De un tiempo
para acá, los estudios sobre comportamiento animal se han vuelto moneda
corriente. Hasta el punto de haberse instituido en prestigiosas universidades,
donde compiten con antiguas y muy notables disciplinas. Una de ellas es la
Universidad de Wurzburgo, en Baviera, Alemania, que cuenta con un Departamento
de Ecología Animal y Biología Tropical, que cuenta como líder de su grupo de
investigación al Dr. Erik T. Frank, cada vez más mencionado, por ejemplo, en el
estudio de los *insectos eusociales*, que, como las hormigas, tienen el más
alto nivel de organización social en el reino animal.
Los estudios, hasta ahora, muestran que, al igual que en los seres humanos, el cuidado de los heridos desempeña un papel importante entre los animales. Muchos mamíferos lamen sus heridas. Ciertos primates utilizan plantas sépticas y algunas hormigas incluso producen sus propias sustancias antimicrobianas para los casos de infecciones. Es el caso del ácido fórmico, una sustancia de la que se valen estos insectos para controlar las plagas. Sorprendente. Pero hay mucho más.
Las hormigas
Matabele africanas ─ _Megaponera analis_― es la única especie orientada a la
depredación de termitas. Estas, mientras están en combate, lo cual es una
acción, que, por observación puede calificarse de organizada, atienden a sus
compañeros heridos o lesionados con bastante éxito. Sin esa asistencia, los
observadores estiman que el 80% de ellos moriría, mientras que, de los que
reciben tratamiento “médico”, solo el 10% sucumbe a las lesiones. Los
científicos que han estudiado el comportamiento de las hormigas Matabele
africanas, en Costa de Marfil, aseguran que un grupo de estos insectos actúa en
los momentos de crisis como verdaderos ‘paramédicos’, aislando o cargando los
heridos en combate, para luego, en ejercicio curativo, lamer como gatos sus
heridas, con el éxito terapéutico que antes se señaló.
El grupo
investigador del caso, como se dijo, corresponde al
‘Julius-Maximilians-Universität Würzburg’ (JMU), de Baviera, Alemania,
conformado por los biólogos Erik T. Frank, Marten Wehrhan y Karl Eduard
Linsenmair, que sostienen, no sin asombro, que, esta forma singular de proceder
debe ser “única en todo el reino animal”. Explican que las hormigas Matabele
corren cada día un alto riesgo de lesionarse pues suelen atacar a las termitas
de dos a cuatro veces al día. Las que comen a placer. Para lo que hacen en
largas filas de 200 a 600 hormigas que penetran en los sitios de alimentación
de las termitas, matando a muchas de ellas que luego arrastran hasta el
hormiguero, donde finalmente ocurre el gran festín. Las termitas o termes, por
su parte, responden con feroz resistencia, para ello cuentan con soldados de
poderosas mandíbulas, que les causan a las hormigas lesiones y
muertes.
Según los
investigadores, las hormigas en sus ataques reciben heridas y con frecuencia
pierden sus patas a causa de las mordidas de las termitas soldados. Cuando esto
ocurre, la hormiga lastimada excreta una sustancia química ─una feromona de
socorro─, que funciona como un llamado al grupo ‘paramédico’ para que proceda
con la celeridad del caso a ayudarla en su traslado al nido. Una vez allí, se
tratan las heridas abiertas, lo que se cumple “lamiéndolas intensamente”, a
menudo durante varios minutos. “Suponemos, dicen los investigadores, que lo
hacen para limpiar las heridas y aplicar sustancias antimicrobianas para
aminorar el riesgo de infección bacteriana o fúngica”. Y esto bien parece que
es de lo que se trata.
Pero hay algo
si se quiere más sorprendente: Las hormigas heridas de gravedad prefieren
quedarse en el campo de batalla. En contraste con las de heridas leves, las
cuales incluso procuran facilitar su transportación, las gravemente heridas
luchan y espantan al grupo paramédico impidiendo la atención. Simplemente no
cooperan y se quedan a esperar dócilmente la muerte. Se asumen como
desahuciadas, sin esperanza, y evitan que se pierda tiempo en ellas y que se
corra el riesgo de propagar mayores infecciones al ser llevadas al nido. Como
si privara en ellas la supervivencia de la colonia.
Asombroso,
¿verdad? Así que la decisión de quién se salva y quién se queda atrás no la
toma el grupo rescatador, sino las propias hormigas malheridas (las que
pierden, por ejemplo, cuatro o cinco de sus seis patas). Este relato es, desde
luego, una interpretación antropomórfica del caso. Pero los hechos referidos,
esos sí, son el resultado de la repetida observación por parte del grupo
investigador.
La hormiga
_Camponotus maculatus_, una hormiga carpintera que habita principalmente en el
continente africano, por su parte, pero no de modo exclusivo, practica con
propósito profiláctico la amputación de miembros de sus compañeras
‘caídas’. Y lo llevan a cabo con una absoluta precisión como si lo
hicieran con un equipo quirúrgico de última generación. *¿Por qué toman una
decisión tan drástica? * “Las hormigas no pueden permitirse el lujo de esperar
a que se desarrolle una infección. Una vez que esta se manifiesta, las
amputaciones ya no podrían impedir que se extendiera por todo el cuerpo”,
explica Juan José Lagos-Oviedo, estudiante de doctorado coautor del estudio. El
éxito de esta práctica demuestra el acierto pragmático de estos animales, pues,
*pues según descubrieron los investigadores, las amputaciones duplican con
creces la tasa de supervivencia de las obreras heridas*.
*Historiador.
Profesor titular (J) de la Universidad de Carabobo.