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24 enero, 2012

LAS NOTICIAS QUE SE PERDIERON EN 2011




El periodista norteamericano Joshua Keating, escribió para la revista Foreign Policy un largo trabajo sobre 10 grandes acontecimientos que en su opinión pasaron inadvertidos el año que acaba de terminar y que pueden dominar los titulares de los medios de comunicación en el año que recién comienzan. Por considerarlo de mucho interés para nuestros lectores reproducimos parte de tan interesante artículo.
Redacción Entre Todos
Joshua Keating
La concentración militar de India
El nuevo portaaviones de China –en realidad, un modelo soviético de la era de Gorbachov, modernizado y comprado por 20 millones de dólares (unos 15 millones de euros) a los rusos- ocupó los titulares internacionales cuando comenzó sus pruebas en el mar este año y se consideró una señal de que Pekín tenía cada vez más ambiciones militares en Asia Oriental. Pero el gigante asiático no es la única potencia de la región que está haciendo grandes inversiones en nuevo material militar.
India no le va a la zaga a su vecino del norte y, en algunos terrenos, incluso le está superando, un hecho que se tiene menos en cuenta pero que indica la creciente militarización de la zona desde que una nueva generación de países emergentes, con ambiciones mundiales, ha empezado a disputarse la supremacía regional.
India es ya el mayor importador de armas del mundo, según un informe de 2011 de la organización de control de armamento SIPRI, y representó el 9% de las transacciones internacionales de armas -sobre todo desde Rusia- entre 2006 y 2010. Se calcula que de aquí a 2015 gastará 80.000 millones de dólares en programas de modernización militar, según estimaciones del Center for Strategic and International Studies de Washington.
En concreto, India está centrada en el poder naval, un nuevo ámbito de rivalidad fundamental. El país prevé gastar casi 45.000 millones de dólares durante los próximos 20 años en 103 nuevos buques de guerra, incluidos destructores y submarinos nucleares. La inversión que prevé China durante el mismo periodo es de unos 25.000 millones de dólares para 135 buques, según datos obtenidos de la empresa de análisis marítimos AMI International.
Además de las tensiones históricas con Pakistán y la insurgencia enconada de los separatistas cachemiros y los rebeldes maoístas, los estrategas militares de India están cada vez más preocupados por la perspectiva de hostilidades con China, y por eso están incrementando su poder naval. Por ahora, Estados Unidos parece mucho más tranquilo con las ambiciones militares de Nueva Delhi que con las de Pekín. La edición de 2010 de la Quadrennial Defense Review del Pentágono mostraba su acuerdo con que India asuma un papel más influyente en los asuntos mundiales, entre otros lugares en la región del Océano Índico. Pero existen varios indicios preocupantes de que tal vez no haya sitio en la zona para dos superpotencias en ascenso.
En agosto, un buque de guerra chino no identificado se enfrentó con una nave anfibia de asalto india junto a la costa de Vietnam y le exigió que explicase su presencia en aguas chinas (el encuentro se produjo en una parte del Mar del Sur de China en disputa, que los vietnamitas reivindican). Por suerte, la situación desembocó solo en unas nimias declaraciones públicas de las autoridades de los tres países, pero fue una señal más de que el paisaje marino de Asia está cada vez más militarizado.
La guerra de las drogas de México se traslada al sur
Aunque la violencia relacionada con el narcotráfico junto a la frontera norte de México se ha convertido en un tema politico importante en EE UU, se ha prestado menos atención a las desastrosas consecuencias que está teniendo el conflicto en los países más al sur. Las mafias de la droga como los cárteles de Sinaloa y de los Zetas en busca de nuevos territorios para escapar de las enérgicas medidas del Gobierno mexicano, están instalándose cada vez más en los frágiles Estados de Centroamérica.
Después de añadir Belice y El Salvador este año, la lista de los Estados con gran presencia del narcotráfico que elabora la Casa Blanca incluye ya los siete países de Centroamérica. El 60% de la cocaína que llega a Estados Unidos a través de México viaja antes por la región central del continente, según un informe del Servicio de Investigación del Congreso. En cuatro de los siete países, las cifras de homicidios han crecido de forma significativa en los últimos cinco años; en Honduras han aumentado a más del doble.
En mayo, Guatemala sufrió su peor matanza desde el final de la guerra civil en 1996, con 27 personas decapitadas por bandas de narcotraficantes en el norte del país. Ya hay regiones enteras bajo el control de los Zetas, el segundo mayor cártel de la droga en México, que tiene acceso a ametralladoras y cohetes lanzagranadas e incluso ha construido sus propios aeródromos en la jungla. En los primeros meses del año, el Gobierno guatemalteco puso en marcha una gran ofensiva militar contra los cárteles mexicanos, pero no consiguió expulsarlos.
Existen informaciones muy extendidas de que varios políticos reciben sobornos de las bandas o tienen otros vínculos con la actividad de los cárteles. Hasta ahora, la cocaína se procesaba casi exclusivamente en los lugares donde se cultiva la coca, en la región andina de Sudamérica. Sin embargo, en marzo, se descubrió el primer laboratorio de procesado de coca en Centroamérica: en Honduras.
En El Salvador, donde también se ha disparado la criminalidad, se cree que Sinaloa y los Zetas han establecido alianzas con bandas locales como la famosa Mara Salvatrucha. Esta guerra del narcotráfico ha dejado de ser mexicana.
El Cénit del camello
Poco antes de su muerte en 1960, el explorador y arabista inglés St. John Philby predijo que el camello desaparecería de Arabia en un plazo de 30 años. En aquella época se rieron de él, pero hoy, la ultramoderna Arabia Saudí depende cada vez más de la importación de éstos, una situación nueva, poco conocida, que ha supuesto una demanda excesiva para los rebaños de camellos de todo el mundo.
La reserva de camellos destinados a carne en el reino saudí ha pasado de 426.000 en 1997 a solo 260.000 en la actualidad, un descenso del 39%, según la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Todos los años se sacrifican miles de estos animales durante la peregrinación del hajj; de ahí la necesidad de importaciones. ¿Pero dónde obtenerlos? En otro tiempo, estos animales eran de lo más común en Pakistán, pero ahora la población de camellos del país ha bajado a alrededor de 700.000, en gran parte debido a la demanda de la industria de las carreras de camellos en Arabia Saudí y los países del Golfo. En total, la población de camellos en Asia disminuyó casi un 20% entre 1994 y 2004.
La más beneficiada ha sido Australia, que contiene la mayor población de camellos salvajes que queda en el mundo, descendientes de los animales que llevaron los colonos británicos desde India en el siglo XIX, y ha aprovechado la demanda para enviarlos a Arabia Saudí, donde los sacrifican para consumo alimentario.
En Somalia, asolada por la hambruna, ha habido al parecer una mortandad masiva de camellos, que son un medio de transporte, una forma de ganarse la vida y alimento para muchas familias. Algunos miembros de tribus dicen que han perdido más de la mitad de sus rebaños. En otras hambrunas anteriores en África, se consideraba que los camellos eran una señal de alarma precoz que anunciaba muertes humanas. “Los camellos son los últimos animales en morir y, una vez que empiezan a morirse, es solo cuestión de tiempo hasta que comienzan a fallecer las personas”, explicó un anciano somalí al servicio de noticias IRIN de la ONU en 2009. Por desgracia, su observación ha resultado profética.
La ofensiva de Estados Unidos contra la inmigración
Mientras los candidatos republicanos a la presidencia se pelean para ver quién sería el que mejor aseguraría la frontera Estados Unidos-México y critican a los estados por ofrecer servicios a los inmigrantes ilegales, la Casa Blanca está llevando a cabo con discreción la campaña más dura de la historia contra los inmigrantes indocumentados.
A pesar de la promesa del presidente Barack Obama de aprobar una reforma, integral de la inmigración –un propósito repetidamente frustrado en el Congreso-las deportaciones han alcanzado cifras récord.
En el año fiscal 2010 se deportó nada menos que a 392.000 inmigrantes sin papeles, y este último año se ha llegado casi a 400.000. Hasta octubre, se había expulsado casi a 1,2 millón de personas desde que Obama llegó a la presidencia, un número impresionante en comparación con los 1,5 millones deportados durante los ocho años de George W. Bush. Además, la Administración ha tomado medidas contra los que dan empleo a inmigrantes ilegales. En el primer año de Gobierno de Obama se investigó al doble de empresas que en el último año de mandato de Bush.
En agosto, bajo las presiones de los grupos hispanos, el Gobierno anunció los nuevos criterios que regirán la revisión de las deportaciones pendientes, en virtud de los cuales se aplazarán las actuaciones contra quienes no representen una amenaza contra la seguridad pública ni hayan infringido de forma flagrante las leyes. (Estos casos constituyen aproximadamente el 50% de las expulsiones recientes, según la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano.) Las directrices, sin embargo, siguen permitiendo una considerable “discreción fiscal “ a los funcionarios de inmigración a la hora de decidir qué inmigrantes son peligrosos.
Es posible que la estrategia de la Administración sea reforzar el flanco derecho de Obama antes de emprender una transformación radical de las leyes de inmigración. En palabras de Napolitano, “Una aplicación de las leyes inteligente y decidida por parte del Departamento puede mantener a los estadounidenses seguros, fomentar la inmigración legal, proteger el comercio legítimo y sentar las bases para una reforma más amplia”. Pero, dado que no parece probable que se vaya a avanzar a corto plazo en el proyecto de ley de inmigración que se encuentra en el Congreso, por ahora hay más palo que zanahoria.
La otra guerra de Pakistán
Baluchistán es la mayor provincia de Pakistán y abarca casi la mitad de la superficie del país, pero la violencia separatista que arrasa la región -a veces denominada la guerra secreta de Pakistán- no capta más que una mínima parte de la atención que atraen las otras crisis del país. Los grupos separatistas, el mayor de los cuales es el Ejército de Liberación de Baluchistán, llevan a cabo una rebelión desde 2007 en esta zona rica en recursos, fronteriza con Irán y Afganistán. Es el quinto levantamiento baluchi desde la independencia pakistaní en 1947, e incluso para lo normal en el país, la provincia parece estar cada vez más fuera de control. Baluchistán sufrió el mayor número de ataques terroristas de todo Pakistán en 2010, con múltiples bombas en gaseoductos importantes y los asesinatos de colonos procedentes de Punjab que se habían instalado en la región, políticos destacados y empleados de empresas petrolíferas.
La respuesta del Estado paquistaní también ha sido brutal. Un informe de la organización Human Rights Watch ha confirmado el asesinato de 150 personas entre enero y junio -sobre todo, jóvenes activos en la política separatista de Baluchistán-, cuyos cuerpos aparecieron abandonados una vez muertos, probablemente a manos de las fuerzas de seguridad paquistaníes. El director de Human Rights Watch para Asia, Brad Adams, dijo que la operación había sido una “batalla campal Abusiva” que pone en tela de juicio la “voluntad o la capacidad del Gobierno paquistaní de controlar al Ejército y los servicios de inteligencia”.
La inestabilidad de Baluchistán tiene consecuencias internacionales. Los talibán, que tienen su cuartel general en la capital de la provincia, Quetta, aprovechan los 1.200 kilómetros de frontera de Baluchistán para entrar y salir de Afganistán. Asimismo, la región, muy poco poblada, ofrece refugio a narcotraficantes y grupos rebeldes iraníes. Se cree que la CIA ha lanzado ataques con aviones no tripulados desde bases situadas allí. Y también está India, por supuesto, a la que Islamabad ha acusado en repetidas ocasiones de financiar a los rebeldes, hecho que India niega con vehemencia. El cerebro de los atentados del 11-S, Khalid Sheikh Mohammed, es de etnia baluchi, igual que su sobrino Ramzi Yousef, que planeó el atentado contra el World Trade Center en 1993.
Por ahora, el Gobierno paquistaní se beneficia de la escasa atención que prestan los medios a la región y sus problemas. Pero no va a poder ocultar esos problemas eternamente.
La piratería se globaliza
Los piratas de Somalia van camino de culminar otro año récord en 2011, con 199 ataques llevados a cabo hasta octubre, frente a los 126 realizados en el mismo periodo de 2010. Y, por desgracia, la piratería moderna, que parecía contenida en otros lugares en los últimos años, no es un fenómeno limitado a los corsarios somalíes en el Golfo de Adén. La piratería globalizada ha vuelto por la puerta grande.
La nueva zona más atractiva para los piratas es África Occidental, en cuyo Golfo de Guinea, con toda su riqueza en petróleo, han aumentado los ataques este año. En 2011 se denunciaron 19 ataques frente a la costa de Benín, donde no se había producido ninguno en 2010. También hubo 6 frente a la costa de Nigeria y tres frente a la de Ghana. Es de suponer que se producen muchos más que no se denuncian. En octubre, los presidentes de Nigeria y Benín celebraron la primera cumbre de jefes de Estado de la región dedicada a la piratería.
Los piratas de África Occidental son un poco más tradicionales que sus homólogos somalíes: suelen ir detrás del cargamento de un buque, más que llevar a cabo un secuestro para pedir rescate. A los marineros los atan, los golpean con las culatas de los fusiles y los azotan con cables eléctricos. En algunos casos, han disparado contra toda la tripulación. Si en el caso de Somalia se considera que la piratería está relacionada con la inestabilidad del país, no ocurre lo mismo en Ghana, una de las democracias más estables y pacíficas de África, con un crecimiento previsto del 13,5% en 2011. Parece que el auge del petróleo en la región atrae a los piratas modernos.
Y no pasa solo en África. La Cámara Internacional de Comercio de Indonesia ha informado de que este año ha habido más ataques piratas que nunca desde 2007. Incluso en Perú, donde la piratería es prácticamente inexistente, un pesquero de arrastre japonés sufrió el ataque de una banda de criminales que se llaman a sí mismos los piratas del mar. En total, en los nueve primeros meses del año hubo 352 ataques, una cifra récord. En los dos últimos años, Estados Unidos, Europa e incluso China han lanzado iniciativas militares para combatir la piratería. Pero, como se ve, las posibles riquezas que ofrece el crimen en alta mar hacen que sea muy difícil detener el ascenso de los bucaneros de la nueva era.
La nueva zona desmilitarizada de Asia
El pasado mes de febrero, mientras el mundo miraba fascinado los acontecimientos de Oriente Medio, un conflicto territorial que se remonta a hace un siglo en el sudeste asiático desembocó en un breve intercambio de disparos, cuando Camboya y Tailandia se enfrentaron por un lugar religioso que es objeto de disputa desde hace mucho, en un choque que podría anunciar la creciente inestabilidad en una región cada vez más volátil.
Los dos vecinos llevan mucho tiempo disputándose la propiedad del Templo Preah Vihear, un lugar que data del siglo XI y que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. La pelea se remonta al trazado de la frontera entre Siam y Camboya (entonces francesa), a principios del siglo XX. En 1962, el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU concedió la propiedad del templo -que en origen era hindú y ahora es budista- a Camboya, pero Tailandia nunca ha aceptado del todo la decisión. En años recientes, Abhisit Vejjajiva, que fue primer ministro tailandés desde 2008 hasta el pasado mes de agosto, ntensificó su retórica agresiva por las presiones del movimiento nacionalista de los “Camisas Amarillas” y envió tropas a la región.
Entre el 4 y el 16 de febrero, los dos bandos intercambiaron disparos de artillería en la zona en disputa -cada país asegura que empezó el otro-, con un resultado final de 28 muertos y miles de civiles desplazados. ¿Esta es una verdadera guerra. No es una escaramuza?, proclamó el primer ministro camboyano, Hun Sen. Por suerte, si fue una guerra, fue muy breve y limitada. En julio, Naciones Unidas impuso una zona desmilitarizada alrededor del templo y ordenó a ambos países que retirasen sus fuerzas. La tregua está bajo la supervisión de observadores indonesios, pero la disputa ha llevado a algunos a afirmar que el organismo regional del sudeste asiático -ASEAN- necesita sus propias fuerzas de paz. Las tensiones se han reducido en cierta medida desde que Abhisit perdió las elecciones y dejó paso en el puesto a Yingluck Shinawatra, que cuenta con el apoyo de los Camisas Rojas.
Aunque parece que la crisis se ha calmado por ahora, este no es sino un episodio más en un periodo de intensa agitación política en Tailandia, un aliado fundamental de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo y contra las drogas. El país ha vivido manifestaciones masivas y a menudo violentas de los Camisas Rojas, en su mayoría de extracción rural, los Camisas Amarillas, monárquicos, y se enfrenta en el sur a una rebelión de militantes islamistas a los que la organización Amnistía Internacional acusó este mismo año de cometer crímenes de guerra contra la población civil. El posible regreso del hermano de Yingluck, Thaksin, antiguo primer ministro en el exilio y magnate de los negocios, contra el que todavía hay una orden de detención en su país por acusaciones de corrupción, podría convertirse en otra posible chispa.