Armando Amengual
Estas líneas las he pensado como un dialogo abierto con nuestros lectores, en medio de un clima político enrarecido, con señales claras de intolerancia, excesivas manipulaciones, ante una evidente intención de polarización radicalizada y en un ambiente que le hace la cama al surgimiento de conductas de violencia política y que pretende mostrar incapacidad o casi imposibilidad, para reconocer que existen otros que, con legitimo derecho, piensan y conciben la superación del subdesarrollo a partir de visiones distintas de las que otros sectores suponen son las correctas o de aquéllas que han resultado dominantes en las últimas décadas, es decir, un clima político en el que ha costado muchísimo generar un espacio para la confrontación de ideas y la construcción de acuerdos, que permitan avanzar en el diseño de políticas publicas que den respuesta a los problemas que afectan a grandes sectores de la sociedad venezolana en lo general y de la carabobeña en lo particular.
La oposición y el gobierno en el juego perverso de la polarización, aspiraran a calentar las calles en los meses pre-electorales, con estas actitudes no se hablaría de crisis en Venezuela, por lo menos de la económica y de la de los servicios, mas sí de la política, en la que un sector ha sacado clara ventaja, pero más allá de las intenciones de los políticos, hay un pueblo en duras y complicadas dificultades que a diario palpa y comprueba que el dinero le alcanza menos para cubrir las necesidades del hogar y del día a día.
Frente a esos esfuerzos que plantean la política como una torta, que sólo se puede partir en dos mitades, o que aspiran a convertir a los ciudadanos en rehenes de la polarización, ha surgido un sentimiento que no sólo lo reflejan las grandes encuestadoras, sino que comienza a sentirse en las calles y que con fuerza se abre paso para iniciar la construcción de una opción valida, de una opción de país, de una vía que interprete a un pueblo que ha dado demostraciones claras de colocarse por delante de sus dirigentes de uno u otro lado, que ha venido aprendiendo a establecer sus propios acuerdos, a caminar por los mismos pasillos, usar los mismos ascensores, e incluso, encontrarnos en cualquier espacio, con diferencias- es cierto-, con desacuerdos -sin duda-, pero con capacidad para reconocer y dialogar con el otro y, esencialmente, convencidos de preservar la comunidad y el país que somos y al que le hace falta una tendencia para la paz, para el encuentro y para avanzar, que no surge en contra de nadie, entendiendo que la reconstrucción del país no es tarea de unos u otros, sino entre todos y que es pero por la patria.
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