Trump es proteccionista y Xi Jinping
es aperturista
El nivel de daño del liberalismo bobo
argentino sobre el entramado productivo dependerá de cuánto dure la fiesta
especulativa del dólar barato.
Por Andrés Asiain y Rodrigo
López / Opinión.
El
presidente Javier Milei se siente un mesías global del pensamiento
libertario. Pregona en distintos foros locales e internacionales las bondades
del libre mercado, señalando que el Estado no debe intervenir en la economía.
La aplicación de esa receta en nuestro país, que implicó una contracción
del gasto y la obra pública junto a una apertura importadora con apreciación
cambiaria, ya costó 100.000 puestos de trabajo en la construcción y la
industria, que no fueron compensados por la expansión de los sectores mineros,
agrícolas y de hidrocarburos, cuyo auge sólo derramó en la creación de 10.000
empleos, según datos del SIPA del período noviembre 2023 - agosto 2024. Una
relación de 10 por 1 que plasma la destrucción de empleos que implica
dejar que nuestra matriz productiva sea organizada por el libre mercado.
Mientras el presidente se siente un líder internacional, emocionado porque le dan palmadas en la espalda una serie de milmillonarios norteamericanos que lo pasean por distintos escenarios de la ultraderecha occidental, sus patrocinadores toman el camino inverso a la hora de las decisiones de política económica.
Trump
pregona el made in USA amenazando a China y demás competidores
con fuertes subas en los aranceles, afincándose en la más antiliberal de
las corrientes de pensamiento económico: la escuela americana de
Alexander Hamilton (primer secretario del Tesoro en la gestión de George
Washington). Al respecto, la historia de los EE.UU. muestra que ese país
construyó su desarrollo con dos armas de política económica que aún hoy
continúan siendo sus pilares: el proteccionismo comercial y la impresión
de billetes para financiar un Estado fuertemente deficitario.
Paradojas
de la historia, quienes sí se encuentran comprometidos con el liberalismo
comercial son los “comunistas” chinos. Es que su fuerte desarrollo productivo
con escalas globales de producción y un costo de mano de obra muy inferior al
occidental, le garantizan una superioridad competitiva sobre las potencias
capitalistas tradicionales. A contramano de Trump, el presidente Xi Jinping
prometió aranceles cero para todos los países menos desarrollados con quienes
tiene relaciones diplomáticas.
El hecho de
que la potencia capitalista promueva el proteccionismo, mientras que la
potencia comunista impulse el liberalismo, es una clara demostración de que las
doctrinas económicas exportadas por los Centros son fachadas ideológicas de sus
intereses económicos.
Pero el
presidente “no la ve” y parece dispuesto a sacrificar sectores enteros del
entramado productivo en el altar de su religiosa fe libertaria. Una doctrina
económica que intentan mostrarla como novedosa, cuando es un reciclado del
liberalismo bobo que históricamente aplicaron las élites de los países
periféricos.
Una
política cuyo nivel de daño dependerá de cuánto dure la fiesta especulativa del
dólar barato con que suelen anestesiar, momentáneamente, el dolor social y
económico de las mutilaciones productivas que provoca el programa
liberal.
Texto tomado de Página 12 /
Argentina.