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15 julio, 2010

AUSENCIA DE OFERTA ELECTORAL

Por MARIA EUGENIA ROJAS
DESDE LA CLANDESTINIDAD
PORQUE PARA HABLAR DEL GOBIERNO O DE LA OPOSICIÓN HAY QUE SER CLANDESTINO




A propósito de las elecciones parlamentarias a escenificarse en el mes de septiembre del presente año, resulta obligante, a la hora de considerar las distintas opciones electorales, tener conciencia de las funciones que cumple este órgano del Poder Público; a efectos de evaluar la idoneidad de los candidatos, así como la pertinencia de sus propuestas electorales.

En tal sentido, el Poder Legislativo y su órgano ejecutor “El Parlamento”, que en Venezuela ha sido denominado por nuestra Carta Magna como Asamblea Nacional, ejerce una de las facultades y funciones del Estado venezolano, las cuales tradicionalmente han sido agrupadas en tres categorías (función administrativa, función legislativa y función judicial). Los órganos (denominados poderes por materializar el ejercicio del poder del Estado), llamados a ejercer las funciones del Estado, deben hacerlo en forma armónica (equilibrada), en el entendido que forman parte de un todo y, en consecuencia, como el cuerpo humano, el ejercicio abusivo de un órgano o la invasión de las funciones de otro órgano, generan a la larga un mal funcionamiento del cuerpo (Estado).

La Asamblea Nacional se encarga entonces de la función legislativa, entendida como manifestación de la voluntad política del pueblo, cuyas distintas expresiones se encuentran representadas por los diputados; y trayendo como consecuencia que las leyes sean el producto de debates en el órgano legislativo, integrado por los representantes directos del pueblo, quienes en sus decisiones garantizan el reflejo del querer de las mayorías (aún de la calidad del debate que ellas desean). Asimismo, la Asamblea Nacional tiene como competencia, el control político y vigilancia del órgano llamado a ejercer la función administrativa del Estado, que en Venezuela no sólo está representado por el Poder Ejecutivo, sino también por el Poder Ciudadano y el Poder Electoral.

Sin embargo, es menester observar, igualmente, como a nivel mundial, tanto el monopolio legislativo como la vigilancia política de los órganos ejecutivos del Estado, se han resquebrajado a lo largo de los procesos históricos concretos de los distintos Estados; reduciéndose el control específico de la acción de gobierno, de una vigilancia política, a una vigilancia legislativa, perdiendo el monopolio legislativo así como la titularidad del principio de representatividad, que la teoría clásica otorgaba al poder legislativo, y generando una paulatina reducción de importancia institucional del Parlamento en favor de los poderes ejecutivo y judicial.

Frente a todo este escenario teórico, el proceso electoral en curso se ha visto totalmente desfasado, en cuanto a su oferta electoral, de las funciones a las cuales están llamados los candidatos a diputados a la Asamblea Nacional. El debate gira irremediablemente en torno a la figura del Presidente, hecho que el mismo propicia, y ninguno de los actores políticos, bien sea por conveniencia o por incapacidad, logra deslindarlo.

Las ofertas electorales van dirigidas o a mantener y garantizar la acción del gobierno, o a impedirla, o ninguna de las otras dos ¿?; pero ninguno de los actores políticos plantea, desde la perspectiva de las funciones del Poder Legislativo; cuales deben ser los lineamientos alrededor de los cuales se enmarque la labor del Ejecutivo, cuáles son los mecanismos a implementar para hacer eficiente y efectiva la actividad del órgano legislativo y, en general, cuál es la visión de país que vamos a proyectar según la visión de cada uno de las opciones electorales.

El discurso de los candidatos va dirigido a una suerte de “señalamiento” de las virtudes y defectos del gobierno, sin plantear, desde el ángulo de las competencias de la Asamblea Nacional, planteamientos concretos que corrijan los errores, presentación de políticas que encausen las ejecutorias del Presidente y la visión de país que se tiene.

En este escenario, pareciera que la tendencia continuará siendo al desestímulo de los avances que en materia de asunción de la materia política ha presentado el pueblo venezolano en la última década, y el incentivo de la manipulación mediática, dirigida a promover los aspectos pasionales y emocionales de los electores, en desmedro de la actitud consciente y responsable que deberían cultivar nuestros “lideres” en el pueblo venezolano.