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24 febrero, 2010

LUMUMBA (I)



Gerardo González Blanco
ggonzalezblanco@yahoo.com

Desde tiempos inmemoriales el inmenso continente africano ha sido pasto de conquistadores de toda laya pertenecientes a cuanta nación se sintiese poderosa para esos momentos. Ya para el año 1100 AC los inquietos fenicios habían fundado la importante ciudad de Útica en lo que hoy sería Túnez, al norte del continente. Años después fundaron la muy famosa ciudad de Cartago, cuna del gran Aníbal que tantos dolores de cabeza le dio a los ejércitos romanos. A partir de allí griegos, romanos tanto latinos como bizantinos y los árabes musulmanes fueron los primeros y más notorios invasores del gran continente. Pero nada de esos movimientos que a la larga resultaron más bien civilizadores se puede comparar con el desastre que se abatió sobre África a partir del último tercio del siglo XIX. Para ese momento los países europeos ya eran los más desarrollados y poderosos del mundo conocido y sus crecientes necesidades económicas sólo podían ser satisfechas buscando nuevos mercados donde además de colocar sus productos al precio que les viniera en gana, podían extraer las materias primas a precios viles y con trabajo esclavo.

La relativa cercanía, enorme extensión geográfica, inagotable mano de obra esclava y sus inmensas riquezas hicieron del continente africano la nueva frontera económica para los europeos. Y es así como entonces se desata uno de los más vergonzosos actos de despojo y saqueo que se hayan protagonizado en la historia de la humanidad: los europeos se reparten África a la brava. Allí el que tuvo más saliva tragó más harina. Por supuesto que los pueblos africanos ni siquiera fueron consultados, simplemente se les invadió y ocupó militarmente; se les anexó políticamente a otra nación y se les impuso un régimen colonial cuyas consecuencias siguen intactas y han causado la casi ruina total de uno de los emporios de riqueza más grandes del planeta. Este proceso de arbitraria repartición del continente negro históricamente es llamado por los historiadores anglos no comprometidos como el “Scramble For Africa” que en buen castellano significa la rebatiña, saqueo, despojo o rapiña de África. Como consecuencia del asalto a los pocos años solamente Etiopía era el único país autogobernado en el continente. El resto del territorio africano cayó en manos de Inglaterra, Francia, Alemania, Portugal, España, Italia y Bélgica.
A pesar de que no era una gran potencia, Bélgica estaba gobernada por un rey cuya gran habilidad política y diplomática solamente era comparable a su crueldad y falta de escrúpulos y que tuvo una actuación preponderante durante la rapiña africana del siglo XIX. Era el rey Leopoldo II de Bélgica. Este monarca de poco poder bélico logró colarse en la sórdida disputa que había entre Inglaterra, Francia y la naciente Alemania de Otto Von Bismarck y a través de pura habilidad logró hacerse de una “pequeña” parte de territorio de “apenas” 2.344.000 km2, más de 2 veces la superficie actual de Venezuela, y que hoy tiene por nombre (el séptimo nombre en 80 años) República Democrática del Congo. Dije que “logró hacerse…” porque, en efecto, así fue: ese inmenso territorio al que después llamó Estado Libre del Congo, a diferencia de las otras posesiones extranjeras en África que pertenecían al Estado colonizador, le pertenecía al Rey Leopoldo personalmente, no era de la nación belga.

La administración del Congo por este Rey canalla es conocida en la historia por su insólita crueldad. En el empeño de exprimir al máximo con el mínimo costo las riquezas mineras y caucheras de esta nación, los belgas recurrieron a imponerle a los congoleses una cuota personal de producción. El castigo por incumplimiento del cupo era sencillo: amputación de una o dos manos y la cabeza en casos reincidentes.

Fue tal la barbarie y el exterminio desatados por las milicias blancas de Leopoldo II y tantas las quejas internacionales que el parlamento belga, apoyado en el dramático Informe Casement donde se narraban muchas de las tropelías, en 1908 despojó al Rey de su propiedad y anexó al Congo como colonia formal del Estado belga, cambiando el nombre al de Congo Belga. El régimen personal de Leopoldo II en los 13 años que duró, había ocasionado la muerte de por lo menos 12 millones de inocentes congoleses, más de la mitad estimada de la población total del Congo. Demás está decir que este “mega genocidio”, más del doble que el cacareado holocausto judío que tanta vaina ha echado y todavía sigue incordiando la paciencia, ha sido cuidadosamente ocultado y presentado como un acto bárbaro aislado y sin consecuencias. Murieron más de 12 millones de negritos ¿y qué? Quién los manda a dejarse matar

A pesar del cambio de dueño la situación en el Congo siguió siendo parecida, pero ya no se cortaban manos y cabezas por “quítame allá estas pajas” si no que ahora había un juicio donde era difícil que un negro acusado saliera absuelto. En cuanto a la explotación indiscriminada de los recursos, la pésima calidad de vida del congolés, la destrucción de la fauna y del medio ambiente, la nula participación del pueblo en el gobierno y en la repartición de las riquezas, la falta absoluta de libertades, la discriminación racial abyecta, es decir, el régimen colonial en si, continuaron lo mismo, pero ahora bajo una constitución y unas leyes euro céntricas en su concepción.

Fue en este intolerante régimen colonial que en junio de 1925 nace en Onalua, un pueblito de la provincia de Kasai al sudoeste del Congo, el prócer africano Patricio Lumumba. Hijo de padres católicos que deseaban un mejor futuro para su prole, tuvo la suerte de ir a la escuela donde su excelente desempeño le valió en una beca para estudiar en un instituto que preparaba a los burgueses negros que serían los vasallos más apreciados por la aristocracia belga. Lumumba recibió su título que lo consagraba como un “évolué” o sea un negro que había evolucionado y ya no estaba en el último peldaño social. Incansable lector, siguió ampliando su cultura política en las difíciles condiciones de la colonia.

Luego de la segunda guerra mundial comienzan en África los movimientos independentistas. En 1952 en Kenya los heroicos Mau Mau se rebelan contra los británicos y a pesar de ser literalmente masacrados militarmente su ejemplo cunde en los territorios colonizados. Lumumba contribuye decisivamente a fundar un partido netamente congolés sin nexos europeos. Nace así, en 1958, el Mouvement National Congolais (MNC) del cual es nombrado presidente. Con esta tribuna la actividad política de Lumumba se hace febril. El hombre está en todas partes y al cabo de poco tiempo el MNC es el partido mayoritario del Congo. Los belgas comienzan a preocuparse y desatan un asedio policial contra Lumumba y sus copartidarios. Sin embargo, el asunto de la independencia africana ya era imparable. La vieja Europa ya no podía con sus colonias y estaba en la búsqueda de un medio que les permitiera “cambiar todo para que todo siguiera igual” pero más ventajoso para ellos. Eso más o menos fue lo que lograron en casi toda África sobre todo los pérfidos ingleses. Liberaron a sus colonias pero dejaron regímenes títeres capitaneados por negros “domesticados” y muy dependientes de la anterior metrópolis. Pero en el Congo se les atravesó ese palo de hombre que fue Patricio Lumumba. Los belgas ya estaban decididos a independizar el Congo y dejar a cargo del gobierno algún negro pelele y servil. Para ello convocaron el 18 de enero de 1960 en Bruselas, Bélgica, una conferencia preparatoria para la declaración. Como primera medida metieron preso a Lumumba para impedirle la asistencia y se llevaron un montón de “negros escuálidos pitibelgas” como diríamos en venezolano; pero la presión popular fue tan intensa que tuvieron que soltar y permitirle a Lumumba la asistencia a dicha conferencia.

Allí, en el corazón de la Europa colonialista brilló el guáramo y el talento del prócer congolés. Contra todos los pronósticos, la brillante actuación de Lumumba logró que en dicha conferencia se estableciera el 30 de junio de 1960 como día de la declaración de la independencia del Congo siempre y cuando se celebrasen elecciones generales para escoger el parlamento. Así se aprobó y entre el 11 y 25 de mayo de 1960 dichas elecciones se efectuaron correspondiéndole una mayoría aplastante al MMC y otros partidos aliados a Lumumba. El 23 de junio de 1961 ocurre un hecho insólito en la historia africana: por primera vez un negro autóctono, izquierdista, anticolonialista decidido y revolucionario por añadidura, como era Patricio Lumumba, es nombrado Primer Ministro del Congo por un Parlamento democráticamente escogido luego de un abrumador triunfo electoral. Al día siguiente en un acto de amplitud política que luego le saldría carísimo, Lumumba y su mayoría parlamentaria nombran al infausto Joseph Kasavubu en el cargo ceremonial de Presidente del Congo.