Por Franco Mazza
A toda marcha. La recuperación del casco central de Caracas está a toda máquina. Durante todo el día se pueden observar cuadrillas trabajando en la pavimentación de las calles, rescate de edificios que lucían abandonados, ornatos de las plazas aledañas, en fin, todo un despliegue con el objetivo de que la capital, sobre todo su centro histórico, luzca una cara diferente durante la celebración del bicentenario de nuestra independencia, que tendrá lugar el venidero 5 de julio. Lo cierto de este asunto, es que no deja de ser un tema netamente cosmético, pues los problemas de fondo continúan siendo los mismo: al caer la noche se desborda la inseguridad, hay mendigos por doquier, los buhoneros que siguen con el corre-corre con la policía que los persigue y, para rematar, en las Torres del Silencio, contiguas a Plaza Caracas, lugar de donde provino el nombre de esta humilde columna, hay damnificados que esperan por la adjudicación de una casa o apartamento, cosa que ha hecho que lo que ya era un infierno, se convierta en el caos total. El 5 de julio habrá invitados internacionales y la verdad es que Caracas, así como está, es una ciudad impresentable y alejada de lo que la gente puede imaginar que es la capital de un Estado petrolero. Esta no es la primera vez que se recupera el casco central. Ha habido varios intentos, pero no existen políticas públicas que permitan que lo hecho perdure en el tiempo.
Electricidad. Mientras el interior del país sufre a diario los embates del racionamiento eléctrico, en Caracas sus habitantes viven con luz de día y de noche. La gente del resto del país se queja porque se sancocha con el calorón, se les queman los electrodomésticos, pierden dinero con el cierre de sus negocios y pare usted de contar... no es sólo porque les quitan la luz, sino porque se sienten ciudadanos de tercera categoría. En el interior las personas ven a los capitalinos como los consentidos del gobierno. A mis lectores les aclaro lo siguiente: no se trata que nuestras máximas autoridades quieran más a los de Caracas sino que cuando se intentó cumplir con los recortes en Caracas la molestia no se hizo esperar y el gobierno teme mucho que los ciudadanos venezolanos sigan la letra de nuestro Himno Nacional y sigan el ejemplo que Caracas dio, pero ya se tiene pensado ver cómo hacer que los caraqueños se queden calladitos y acepten los cortes “programados”, porque según el ministro de electricidad, Alí Rodríguez, “aquí la gente tiene una cultura de derroche y lo que no cuesta, pues hagamos fiesta”. Algo se está cocinando por ahí y es un caldo preparado a varias manos...