En las venas de Víctor Cadet no solo corre sangre, sino
también las ondas hertzianas de la radiodifusión, esas frecuencias invisibles
que han tejido, durante medio siglo, un coro de voces, imágenes y emociones.
Cincuenta años de trayectoria no son un simple almanaque de fechas, sino un
archivo vivo de pasiones, donde la radio, la publicidad y las artes escénicas
se entrelazan en un relato mítico. Cadet, un hombre que ha sabido ser a un
tiempo narrador, actor y creador, encarna esa rara alquimia que transforma el
efímero instante del arte en una resonancia perdurable.
Por RAFAEL SIMÓN
HURTADO*
Su madre, la gran
maestra
Víctor Cadet reflexiona sobre su profunda conexión con la
radio, influenciada por su madre, Haydée Cadet, una locutora que lo introdujo
al medio desde niño al llevarlo a estudios de grabación. Aunque creció inmerso
en este ambiente, su vocación no es solo herencia familiar, sino una pasión
personal por comunicar. Define su rol como el de un “comunicador” más que un
simple locutor, abarcando producción, musicalización y edición, con un enfoque
global similar al teatro.
El apellido Cadet es sinónimo de radio en Venezuela. Yo diría
que tiene denominación de origen, como dicen los españoles para referirse a la
buena reputación de sus productos. Es una marca, heredada del legado de tu
madre Haydée Cadet. ¿Cómo se metabolizó en ti ese legado desde tus inicios?
El legado de mi madre,
Haydée Cadet, es una presencia constante en mi vida y mi carrera. Crecí
escuchándola en la radio, con su voz llenando la casa todas las noches,
transmitiendo en vivo con esa calidez y profesionalismo que la caracterizaban.
Era una figura imponente, no solo por su talento, sino por su compromiso con
conectar con la audiencia. Producir con ella Horizonte, un programa infantil,
fue mi primera escuela. Ahí aprendí a estructurar contenidos, a entender el
ritmo de la radio y, sobre todo, a respetar al oyente. Ese programa me enseñó
que la radio no solo informa o entretiene, sino que puede ser un espacio de
formación y cercanía. Mi madre me inculcó que la radio es un servicio, una
responsabilidad. Ese legado se metabolizó en mí como un amor por el medio y un
deseo de honrar su nombre, pero también de encontrar mi propia voz dentro de
esa tradición.
¿Puedes enumerar las emisoras en donde has trabajado?
He tenido la suerte de
trabajar en varias emisoras que me han enriquecido como profesional. Entre
ellas están Radio Satélite, Radio Latina. En esta última hice programas
culturales con la producción del artista plástico Wladimir Zabaleta y guiones
del escritor Juan Calzadilla. Hasta la actualidad en Stereo 97. 9 FM, en donde
recién celebré el primer aniversario. Cada una me ha dado una perspectiva
distinta sobre cómo llegar a diferentes audiencias, desde las comerciales hasta
las más alternativas.
Además de radio, has
hecho publicidad, cine y teatro, has sido editor de la revista Rasgadodeboca, y
eres amante de la música (¿Te gusta el reguetón?). Recuerdo presentaciones en
la Escuela Teatro Ramón Zapata (Médico a palos, de Molière) y el Teatro La
Campana, con Isidro Brachitta. ¿De qué manera estas experiencias han sumado en
tu carrera como locutor y comunicador?
Todas estas experiencias han sido como piezas de un
rompecabezas que me han ayudado a construir mi identidad como comunicador. El
teatro, por ejemplo, con obras como Médico a palos en la Escuela Teatro Ramón
Zapata o las presentaciones en el Teatro La Campana, me dio herramientas para
manejar la voz, el ritmo y la emoción, que son esenciales en la radio. La
publicidad me enseñó a ser preciso, a transmitir un mensaje en pocos segundos,
algo que aplico al estructurar segmentos radiales. El cine me ayudó a entender
la narrativa visual, que, aunque no se ve en la radio, influye en cómo imagino
las historias que cuento. Editar Rasgadodeboca me dio un ojo crítico para los
contenidos y una sensibilidad hacia las historias que resuenan con la gente. ¿Y
el reguetón? (risas). Digamos que aprecio su energía y su capacidad para
conectar con audiencias jóvenes, pero mi corazón está más cerca del jazz, la
salsa y la música clásica. Todo esto me ha dado versatilidad para adaptarme a
diferentes formatos y públicos, y me ha enseñado a ser un comunicador más
completo, capaz de jugar con tonos, emociones y contextos.
La típica “voz de
locutor”
La conversación aborda la evolución de la radio, centrándose
en cómo las voces y los paradigmas han cambiado con el tiempo, influenciados
por la herencia cultural y profesional, especialmente a través de su madre,
Haydée Cadet, una pionera que rompió el estereotipo de la locutora como
“adorno”, al destacar como productora. La voz femenina en la radio, antes
ligada a la sensualidad, y la masculina, a un engolamiento forzado,
evolucionaron hacia una naturalidad que refleja la autenticidad de las
personas.
En entrevista con la escritora Laura Antillano, tu mamá
(Haydée Cadet) le confiesa sobre la imagen que los oyentes se hacían de su
apariencia, gracias a su voz. Recibía cartas y llamadas amorosas, también
regalos. Al cabo de los años, la voz en la radio ha evolucionado. En las
mujeres ha evolucionado desde la sensualidad y en los hombres desde cierto
engolamiento. ¿Cómo observas esta evolución?
Es cierto que la voz en la radio ha tenido una evolución
marcada por los cambios culturales y tecnológicos. En la época de mi madre, la
voz femenina solía asociarse con sensualidad o calidez maternal, y la masculina
con una autoridad casi teatral, ese engolamiento que mencionas. Hoy, la radio
busca autenticidad. Las voces, tanto de hombres como de mujeres, tienden a ser
más naturales, menos impostadas, porque el público actual valora la cercanía,
la honestidad, y, sobre todo, el mensaje. La sensualidad o la autoridad no han
desaparecido, pero se expresan de manera más sutil, más conversacional. Creo
que esta evolución refleja una audiencia que quiere sentir que el locutor es
alguien como ellos, no una figura distante. Mi madre recibía cartas porque su
voz creaba una conexión íntima; hoy, esa conexión se busca a través de un tono
más cotidiano, pero igual de poderoso.
La radio, “la gran sobreviviente”
Cadet destaca la
importancia de la voz como herramienta para transmitir el mensaje sin “ruido”,
y cómo la naturalidad y el contenido relevante, más que una voz impostada,
capturan la atención del oyente. Describe la radio como «la gran sobreviviente»
frente a otros medios, como la televisión y la prensa escrita, debido a su bajo
costo, accesibilidad e inmediatez, comparándola con una «mochila» que se lleva
a cualquier parte. Sin embargo, reconoce la competencia de las redes sociales y
el impacto de los podcasts, que, aunque distintos, se benefician de la
experiencia radial, pero pueden perder la esencia imaginativa de la radio al
priorizar la inmediatez. La radio es economía de recursos expresivos que
desafía la imaginación. Después de la lectura, la radio obliga al ejercicio de
la imaginación.
¿Es posible que la
reinvención de la radio, ahora bajo el formato del podcast, se haya perdido el
recurso esencial de la imaginación de quien escucha?
No creo que se haya
perdido, pero sí se ha transformado. La radio tradicional te obligaba a
imaginar todo: el escenario, los personajes, las emociones, solo con la voz y
los efectos sonoros. Los podcasts, al ser más narrativos y a menudo más
producidos, pueden ser más específicos, lo que a veces reduce el espacio para
la imaginación del oyente. Sin embargo, los buenos podcasts, siguen apelando a
esa chispa imaginativa, al uso de las pausas, la música y las descripciones
evocadoras para que el oyente complete la imagen mental. El desafío es no
saturar con demasiada producción; hay que dejar huecos para que la imaginación
del oyente los llene. La magia de la radio, y del podcast bien hecho, sigue
siendo esa capacidad de pintar con palabras.
El locutor, un “amigo
cotidiano”
Dice Cadet que la
radio mantiene su relevancia como hábito diario, especialmente en vehículos
durante el “prime time” matutino, siendo un medio que acompaña y crea
conexiones emocionales con los oyentes, quienes ven al locutor como un “amigo
cotidiano”. Para captar la atención, enfatiza en la necesidad del uso del
contraste, la variación en el discurso y la calidad del contenido, aplicando
principios del arte y la narrativa periodística.
Generalmente, quien
oye radio se mueve en distintos escenarios —la oficina o la casa—, con la voz
de fondo como única compañía. ¿Cómo estructuras tus programas de radio? ¿Qué
criterios sigues para enganchar al radioescucha?
Estructurar un
programa es como contar una historia: necesitas un comienzo que atrape, un
desarrollo que mantenga el interés y un cierre que deje algo en el oyente. Mi
criterio principal es conocer a la audiencia: ¿quiénes son, ¿qué les preocupa?,
¿qué los motiva? A partir de ahí, diseño bloques que combinen información,
entretenimiento y emoción. Por ejemplo, en un programa matutino, empiezo con
algo ligero pero relevante, como una noticia local o una anécdota personal que
conecte. Luego, alterno segmentos de música, entrevistas o reflexiones, siempre
con un ritmo que no aburra. Para enganchar, busco ser auténtico, usar un
lenguaje claro y crear momentos de interacción, ya sea con preguntas abiertas o
invitando a la audiencia a participar a través de mensajes. También me gusta
jugar con el tono: a veces serio, a veces humorístico, pero siempre cercano,
como si estuviera hablando con un amigo.
Se ha elevado el nivel
tecnológico de los medios de comunicación, y de la radio en particular, ¿crees
que ha evolucionado en la misma medida el buen gusto en los contenidos?
No siempre. La
tecnología ha democratizado la radio, permitiendo que más voces se escuchen,
pero también ha traído una saturación de contenidos que no siempre priorizan la
calidad. Hay programas que apuestan por el sensacionalismo o la repetición de
fórmulas vacías para captar audiencia, lo que puede sacrificar el buen gusto.
Sin embargo, también veo esfuerzos admirables: emisoras y podcasts que cuidan
el contenido, que buscan educar, inspirar o provocar reflexión. El buen gusto
no es solo estético; es respeto por el oyente, es ofrecer algo que enriquezca.
Creo que la evolución tecnológica debe ir acompañada de una evolución ética y
creativa para que el contenido esté a la altura.”
¿Qué te enamora de lo
que haces, el medio o la relación con los destinatarios del mensaje?
Es una mezcla de ambos, pero si tengo que elegir, diría que
la relación con los destinatarios. La radio es un medio increíble, con su
intimidad y su capacidad de llegar a cualquier rincón, pero lo que realmente me
enamora es saber que estoy tocando la vida de alguien, que mi voz puede
acompañar, informar o hacer reír a una persona en su carro, su casa o su
trabajo. Esa conexión, aunque no los vea, es mágica. Recibir un mensaje o una
llamada de un oyente que te dice “gracias, eso que dijiste me llegó” es lo que
hace que todo valga la pena.
Hay radios comunitarias, populares, educativas, alternativas,
católicas y hasta rebeldes. Tomando en cuenta que el medio siempre le ha dado
forma al mensaje, ¿podrías decirnos cómo definirías la radio que haces? ¿Cuál
es la forma de tu mensaje?
Yo diría que hago una
radio humana, cercana y reflexiva. Mi mensaje busca ser un puente entre la
información, la emoción y la acción. No me interesa solo llenar el aire; quiero
que lo que digo deje algo en el oyente, ya sea una idea, una sonrisa o una
pregunta. Mi radio tiene raíces en lo comunitario, lo educativo, y, sobre todo,
en lo cultural, influenciada por el legado de mi madre y por mi experiencia en
emisoras diversas. La forma de mi mensaje es conversacional, con un toque de
humor y mucha empatía, porque creo que la radio debe ser un espacio donde todos
se sientan incluidos, sin importar de dónde vengan.
¿Crees que sea
necesario trivializar el discurso para llegarle a la gente?
No, no es necesario. Simplificar no es lo mismo que
trivializar. Puedes hablar de temas profundos o complejos con un lenguaje
accesible, sin perder sustancia. Trivializar es subestimar a la audiencia,
asumir que no están listos para ideas grandes. Creo que la gente está sedienta
de contenidos que respeten su inteligencia, pero que se presenten de manera
clara y relatable. La clave está en encontrar el equilibrio: ser claro sin ser
simplista, ser entretenido sin ser frívolo.
La masividad de las
transmisiones audiovisuales en la actualidad, ¿es una dificultad, o, por el
contrario, abre nuevas oportunidades?
Es una oportunidad
enorme. La masividad audiovisual puede ser un desafío porque compite por la
atención del público, pero también abre puertas para integrar la radio con
otros formatos. Por ejemplo, los podcasts y las transmisiones en streaming
permiten llegar a audiencias globales, algo impensable hace unas décadas.
Además, la radio puede aprovechar elementos visuales en redes sociales para
complementar su mensaje sin perder su esencia sonora. La clave es adaptarse sin
traicionar la intimidad que hace única a la radio. Es un momento para
experimentar y llegar a más gente de formas nuevas.
¿La radio tiene su
propio público? Antes, tu mamá recibía
cartas, y atendía llamadas, lo que le permitía medir su audiencia.
Sí, la radio tiene un
público fiel, aunque hoy se mide de formas diferentes. Antes, las cartas y
llamadas, como las que recibía mi madre, eran la forma de sentir el pulso de la
audiencia. Hoy, tenemos redes sociales, mensajes de texto, métricas digitales.
Pero el público de la radio sigue siendo especial: es gente que busca compañía,
que valora la voz humana en medio de un mundo lleno de pantallas. Ese público
sigue ahí, y aunque las formas de interactuar han cambiado, la conexión
emocional es la misma.
¿Cuáles crees que han
sido las habilidades que te han ayudado a hacer la radio que te gusta?
La empatía, sin duda, es la primera. Entender qué necesita o
siente la audiencia es clave para conectar. También la versatilidad: saber
pasar de un tono serio a uno ligero, de informar a entretener. La improvisación
es otra habilidad importante; en la radio, las cosas no siempre salen como
planeas, y tienes que reaccionar en el momento. Y, por último, la disciplina.
La radio exige preparación, constancia y respeto por el tiempo del oyente. Todo
eso, combinado con una pasión genuina por el medio, es lo que me ha permitido
hacer la radio que amo.
César Miguel Rondón
dice que él tiene años oyendo que la radio tiene el tiempo contado. ¿Cuál es la
fuerza de la radio?
La fuerza de la radio está en su intimidad y su
accesibilidad. Es un medio que no necesita que pares tu vida para consumirlo;
te acompaña mientras conduces, trabajas o cocinas. A diferencia de otros
medios, la radio crea una relación personal con el oyente, como un amigo que
siempre está ahí. Además, su capacidad de adaptarse, ya sea a través de
podcasts o plataformas digitales, demuestra que no está muriendo, sino
evolucionando. Como dice César Miguel Rondón, la radio lleva décadas
“agonizando” y sigue más viva que nunca porque conecta con lo esencial: la voz
humana y la imaginación.
Venezolano en el mundo
Víctor Cadet emigró a
Uruguay, por lo que la conversación abordó la experiencia de la migración,
destacando el impacto emocional y cultural de dejar un entorno familiar como
locutor de radio en Venezuela, donde es conocido, para llegar a un país como
Uruguay donde todo es inédito, incluyendo los modismos del mismo idioma.
Describe la dificultad de empezar «de cero», en un lugar sin recuerdos ni
conexiones personales, comparando la experiencia con “quemar las naves”.
“Aunque dolorosa, es enriquecedora”. Destaca el fuerte sentido de comunidad y
pacto social en Uruguay, donde se respetan normas de convivencia, y subraya la
rica vida cultural de Montevideo, con numerosos teatros en actividad, y la
estabilidad democrática, donde oposición y gobierno dialogan sin conflictos
insalvables.
A pesar de vivir en la actualidad en Montevideo, Uruguay,
Víctor se mantiene en contacto con Venezuela, a través de su espacio “El Éxito
del Ayer”, en Stereo 97.9, en Valencia; con su cuenta en X @victorcadet en la
que registra las efemérides musicales de aniversarios significativos en el
mundo de la música, y el recuerdo de artistas y obras icónicas. Y, sobre todo,
con la gestión que lleva adelante la Fundación Haydée Cadet. Mediante esta
institución desea resguardar y compartir el legado cultural de Haydée Cadet.
Un archivo sonoro, con
aproximadamente 200 cintas grabadas, casetes, CDs y guiones de programas
radiales. Una hemeroteca con recortes de prensa sobre la Venezuela folclórica y
cultural, organizados meticulosamente durante más de 30 años. Una discoteca,
con entre 4.000 y 5.000 vinilos, algunos de los años 40, con material único no
disponible en plataformas como YouTube. Y la “biblioteca borgiana”, que
conserva libros y revistas especializadas en folclor, música, literatura
venezolana, arte y publicaciones culturales.
La fundación, ya registrada, tiene como objetivo principal
digitalizar y escanear todo el archivo (cintas, vinilos, hemeroteca y libros),
para hacerlo accesible a investigadores y al público en general. Es el legado
de una mujer carismática, que supo vender programas culturales en la radio
comercial, un logro notable para su tiempo
. Esta labor es una “misión de vida”, no sólo por su valor
personal, sino por su relevancia para la cultura venezolana y la humanidad.
*Texto tomado de Papel Literario del diario El Nacional /
Caracas.
Imágenes tomadas de las redes sociales de Víctor Cadet.