Es cierto que el gobierno de Dilma es antagónico con los de Lula?
-Ese es el ardid ideológico de la oposición, que está muy mermada en Brasil. El gobierno de Dilma es un gobierno distinto, y debe serlo, como Lula Dos, que comenzó en 2007, fue distinto de Lula Uno, iniciado en 2003.
En todos los casos hubo condiciones preexistentes. Dilma hoy puede ir más adelante que Lula. Y Lula mismo, Lula Dos, fue más adelante que Lula Uno. El ardid no es muy original. En la Argentina también se usa o se usó.
¿Cristina hizo un gobierno distinto al de Néstor Kirchner? Por supuesto. No existen los mimetismos personales. ¿Y el gobierno actual de Cristina no será, acaso, distinto de su primer gobierno? Naturalmente. Si hubo una inflexión positiva de Dilma en todos los casos se debió al trabajo de preparación preexistente. En economía y en política exterior, por ejemplo.
-¿Qué cambios hubo en política exterior?
-Pequeñas modificaciones, porque el contenido de la política exterior se mantuvo. Los pequeños cambios son consecuencia de las novedades de la situación mundial. Dilma tuvo que prestarle más atención a la situación económica internacional porque sufrió un deterioro que amenaza no sólo a Brasil sino también al orden global.
-Un estereotipo que puede leerse a veces en algunos medios brasileños es que el gobierno de Lula era corrupto y el de Dilma no. O que Brasil es un país corrupto.
-No creo que sea más corrupto que otros. El lector puede hacer la comparación leyendo la prensa inglesa, la francesa o la latinoamericana. Cuando hubo fueron situaciones muy especiales y siempre fueron tratadas en forma enérgica, tanto por Lula como por Dilma. También hay un ardid que consiste en tratar de separar a Dilma de Lula. Tengo una idea sobre eso: es un prejuicio de clase. Para muchos es insoportable que un metalúrgico haya sido el líder del cambio. No votaron a Dilma, pero ahora prefieren ponerle a ella el crédito de lo que anda bien desde el 1º de enero de 2003.
-¿Y por qué?
-Porque es universitaria y no tornera. El ardid es tonto, porque más bien que Dilma no establece diferencias. Y además el ardid olvida que en Energía y después en la Jefatura de la Casa Civil de la Presidencia, Dilma fue una pieza esencial del gobierno de Lula, a tal punto que Lula la propuso como sucesora.
-Todas las sociedades de Sudamérica debaten la regulación de los medios audiovisuales. ¿Cómo está la discusión en Brasil?
-Las medidas en relación con los medios son de gran complejidad. Cada vez que se habla de un proyecto de regulación gran parte de los medios dice que es un intento de imponer censura. Lo reiteraron con Lula y con Dilma. Cualquier opinion sobre los medios, sobre todo de alguien del gobierno, es vista como un intento de controlar la opinión pública. En Brasil hay un gran interés por el tema. El proyecto que lanzará el gobierno analizará compatibilidades en la misma área. Quiero que tengamos la posibilidad de que la sociedad pueda opinar sobre ella. Pero de verdad. Es curioso, ¿no? Cuando aparece el tema aparece en algunos un sentimiento anti-Estado y algunos se creen representantes de la sociedad civil. Pero cuando el año pasado impulsamos la conferencia nacional de comunicaciones, que fue masiva, muchos medios importantes no quisieron participar. Lo que buscan, en realidad, es una reserva de mercado. Nosotros queremos un gran debate y, mientras, seguimos con la extensión de la banda ancha.
-¿En Brasil pronostican la aparición de nuevos medios?
-La ventaja de los medios llamados alternativos es que no sólo no están sometidos a la presión del gran capital sino que se están expandiendo mucho. No sabría decir si en algún momento no serán más importantes que los medios convencionales. Es difícil tratar de descubrir cómo serán los mecanismos de comunicación dentro de, pongamos, diez años. A lo mejor en dos o tres años habrán ocurrido cambios más espectaculares.
-De todos modos, los grandes medios no lograron determinar la política en Sudamérica. Al margen de la información, cuando tomaron posición ideológica lo hicieron contra gobiernos que se legitimaron con los votos.
-Es que terminó habiendo una separación entre la opinión pública y la opinión publicada. Por eso, en mi visión el problema de la prensa como cuestión de interés social no es un problema de qué posición adopta.
-¿Cuál es?
-Sobre todo cuando hay de por medio una concesión pública, como ocurre en el espacio audiovisual, hay que discutir qué función debe cumplir. Separemos. Por un lado existen las presiones de todo tipo y los imperatives éticos en el ejercicio del periodismo. Lo ideal es que los periodistas produzcan información verdadera y opiniones, a favor o en contra de determinadas posiciones. Ese es un terreno distinto del que estamos discutiendo. Pero en el caso de las televisiones, que son concesión pública, más allá de la función de información debe haber una función educativa. Si uno mira la televisión, sobre todo la televisión abierta, es difícil considerar que la mayoría de los programas pueda ser considerado como una contribución a la elevación cultural.
-Uno podría decir que la novela de TV Globo contribuye a la elevación cultural.
-Por supuesto. Y no lo discutiría. Pero no sé si pasa lo mismo con algunos reality shows. Y no estaría mal que a la vez hubiera buenos programas de información histórica. Brasil tiene gran diversidad cultural y expresiones culturales muy importantes. Eso no aparece o aparece de forma muy reducida. Planteamos aumentar el contenido regional de las televisiones y estimular producciones independientes. No es nada raro. Ocurre en Europa. Si tuviéramos una televisión como la europea habría un gran avance. Combinan mucha información (con reglas muy precisas sobre imparcialidad) y también documentales. Pienso en la BBC. O en programas del canal Encuentro de la Argentina. Y para qué vamos a hablar de las radios... Los noticieros en las radios están llenos de comentarios absolutamente ideológicos. Cada uno se presenta como politólogo o analista que quiere ventilar su propio discurso. Las principales redes tienen una preferencia brutal por ese tipo de comentarios.
-Entonces lo que preocupa al gobierno no es la posición ideological de los medios.
-Retomando la pregunta inicial de este tema, los grandes medios no influyeron políticamente en forma decisiva pero no estimularon el debate y la confrontación. No oxigenaron las discusiones. Por eso vivimos una situación paradójica. Hay transformaciones económicas, sociales y políticas muy importantes que no se reflejan en el ámbito de la producción de ideas y artística. Es distinto de lo que ocurrió durante los gobiernos de Getúlio Vargas, de Juscelino Kubitschek, de Joao Goulart, con expresiones culturales que todos conocen, desde la bossa nova al teatro de los '50 y los '60, pasando por la propia creación y el diseño de Brasilia.
-En el Fórum Temático de Porto Alegre Dilma dijo que no podía esperarse del gobierno que albergará la cumbre ambiental Río+20 en junio lo mismo que puede esperarse de un movimiento social.
-Hay dos escenarios en Río+20 que sería bueno que pudieran converger. Uno es el de los Estados, sobre todo de los gobiernos de la región. El otro es el de los movimientos sociales. Será normal que existan algunas diferencias e incluso discrepancias entre posiciones de la sociedad civil y posiciones de los gobiernos. Digo esto dejando en claro que el término "sociedad civil" no describe un campo homogéneo sino un terreno heterogéneo con contradicciones importantes. El gobierno sera sensible a esas demandas, pero siempre teniendo en cuenta las limitaciones que tiene un gobierno, sean legales o políticas.