El más influyente y popular de los cantautores cubanos vuelve
a Chile con dos shows en el Movistar Arena. En entrevista con Culto, habla de
sus lazos con el país, del día en que estuvo con Víctor Jara pero se quedó
durmiendo en un auto, del paso de los años y de la situación actual en Cuba:
"No soy de los que culpan de todo al bloqueo".
Por Claudio Vergara
Silvio Rodríguez (78) recuerda con claridad
y detalle su reacción cuando le ofrecieron venir a Chile un ya lejano 31 de
marzo de 1990: ese día, ofreció un multitudinario concierto ante 80
mil personas en el Estadio
Nacional de Santiago, no sólo en el amanecer de los megaeventos locales,
sino que también en los albores del retorno democrático, cuando su nombre y su
música ya se podían escuchar con libertad, sin la mirada sospechosa de los
militares que habían proscrito sus canciones en los días de dictadura. Fue uno
de los encuentros masivos más memorables de la primera parte de los 90 en el
país.
“Llevábamos 18 años ‘clandestinos’ en Chile. Algunos compraban nuestros discos en España, les sacaban las portadas y enmascaraban las placas en otras envolturas. Muchos chilenos nos contaban esas cosas que también se hacían con los casetes. De pronto vino el cambio político y la posibilidad de viajar a Chile. Dije que sí inmediatamente”, profundiza el cantautor cubano, en conversación vía mail con Culto, la forma que escoge para dialogar con la prensa desde hace décadas.
Luego retoma: “Entonces, tuve conciencia de la montaña de
trabajo que significaría preparar un concierto para ese encuentro. Era febrero
y el Festival de Jazz de la Habana iba a comenzar. Chucho Valdés era casi el
patrocinador de ese evento, pero cuando lo invité a que se sumara con Irakere
(a Santiago) tampoco lo pensó dos veces. Empezamos a ensayar enseguida, en un
pequeño centro nocturno que hay en el sótano del Teatro Nacional. En unas tres
semanas de trabajo montamos casi 4 horas de concierto. Chucho hizo todas las
orquestaciones, transcribió los temas que yo hacía con Afrocuba –que acababa de
desintegrarse– y, para colmo, escribió una obra increíble que hizo con Irakere
para abrir la noche: Concierto Andino. Todo fue un tanto vertiginoso pero
también muy motivador”.
Su nueva visita
A partir de ahí, el músico ha fortalecido una relación en
vivo frecuente con Chile, extendida en las más diversas presentaciones, actos y
recitales incluso en regiones. Un vínculo que revivirá con dos
espectáculos fijados para el segundo semestre: serán el lunes 29 de septiembre
y miércoles 1 de octubre, a las 21.00 horas, en el Movistar
Arena. Se trata de su retorno a la capital luego de 2018,
cuando hizo tres fechas en el mismo recinto del Parque O’Higgins. Las entradas
se pondrán a la venta este martes 15 de abril al mediodía por Puntoticket.
“Voy a estar acompañado por músicos extraordinarios, son
amigos con los que me divierto desde hace años. Eso siempre es una garantía”,
adelanta con respecto a sus presentaciones en la capital, donde mostrará parte
de su último título, Quería saber (2024).
-¿Cuál es la importancia de Chile en su carrera?
Para empezar, fue el primer país latinoamericano que visité.
En setiembre de 1972, Gladys Marín, a quien conocí por Isabel Parra, nos invitó
a Noel Nicola, Pablo Milanés y a mí a un congreso de la Jota. Simultáneamente
se estaba haciendo una exposición internacional en Santiago y recuerdo haber
grabado un grupo de canciones para la sede cubana en ese evento. Todas las
noches íbamos para la Peña de los Parra, donde tuvimos una idea de lo amplio
que era el movimiento de la canción de entonces. Por aquellos días fuimos a
Valparaíso con Víctor Jara, a cantar en la Universidad, pero yo me quedé
durmiendo en el auto porque estaba enfermo de la garganta. También recuerdo que
el presidente Allende nos recibió en La Moneda. Estuve en tres ocasiones cerca
de él.
-Usted ha vuelto un par de veces a algunos eventos puntuales
en el Estadio Nacional de Santiago. Pero, ¿le hubiera gustado retornar alguna
vez para un show en solitario, tal como lo hizo en 1990? ¿Se dio esa
oportunidad?
Desde 1990 hasta hace unos años hice unas cuantas
presentaciones en solitario en varios estadios chilenos, en todos los casos con
muy buena asistencia, pero, hasta donde sé, no se volvió a dar la oportunidad
de hacerlo en el Estadio Nacional.
-En abril del año pasado, la banda chilena Los
Bunkers ofreció su primer show en el Estadio Nacional de
Santiago. Ellos hicieron un disco completo interpretando canciones de usted
en Música Libre (2010). ¿Se dio alguna gestión para que usted
hubiera participado en ese show?
Sí. Ellos tuvieron la gentileza de invitarme y confieso que
me hubiera gustado mucho acompañarlos. Lamentablemente, no me fue posible.
Casualmente, hace unos días vi un video de ellos interpretando El
necio en un concierto. Sin duda, consiguen una versión muy poderosa.
¿Retiro?
-El año pasado, usted también dio una entrevista a Culto y dijo que no pensaba
promover su último disco, Quería saber, a través de una gira.
Ahora viene a Chile en el segundo semestre presentando este álbum en vivo. ¿Qué
lo hizo cambiar de opinión?
Los próximos conciertos no pretenden ser la presentación
de Quería saber. Incluso es probable que lance otro disco antes de
la gira. Por supuesto que haré algunas canciones de mis últimos trabajos.
También habrá otras que tengo entre manos, además de algunas inevitables que
suelen estar en todos los conciertos.
-¿Qué es lo que más lo motiva hoy para salir de gira?
Siempre me motiva hacer música –o soñar que la hago–. Tuve la
inmensa suerte de poderme dedicar a algo divertido, que da gusto compartir.
-¿Nunca le ha cansado presentarse en vivo?
Yo no empecé pensando en cantar mis canciones. Yo solo quería
escribir para que otros interpretaran. Pero un gran músico cubano, llamado
Mario Romeu, me escuchó, me orquestó un par de temas y me presentó en la
televisión. Cuando vine a ver, estaba hasta conduciendo un programa. A los 20
años estas cosas pueden ser muy estimulantes. Después, a lo largo del tiempo,
he pasado varias veces por etapas de cansancio; pero un buen descanso puede
regresar las ganas. Al menos hasta ahora.
-¿Hasta cuándo se ve publicando discos y realizando
conciertos?
Puede que esté más tiempo publicando discos que haciendo
conciertos.
-¿La palabra “retiro” forma parte de su léxico inmediato?
Oficialmente, para las leyes de mi país, me jubilé cuando
cumplí 60 años. Hice una fiesta y todo. Aunque desde entonces he trabajado
tanto o más que antes.
-Si en el resto de su carrera le dieran la opción de
colaborar con algún artista, ¿a quién elegiría?
Si Ud. supiera… El año pasado tuve que publicar un texto
declarando que no iba a hacer más colaboraciones. Es que constantemente llegan
peticiones; tantas que he llegado a colaborar con cientos de proyectos ajenos.
Pero los años me han hecho pensar que debo dedicarme a lo mucho que he dejado a
medias; a veces canciones; otras veces discos enteros comenzados y abandonados
por las giras. Sin contar lo que se me sigue ocurriendo, si merece atención.
-¿Le preocupa lo que se escriba de usted en el futuro, el
legado que vaya a dejar su música, cómo se analizará su obra en las
generaciones que lo sucedan?
No me preocupa lo que se escriba de mí en el futuro –ni
siquiera en el presente–. No me hago ilusiones al respecto. Soy consciente de
que no soy anglosajón –la cultura más difundida en los medios del mundo, por su
poderío económico–. No le debo nada a las transnacionales ni a las disqueras
poderosas. Para colmo soy de un país marginado y perseguido por rebelde y
contestón. Sencillamente he hecho lo que he podido dentro de los maravillosos
mundos de la música y la palabra, y lo he disfrutado. En Cuba se suele decir:
“A mí, que me quiten lo bailao”.
Los dogmas y la música urbana
-¿Tiene alguna opinión de la música actual? Hoy reina en la
música en español la llamada “música urbana” y artistas como Bad
Bunny.
He escuchado diferentes expresiones de la llamada “música
urbana”. Conozco el hip hop, el rap, el trap, el reggaetón. Ahora, en Cuba, hay
una variante de esta música a la que llaman reparto, o reparterismo. Son
expresiones que parecen surgir de sectores humildes y supongo que, en parte,
son resultado de las nuevas tecnologías, programas de música que ruedan hasta
en los teléfonos.
-Hay una canción muy interesante en su último álbum: Para
no botar el sofá. Ahí dice: “No quiero el abrazo con horma, ni el beso
como obligación, no quiero que vicios y dogmas dispongan en mi corazón. Los vi
truncar publicaciones, inteligentes, y descalificar canciones por diferentes”.
¿Qué es lo que intentó retratar en esta composición?
Nunca me ha gustado explicar las canciones. Esa la hice una
de las veces que conversábamos en mi blog sobre nuestra realidad, desde
diferentes puntos de vista. Solo estoy hablando de que prefiero el libre
albedrío, no las imposiciones (cosa difícil en este mundo).
-¿Se consideró en algún momento una persona dogmática?
El dogmatismo, en los mejores casos, no es más que ignorancia
y tozudez. Por mi parte, siempre he tenido el vicio de hacerme preguntas, e
incluso de no conformarme con lo primero que me parece. Creo que se nota en mis
canciones. Desde joven me identifiqué con la palabra Aprendiz.
-Usted dice “los vi descalificar canciones por diferentes” en
este tema. Tengo entendido que se refería a la desconfianza que generó la
aparición de trovadores cubanos en tiempos de la Revolución. ¿Por qué cree que
se generó eso? ¿Qué clase de desconfianza despertaron?
En primerísimo lugar, nuestras canciones empezaron a usar
muchas palabras que no eran habituales en lo que se escuchaba por entonces.
Unos empezaron a decir que éramos “raros”, otros a decir que “surrealistas”,
otros que “elitistas”, otros que “extranjerizantes” y algunos, también, se
atrevieron a usar la palabra “contrarrevolucionarios”. Es algo que suele pasar
cuando surge algo diferente, no visto, no escuchado. Es el apego incondicional
a lo conocido, por “seguro”, y el rechazo a lo nuevo, a lo desconocido, por
“transgresor”. Algo que ha pasado muchas veces en la historia del mundo, en
todas latitudes.
-¿Cree que esa generación de cantautores es irrepetible?
Como todas las generaciones, la mía es resultado de un
devenir, de una historia y de circunstancias específicas; y claro que también
resultado del desarrollo de la tecnología y las comunicaciones. En mi época
grabar una canción era poco menos que imposible. Ahora cualquiera lo hace con
un teléfono, e incluso se filma y se proyecta al éter. Bien diferente.
La situación en Cuba
-En un posteo reciente en su blog Segunda cita, dijo con
respecto a Cuba: “Distintas señales sugieren que está ocurriendo una especie de
desaparición paulatina del sentido de dignidad nacional. Lo siento en hechos
ciudadanos del día a día”. ¿A qué se refiere? ¿Cree que está desapareciendo el
sentido de dignidad nacional en su país?
Cuba es víctima de un bloqueo genocida –como lo calificó
Gabriel García Márquez– desde hace más de 60 años. Esto nos ha obligado a
gastar enormes recursos resistiendo y tratando de burlarlo. Para colmo,
nuestros enemigos nos tienen en una lista de países terroristas, lo que nos
limita aún más el comercio y las relaciones con el mundo. Aunque vivo
convencido de que el bloqueo ha generado nuestras mayores dificultades, no soy
de los que lo culpan de todo; soy consciente de que en la desesperada lucha por
la supervivencia, también se han cometido errores, dogmatismos políticos y
económicos. Este conjunto de factores ha provocado un desgaste no solo material
sino también espiritual, lo que se refleja en frivolidades y desidias
ciudadanas con las que lidiamos cotidianamente. No es la primera vez que digo
que algún día se va a escribir un trabajo científico sobre el profundo daño que
al pueblo cubano le ha hecho esta situación de odio y acoso constante y
creciente. Acaban de demostrar su vigencia las amenazantes declaraciones del
jefe del Comando Sur del poderoso ejército norteamericano y las de otros
funcionarios imperiales.
-¿Le preocupa el ascenso de la ultraderecha y de las ideas
totalitarias que se ha visto en distintos países en los últimos años?
Me preocupan muchas cosas. En primer lugar que haya tanta
codicia, egoísmo, brutalidad; tanta impiedad, tanto crimen y genocidio impune.
Es insoportable ver lo que hacen a diario, a la vista del mundo, al pueblo
palestino. Me preocupa profundamente el ejemplo, la terrible enseñanza que todo
esto está dejando en las nuevas generaciones. También me preocupa que haya
dogmas que distorsionen ideas nobles. A veces pareciera que no somos capaces de
aprender. José Martí, el Apóstol de Cuba, dijo que tenía fe en el mejoramiento
humano. Son tiempos donde no es fácil mantener esa fe. Pero hay que
sobreponerse y continuar.
Tomado de La Tercera / Chile. Imagen: Alfredo ESTRELLA - AFP.