Hernán
Muleiro
Mañana sale al mercado el nuevo disco de Charly García, La lógica del
escorpión.
La producción puede ordenarse ya en su versión digital por la plataforma
Spotify. Está parcialmente inspirada en la fábula budista La rana y el
escorpión.
Cuando el
grupo folk Sui Generis, capitaneado por Charly García y Nito Mestre, irrumpió
en el mercado argentino en 1971, generó un boom de ventas que
elevó la visibilidad de una generación de músicos que definieron el lenguaje y
la forma del rock hecho en Argentina, como contó en reiteradas ocasiones el
productor de su primer disco, Vida, y líder de su propio
grupo, Billy Bond: “Fue grabado en dos días y vendió 400 mil discos en una
época en que los únicos que vendían eran Palito Ortega o
Sandro”.
Con el paso
del tiempo, los cambios musicales y de personalidad de Charly García han sido
señalados como espejo de Argentina, lo que mayormente se ha cumplido.
Resta saber si algo del país gobernado por la ultraderecha se verá reflejado en su nuevo disco, que sale este 11 de septiembre, día del maestro en ese país, aniversario del golpe militar en Chile y día en que suele recordarse la caída de las torres gemelas en Estados Unidos, en 2001.
Luego de ese
año, cuando se desató en Argentina una enorme crisis de representatividad
política, el barrio de Palermo se gentrificaba, en parte por los estudios
televisivos y de radio y, en mayor medida, por un turismo producto de la
recesión económica; fue entonces cuando sectores del barrio comenzaron a denominarse
con nombres como Palermo Soho o Palermo Hollywood. Charly García acuñó su
propio término, Palermo Bagdad.
Los 80
En esa
comparativa entre la realidad argentina y los discos de García, los 80 son una
década interesante, cuando se desató la guerra de Malvinas seguida por el
comienzo de la democracia en un periodo de pocos años. Sobre la guerra escribió
la canción No bombardeen Buenos Aires, en la que con humor
seco cantó: Si querés, escucharé a la BBC/ aunque quieras que lo hagamos
de noche. También captó el espíritu de los tiempos con el grupo que compartió
junto con el baterista Óscar Moro y el bajista Pedro Aznar, Serú Girán,
en No llores por mí, Argentina, aunque por su forma de
dirigirse directamente al país bien podría haber sido escrita en septiembre de
2024:
“Entre
lujurias y represión
“bailaste los
discos de moda
“y era tu
diversión burlarte de los ilusionistas.
“Estás
enferma de frustración
“y en tu
locura no hay acuerdo
una hiena al
reír, pero al almuerzo con los cerdos.
El Charly
solista coincide con una apertura democrática con ecos de represión, pero
también con un aire de destape. Hasta se percibe un alivio en García tratando
temas como Raros peinados nuevos. No sólo eso, sino que en su
música se describe también la extrañeza de estos hábitos culturales luego de un
periodo militar tan violento. Y así fue que esa nueva ola, encarnada, entre
otros, por el grupo Virus, significó algo más para la sociedad que un recambio
estético y musical.
Durante parte
de los años 90, García fue perseguido por los medios amarillistas y de
chimentos del espectáculo, en una relación dual de amor-odio. Su difundido
consumo de cocaína sumado a la imprevisibilidad de sus respuestas y reacciones
lo convirtieron en el blanco perfecto, aunque los perseguidores podían terminar
golpeados por el perseguido o, peor aún, humillados por la lengua del
tecladista nacido con el nombre de Carlos Moreno García. Fue por esa época que
invirtió el orden de una campaña moralista bonaerense apuntada hacia los jóvenes
en vacaciones: ¿Sol sin drogas? Drogas sin sol. Su etapa Say No
More estuvo llena de gestos grandilocuentes, por entonces inmortalizó
otra frase que describía su momento: La entrada es gratis, la salida
vemos. En ese entonces pasó por una etapa de admiración al fallecido líder de
Nirvana, Kurt Cobain, que luego fue remplazado en su imaginario por Marilyn
Manson. Hasta esa época, criticar a Charly García dentro del periodismo musical
era un tabú total, que en el ambiente podía convertirte en provocador o
ignorante, algo tan grave como criticar la poesía límpida de Spinetta o la
vocación social de León Gieco.
Sin embargo,
el primero en bajar de su altar y destruirlo fue el propio García. Por entonces
podía reconocerse su departamento desde la vereda de enfrente gracias al
grafiti en una pared del balcón, y los empleados del videoclub de al lado
estaban más que dispuestos a entregar su número telefónico a un fan, en
reprimenda por las demoras en la devolución de las cintas. Es curioso, en ese
momento no se puede decir que nadie aspirara a ser el próximo Charly, ya
la historia oficial lo había colocado en la cima de un olimpo inalcanzable; sin
embargo, llegar hasta la puerta de su hogar no era para nada difícil.
Al inicio de
la década de 2000 ir a uno de sus recitales podía suponer el siguiente cuadro:
verlo pulverizar un piano con un hacha; luego tocar canciones de un álbum
homenaje a Titanes en el ring, programa de lucha libre para
público infantil; y después hacer que 4 mil fanáticos pegados unos a los otros
se agacharan para hacerle una alabanza. El espectáculo termina con una
esvástica, la estrella de David y el signo de dólar superpuestos en el mismo
telón. Quienes vieron en México sus conciertos de esta etapa aseguran que
podían durar entre 20 minutos y dos horas.
Luego, el
silencio. Charly es internado en una clínica de rehabilitación manejada por un
actor-músico cristiano y conservador llamado Palito Ortega. La
imagen llama la atención, ya que se trata de un ícono antirrepresivo y
democrático alojado en el hospital de una figura asociada con la propaganda de
la dictadura militar. Finalmente emerge con su disco Random, en
2007.
Canonizado
En 2021,
cuando García cumplió 70 años, los principales homenajes fueron en el Centro
Cultural Kirchner y en el emblemático Teatro Colón, en este último con un
repertorio a cargo del músico rosarino Fito Páez, otrora parte de la banda de
García. En ese centro tocaron varias de las alineaciones de García a lo largo
del tiempo, con el mismo Charly sorprendentemente presente sobre el escenario
en un tramo. Su reaparición pública fue mantenida en secreto hasta último
momento y entendida más desde lo emocional que desde lo artístico, dados
algunos problemas de salud del compositor.
Hay mucha
expectativa de los fanáticos por el nuevo disco de Charly. Para los más
veteranos, ir a buscar una grabación de García a una disquería es una especie
de flashback total que atraviesa diferentes etapas de sus
vidas. Cierta información sobre el lanzamiento surgió en las redes a partir de
una sesión de escucha para periodistas: son parte de su grupo el guitarrista
Fernando Samalea y el baterista Kabusaki, quienes estuvieron a su lado en
varias producciones. Incluirá otro cover de The Byrds, So
You Want to Be a Rock ’n’ Roll Star, la sátira del grupo de Roger
McGuinn sobre su propia carrera, que se sumará a Me siento mucho más
fuerte sin tu amor (I Feel A Whole Lot Better). El arte de
tapa es de Renata Schussheim, artista que colaboró con García en la recordada
puesta en escena de un concierto de 1982 en el estadio Ferro, en el que la
escenografía de una ciudad era bombardeada al final del show. Las
canciones El club de los 27 y Medicina 9 cuentan
con la participación de su compañero en Serú Girán, David Lebón; y en América
colabora el bajista de Serú y cocreador del disco Tango 4, Pedro
Aznar. También recupera una composición junto con Luis Alberto Spinetta, La
pelícana y el androide, para un disco conjunto que nunca terminó de
materializarse y que fue incluida en el álbum Privé, de
Spinetta.
A varios de
los que crecimos con ese Charly más nombrado por sus aventuras mediáticas que
por su obra, nos llevó un tiempo darnos cuenta de que no había tantos músicos
capaces de escribir versos como: Esta canción durará por siempre / por eso
mismo yo la hice así/ una canción sin amor / sin dolor/ la canción sin fin.
Texto tomado
de La Jornada / México.