Por Thomas L. Friedman* / Opinión
El drama que
se está produciendo entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el
presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, plantea una de las preguntas más
inquietantes que nunca había tenido que plantearme sobre mi país: ¿estamos
siendo dirigidos por un ingenuo que cree en Vladimir Putin, alguien dispuesto a
tragarse íntegramente la retorcida visión del presidente ruso sobre quién
inició la guerra en Ucrania y cómo debe terminar? ¿O nos dirige un padrino de
la mafia que quiere repartirse territorios con Rusia del mismo modo que actúan
los jefes de las familias del crimen? “Yo me quedo con Groenlandia y tú con
Crimea. Yo me quedo con Panamá y tú con el petróleo del Ártico. Y nos
repartiremos las tierras raras de Ucrania. Es lo justo”.
En cualquier
caso, compatriotas estadounidenses y amigos en el extranjero, al menos durante
los próximos cuatro años, el Estados Unidos que conocían se terminó.
Los valores
fundamentales, los aliados y las verdades que Estados Unidos siempre ha
defendido están ahora en entredicho o en venta.
Trump no solo está pensando fuera del marco de referencia. Está pensando sin marco alguno, sin ninguna fidelidad a la verdad o a las normas que animaron a Estados Unidos en el pasado.
No puedo
culpar a nuestros amigos tradicionales por estar desorientados. Lean el penoso
ensayo de la semana pasada del heroico disidente soviético y luchador por la
libertad, Natan Sharansky:
“Cuando
escuché por primera vez las palabras del presidente Donald Trump en la pista de
aterrizaje —cuando culpó al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, de
iniciar la guerra que Rusia lanzó contra Ucrania— me quedé absolutamente
conmocionado”, escribió Sharansky para The Free Press. “Trump parece haber
adoptado la retórica del presidente de Rusia, Vladimir Putin. Repitió una línea
del Kremlin que sonaba a propaganda de estilo soviético: que Zelenski no es un
líder legítimo.
Cuando Putin,
el aparentemente eterno líder de Rusia, lo dice, resulta risible. Cuando lo
dice el presidente de Estados Unidos, es alarmante, trágico y no se ajusta al
sentido común”.
Esa es una
interpretación benigna de Trump: que simplemente está embelesado con Putin, el
nacionalista cristiano ruso, un promotor anti-woke, y no aplica el sentido
común que prometió. Pero también existe otra explicación: Trump no ve el poder
estadounidense como la caballería que viene a rescatar a los vulnerables que
buscan la libertad de quienes pretenden aplastarlos; él ve a Estados Unidos
como una nación que debe extorsionar los débiles. Dirige un negocio de
protección.
Consideren
este impactante párrafo de un artículo del Wall Street Journal sobre la
reciente reunión en Kiev del secretario del Tesoro estadounidense, Scott
Bessent, con Zelenski. Bessent presentó a Zelenski una oferta que no podía
rechazar y que al final acordó: ceder a Estados Unidos derechos mineros
ucranianos, por valor de cientos de miles de millones de dólares, para
compensar la ayuda estadounidense.
Era una
escena sacada de El padrino: “Bessent empujó el documento a través de la mesa,
exigiendo que Zelenski lo firmara” … Zelenski le echó un rápido vistazo y dijo
que lo discutiría con su equipo. Bessent entonces acercó más el papel a
Zelenski. ‘Realmente necesitas firmarlo’, le dijo el secretario del
Tesoro.
Zelenski dijo
que le había dicho que ‘la gente de Washington’ se enfadaría mucho si no lo
firmaba. El dirigente ucraniano dijo que aceptó el documento, pero no se
comprometió a firmarlo”.
Toda esta
historia demuestra una vez más lo que ocurre cuando Trump ya no está rodeado de
amortiguadores, sino solo de amplificadores.
Bessent, un
inversor experto, seguramente sabía que el presidente de Ucrania no podía
limitarse a firmar un papel en el que entregaba cientos de miles de millones en
derechos mineros sin consultarlo con sus abogados, su Parlamento o su pueblo.
Pero el secretario del Tesoro sintió que tenía que cumplir las órdenes de
Trump, por viles o absurdas que fueran. Si el presidente quiere vaciar Gaza y
convertirla en un casino, eso es lo que hay que vender. ¿Extorsionar a Ucrania
en plena guerra? Eso es lo que haces.
Un presidente
estadounidense serio reconocería que Putin está jugando una mano muy débil que
deberíamos aprovechar. Como señaló The Economist la semana pasada, la mayor
parte de las “ganancias de Rusia se produjeron en las primeras semanas de la
guerra. En abril de 2022, tras la retirada de Rusia del norte de Ucrania,
controlaba el 19,6 por ciento del territorio ucraniano; sus bajas (muertos y
heridos) eran quizás de 20.000 personas. Hoy Rusia ocupa el 19,2 por ciento y
sus bajas son de 800.000, según fuentes del Reino Unido… Más de la mitad de los
7300 tanques que [Rusia] tenía almacenados han desaparecido. De los que quedan,
solo 500 pueden reacondicionarse rápidamente. En abril, Rusia podría quedarse
sin sus tanques T-80. El año pasado perdió el doble de sistemas de artillería
que en los dos años anteriores... La reasignación de recursos de los sectores
productivos al complejo militar ha alimentado una inflación de dos dígitos. Las
tasas de interés son del 21 por ciento”.
Si esto fuera
póker, Putin tiene un par de dos y está intentando engañar apostándolo todo.
Trump, en lugar de poner en evidencia el farol de Putin, está diciendo: “Creo
que me retiro”.
En lugar de
reunir y activar a todos nuestros aliados europeos, redoblar la presión militar
sobre Putin y hacer al dirigente ruso “una oferta que no pueda rechazar”, Trump
hizo justo lo contrario. Nos separó de nuestros aliados en la ONU al negarse a
unirse a ellos en una resolución de condena de la agresión rusa en Ucrania
—votando igual que naciones como Corea del Norte— e inició una campaña llena de
mentiras para deslegitimar a Zelenski, no a Putin.
Además de
afirmar falsamente que Ucrania inició la guerra, Trump declaró que el índice de
popularidad de Zelenski es del 4 por ciento (su índice de popularidad es del 57
por ciento, 13 puntos más que el de Trump) y que Zelenski es un “dictador” y
debería someterse a unas elecciones. Mientras tanto, le otorgó a Putin —quien
condenó a su mayor rival por la presidencia, Alexéi Navalny, a un total de 28
años en un infierno del Ártico, donde murió en condiciones misteriosas— un pase
libre.
Al parecer,
Zelenski cree que no tiene más remedio que firmar algún tipo de descabellado
acuerdo sobre minerales, a pesar de que Trump está exigiendo el triple o el
cuádruple de los aproximadamente 120.000 millones de dólares que Estados Unidos
ha dado a Ucrania en ayuda militar, humanitaria y otros tipos de ayuda
financiera, ayuda que los ucranianos utilizaron para luchar por proteger a
Occidente del agresor ruso.
Todo esto es
simplemente vergonzoso. Trump, en efecto, pretende obtener una ganancia a costa
de los ucranianos como resultado de la invasión a Ucrania realizada por Putin,
al tiempo que no exige a Putin ninguna indemnización ni promete ninguna
protección futura de Estados Unidos para Kiev. Como dejó claro la Casa Blanca:
“Este acuerdo económico con Ucrania no será una garantía de ayuda futura para
la guerra, ni incluirá ningún compromiso de personal estadounidense en la
región”.
No tengo
ningún problema en que Estados Unidos pida acceso preferente para nuestras
empresas a las inversiones en los recursos naturales de Ucrania después de la
guerra, como agradecimiento por nuestra ayuda. ¿Pero hacerlo ahora, y sin
garantías de seguridad a cambio? Don Corleone se avergonzaría de pedir eso.
Pero no Don Trump.
Trump
malinterpreta completamente a Putin. Cree que Putin solo necesita un poco de
atención positiva, un poco de comprensión, un poco de preocupación por sus
necesidades de seguridad —¡un abrazo! — y firmará la paz que Trump tanto desea.
Tonterías. Como me remarcó el especialista en Rusia Leon Aron, autor del
aclamado libro Riding the Tiger: Vladimir Putin’s Russia and the Uses of War:
Putin no busca “la paz en Ucrania. Busca la victoria en Ucrania”, porque sin una
victoria “es muy vulnerable en casa.
Las
democracias capitalistas harán cualquier cosa por la paz, y la autocracia de
Putin hará cualquier cosa por la victoria. Tenemos que cambiar eso”.
La forma de
hacerlo, añadió Aron, sería indicando a Putin que los aliados occidentales
verán su apuesta y la subirán, “no difamando a una nación heroica” que ha
estado luchando por preservar una Europa entera y libre.
Debemos
apoyar a los ucranianos para que consigan el mejor acuerdo que puedan. Lo más
probable es que tenga que incluir un alto al fuego en vigor, de modo que se
reconozca el control de facto de Putin sobre partes del este de Ucrania; una
moratoria sobre el ingreso de Ucrania en la OTAN, y el levantamiento de las
sanciones occidentales a Rusia, pero solo una vez que Rusia desmovilice su
ejército ofensivo del suelo ucraniano. A cambio, Putin tendrá que aceptar
tropas europeas de mantenimiento de la paz en una Ucrania libre y soberana, y
una zona de exclusión aérea sobre ella, con el respaldo de Estados Unidos para
garantizar que el ejército de Putin no pueda regresar, además de la no
interferencia rusa en el proceso de ingreso de Ucrania en la Unión Europea.
Es
fundamental que Estados Unidos insista en que se permita a Ucrania entrar en la
Unión Europea, un proceso de negociación en el que Kiev está inmerso ahora
mismo. Quiero que los rusos miren a Ucrania todos los días y vean una
democracia próspera, eslava y de libre mercado, y se pregunten por qué viven en
la autocracia eslava y ladrona de Putin. En mi opinión, toda esta guerra nunca
ha tenido que ver con que Putin mantuviera a Ucrania fuera de la OTAN. Es la
entrada de Ucrania en la Unión Europea lo que Putin realmente teme.
Un académico
ruso en asuntos internacionales, quien solo puede hablar en privado, me comentó
desde Moscú que el equipo de Putin ve al equipo de Trump como un coche de
payasos, lleno de aficionados, presa fácil para el astuto y cínico objetivo
final de Putin: “MRGA, Hagamos a Rusia grandiosa de nuevo, por su sigla en
inglés (y Hagamos un poco menos grandioso a Estados Unidos de nuevo)”. El
objetivo a largo plazo de Putin, añadió, es gestionar el declive de la
hegemonía estadounidense de modo que Estados Unidos sea “solo una de las
grandes potencias pares”, centrada en el hemisferio occidental y retirada
militarmente de Europa y Asia. Putin ve a Trump como su instrumento contundente
“para gestionar ese declive inevitable”.
¿Se darán
cuenta Trump y sus bobbleheads del Partido Republicano? Quizá, cuando sea
demasiado tarde.
Artículo publicado originalmente por The New York Times / USA.
*Thomas L. Friedman es columnista de la sección de Opinión sobre asuntos
exteriores. Se incorporó al periódico en 1981 y ha ganado tres premios
Pulitzer. Es autor de siete libros, entre ellos From Beirut to Jerusalem, que
ganó el National Book Award. @tomfriedman • Facebook