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02 junio, 2011

Facundo Cabral esta de vuelta: “NO HAY QUE PERDER EL TIEMPO CON LOS QUE NO SE ANIMAN A VIVIR”



Facundo Cabral nació en la ciudad de La Plata, Capital de la Provincia de Buenos Aires, el 22 de mayo de 1932, a los nueve años aún no podía hablar, hasta los 14 fue analfabeta, estuvo recluido en un reformatorio, enviudo trágicamente a los 40 años y a los 46 conoció a su padre. Como señaló el periodista Facundo Gari que recientemente lo entrevistó en Buenos Aires es un “artista curado, letrado tardío, profeta pagano, leyenda viva”. Cabral tenía por más de dos años retirado de los escenarios, ahora esta de regreso con una serie de recitales en Buenos Aires, la magnifica Capital Argentina; por cierto, en uno de ellos acompañado por el cuatrista venezolano Hernán Gamboa. El autor de “este es un nuevo día” y “no soy de aquí ni soy de allá” que ha visitado muchas veces nuestro país, donde tiene muchos seguidores; le concedió una entrevista a un importante diario argentino a continuación parte de lo que allí dijo.

En 1996, la UNESCO lo nombró “Mensajero Mundial de la Paz”. ¿Es un título que sí admite?

Con orgullo. ¿Sabes lo que es hablarle a un budista zen en Kioto sobre nuestro cristianismo? ¿Lo que es explicarle a un descendiente maya quien es Erich Fromm y que se fascine? He juntado culturas y no es a propósito. Por eso fui dos veces ternado para el Premio Nobel de la Paz y declarado por la UNESCO. Junte gente rarísima, diversa. Po eso en mis espectáculos hay botas texanas. Podés pasar datos de tu experiencia pero no ponerte de maestro. En el fondo, lo mío fue siempre muy coloquial.

“Facundo”, de hecho significa elocuente”


Bueno, ves, no es casual. Estoy seguro de que mi madre, Sara, ní sabía. “El decir de Quevedo y la Gracia de Góngora” lo sedujeron en tiempos en que Sara (la evoca como un “Edipo admitido”), y sus hijos “envidiaban a los pobres” en tándil. Catorce años antes había nacido en La Plata, donde junto a sus seis hermanos fue abandonado por un padre prófugo, que conoció recién a los 46 años. Más tarde aprendería a tocar la guitarra con los “paisanos” por “hobbie” y vagar como “peón golondrina”.

¿Qué lo enamoró de la palabra?
La palabra es el principio de todo. Cuando una mujer te dice “te amo”, comenzás a ser un hombre. La biblia comienza: “y Dios dijo: hágase la luz”. Yo dije una vez frente al espejo: “Soy feliz”. Y lo fui. Y fue un estado que me acompañó toda la vida. La palabra puede levantar y derrocar imperios. Al principio de las revoluciones se escuchan las voces de sus ideólogos y poetas. Vivo la palabra, me gusta ejecutarla, gozarla. Me gustan como me cuentan una historia Galeano o Antonio Gala. Cantó al bien decir y amo las malas palabras de los rockeros más violentos porque tienen muchas connotaciones de la calle, los bares, los burdeles.

¿Qué rockeros escuchas?

Ahora, a ninguno. A veces a Dylan y algunas cosas de los Rolling. Los Beatles no eran violentos pero eran extraordinarios artistas. Jimmi Hendrix…

¿Recuerda su primer recital?
Si, claro. Fue en el Hotel El Hermitage, en una fiesta de comienzo de 1960. Se equivocaron entré a pedir a trabajo de lo que fuera, me vieron con una guitarra, informaron que había llegado el músico y yo no deje nada. Me subieron al escenario. Era un público muy elegante, las mujeres de largo, los hombres con ropa de gala, unas novecientas (900) personas. Salí delante de un monstruo Ary Borroso, el autor de “Acuarela Do Brasil” y 30 músicos. Yo iba de soporte, no dije nada, subí con la guitarra y el bolso, los dejé en el piso y dije la verdad: “no sé que hago aquí pero tal vez tampoco sepan que carajo están haciendo en este momento”. Estuve una hora contando historias y tenía que estar 15 minutos. Me bajé y un señor me abrazó. Fue una consagración: Sandrini. Levantó la mano y fui artista. Despúes esperaba todas las noches las 12 en punto para subir al escenario, porque era mi casa, y podía hablar y me escuchaban nunca menos de 500 personas y me pagaban y vivía en ese Hotel por hablar. Llamé a mi madre. “¿Conseguiste trabajo?” “Sí”. “¿dónde estás?” “en Mar de Plata”. “¿y qué haces?” “soy artista”. “ya te dije: nunca me llames cuando estés borracho”. Y cortó. Estuve meses para convencerla.

No vino “a explicar al mundo”, ¿pero pudo resolver qué hace aquí?
Me lo sigo preguntando. Sospecho que vine a agitar. Soy un agitador espiritual. No vine a destruir si no agitar para construir. Totalmente fuera de la política. Y creo fuertemente en lo que dijo Jesús: La humanidad es una sola familia. Y eso es lo que vivo trato de contagiar ese estado de felicidad.

¿Cómo?

Creo en el individuo, en que puede ser autosuficiente. Que yo me quiera ocupar de tu vida es una locura para mí y una debilidad para vos porque te voy amariconar. Vos sos responsable de todo: de tu coito y de tu jubilación. Por eso los sistemas funcionan 10 minutos, hasta que crean desilusiones. Viene otro y crea ilusiones nuevas hasta que las nuevas desilusiones aparecen…

¿Y entonces, la felicidad?
Hay una formula, es escuchar al corazón antes de que intervenga la cabeza, porque ella va de conflicto en conflicto: peronismo o franja morada, musulmanes o cristianos, clase media o clase trabajadora, punto de este o villa gesell, prostitutas o la madre Teresa. La cabeza siempre pregunta por qué nunca aprende. El intelecto es un juego maravilloso pero no es para vivir. El corazón sabe ejecutar una cosa sola: amar. Yo escucho a diez ideólogos y puedo cambiar diez veces de opinión. Lo que la vida espera es que sea un hombre pleno. Si todos fuéramos plenos, nadie jodiera a nadie. Un lobo es una maravilla, muchos son una jauría. Es lo que vemos en televisión, las vedettes que recién empiezan y se matan unas a otras. ¿eso es la vida? Hay cinco continentes, montañas, lagos y gente maravillosa. No hay que perder el tiempo con los que no se animan a vivir. (MVS/FM)