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14 agosto, 2025

Autocrítica zapatista. Artículo de Raúl Zibechi

 Creo que debemos rendir homenaje al EZLN y a sus bases de apoyo por su coherencia, por ser quienes son y por mostrarnos caminos nunca antes recorridos por ningún movimiento, en ningún lugar del mundo, a lo largo de la historia. El movimiento zapatista es una verdadera revolución, que no juega con las palabras, sino que demuestra prácticas de cambio profundo, no capitalistas, no patriarcales. Esta reflexión es de Raúl Zibechi , periodista y analista político uruguayo, en un artículo publicado por Desinformémonos el 11 de agosto de 2025.

Aquí está el artículo.

En varias ocasiones, hemos comentado que la autocrítica se ha ido evaporando de la izquierda global, incluso entre quienes se autodenominan revolucionarios o radicales. La ausencia de una práctica política central entre quienes buscan cambiar el mundo es parte del colapso de la izquierda y los movimientos antisistémicos.

Durante la primera semana de agosto, presenciamos un evento completamente nuevo entre los movimientos que luchan por cambiar el mundo. Tuvo lugar en el semillero de Morelia, en la reunión "Algunas Partes del Todo". Durante varios días, se presentaron obras que abarcaban desde una asamblea de muertos (los caídos en la lucha), que enseñan a los zapatistas a no repetir viejos errores, hasta un diálogo entre personas aún no nacidas (representadas por cien espermatozoides y óvulos), con quienes compartieron sus reflexiones.

Miles de personas presenciaron y escucharon las obras, desde participantes nacionales e internacionales hasta bases de apoyo y milicianos. Lo más impactante fue cómo expusieron los errores de las Juntas de Buen Gobierno y los municipios autónomos, las diversas formas de corrupción, como la malversación de fondos colectivos, y los abusos y malas prácticas de las autoridades.

Un primer punto que vale la pena destacar es que cientos de zapatistas representaron las obras, todos muy jóvenes, distribuidos equitativamente entre hombres y mujeres. La forma en que explicaron y se comportaron en el enorme escenario que es el centro del semillero (del tamaño de una cancha de fútbol) revela meses de ensayos entre grupos de diferentes comunidades y caracoles, lo que demuestra una gran coordinación entre regiones, guiones y ensayos durante un largo período. Lo que no se ve me parece tan importante como lo que oímos.

Pero la pregunta que me parece casi increíble, porque nunca había sucedido antes y nunca lo había presenciado en más de 55 años de activismo, es cómo, dónde y para quién. La autocrítica fue pública ante las bases de apoyo y los participantes mexicanos e internacionales, así como ante quienes la vieron en redes sociales. La llevaron a cabo personas comunes, jóvenes zapatistas que cuestionaron los caminos de sus propias autoridades. La dramatizaron con una buena dosis de humor, lo que no significa que no fueran críticas rigurosas y profundas, que revelaban un estado mental sereno y reflexivo.

En la cultura política que nos formamos durante la revolución global de 1968 (como la llamó Wallerstein ), la autocrítica era importante, pero con el tiempo prácticamente desapareció y se empezó a atribuir todos los males al enemigo. Quizás por eso el Subcomandante Moisés , quien intervino varias veces durante la reunión, enfatizó que «no todos los problemas provienen del capitalismo» (cito de memoria). En general, si hay autocrítica, proviene de la dirigencia, nunca (y absolutamente nunca) de la base. Los líderes eran quienes decidían qué estaba bien o mal, y el resto de la organización seguía su ejemplo. «Toda base debería poder criticar a su gobierno», se dijo en una de las presentaciones.

En el zapatismo , esta práctica jerárquica se invierte por completo. La autocrítica no solo es pública y abierta , sino que se realiza desde abajo . Habría sido muy distinto si se hubiera resumido en un comunicado. El hecho de que fueran los zapatistas desde las bases quienes la llevaran a cabo demuestra dos aspectos clave: su firmeza y coherencia ética, implacable y tenaz; y la decisión política de dejar que las comunidades organizadas definieran el rumbo del movimiento. Esto no significa que el Capitán Marcos , el Subcomandante Moisés o el CCRI ( Comité Clandestino Revolucionario Indígena ) no tengan un papel que desempeñar, sino que tomaron la decisión ético-política de mandar obedeciendo, no como lema, sino como práctica concreta y real, como guía para sus acciones.

De ahí al colapso de la pirámide, solo hubo un paso, que también se dio colectivamente, desde abajo. Previamente, recordaron los aspectos positivos de los Consejos de Buen Gobierno y los municipios autónomos, porque no todo era un problema, sino también una escuela de autonomía.

En este punto, al igual que los participantes con los que hablé, creo que debemos rendir homenaje al EZLN y a sus bases de apoyo por su coherencia, por ser quienes son y por mostrarnos caminos nunca antes recorridos por ningún movimiento, en ninguna parte del mundo, a lo largo de la historia. El movimiento zapatista es una verdadera revolución, una que no juega con las palabras, sino que demuestra prácticas de cambio profundo: no capitalistas ni patriarcales.

Me formé durante los años de la Revolución Cultural China, a la que me uní con entusiasmo porque creía que era una continuación de las luchas tras la conquista del poder, a diferencia de lo que había sucedido en la Unión Soviética, donde cualquier crítica desde abajo era aplastada. Más tarde, supimos que la movilización masiva fue impulsada por los líderes del partido para resolver disputas entre las élites, utilizando a las masas, como siempre. Esto es terrible porque se derramó sangre desde abajo para fortalecer la pirámide.

En estos tiempos de oscuridad global, de genocidios y masacres perpetrados desde arriba, el zapatismo es la única esperanza; intacto, inmaculado, con defectos, pero sin horrores. Es la excepción en el pequeño mundo global antisistémico, y debemos reconocerlo como tal. Lo lograron sin rendirse, sin venderse, sin claudicar... y sin deponer las armas.

Tomado de la revista digital IHU – Adital / Brasil.