Por Obed Nares
Pesa hasta 4 kilogramos, vive de noche, no puede volar y
emite sonidos profundos desde agujeros en la tierra para atraer pareja. Se
trata de un animal llamado kākāpō y
es una de las aves más raras del planeta. Solo quedan pocos ejemplares
en las islas de Nueva Zelanda y su supervivencia pende de un hilo.
Pero la ciencia aún quiere salvar a estos extraños animales,
ya que un grupo internacional de investigadores utilizó inseminación
artificial para lograr que este loro gigante tenga crías.
El kākāpō (Strigops habroptilus) es el único loro del mundo que no vuela, que es nocturno y que se reproduce mediante un sistema de “lek”, una especie de escenario natural donde los machos emiten llamados desde cuencos que amplifican el sonido.
El problema es que este sistema hace que muy pocos
machos logren reproducirse. Además, los kākāpō tienen una
tasa de fertilidad baja, una alta mortalidad embrionaria y se reproducen solo
cada dos a cinco años, cuando ciertos árboles como el rimu dan frutos en masa.
La situación se agravó con la llegada de colonos europeos,
que introdujeron ratas, armiños y comadrejas en el ecosistema. Estas especies,
que cazan por el olfato, encontraron en el sigiloso y camuflado kākāpō una
presa fácil. Para protegerlos, los conservacionistas trasladaron a los
últimos ejemplares a islas sin depredadores, pero el número de aves sigue
siendo extremadamente bajo.
Tecnología veterinaria para una crisis evolutiva
Ante este panorama, los científicos decidieron intervenir
directamente en el proceso reproductivo. Según Phys.org, desde
2009 se ha intentado usar inseminación artificial, pero con resultados
limitados. Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista PLOS ONE detalla una
técnica más refinada y exitosa.
Durante la temporada de cría de 2019, los investigadores
recolectaron semen de 20 machos de kākāpō. Para ello,
emplearon una combinación de masaje abdominal y estimulación eléctrica
mediante una sonda multipolar, desarrollada especialmente para aves
grandes.
Después de analizar la calidad del semen en condiciones de
campo, las mejores muestras fueron usadas para inseminar
artificialmente a 12 hembras. La fertilidad de la segunda puesta de
huevos pasó de un 29.4% sin ayuda a un impresionante 70% con inseminación
artificial.
Además, se confirmó que al menos cuatro polluelos
nacieron gracias a esta técnica. Lo más relevante es que algunos de estos
polluelos provinieron de machos que nunca habían logrado reproducirse, lo que
permitió reintroducir genes raros y valiosos al acervo genético de la especie.
Más que salvar una especie: preservar una historia evolutiva
única
Según el estudio, este tipo de intervención no solo
aumenta las probabilidades de éxito reproductivo, sino que también ayuda a
mantener la diversidad genética, uno de los principales cuellos de botella
evolutivos para el kākāpō. Se trata de una especie con tan pocos
ejemplares vivos que algunos de sus genes fundamentales podrían perderse en una
sola generación si no se interviene.
Los investigadores planean repetir la técnica en
futuras temporadas reproductivas y ya trabajan en protocolos de
almacenamiento de semen y posibles técnicas de criopreservación.
Fuente: XATAKA / México.