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12 agosto, 2024

Negociación, una solución política y pacífica para Venezuela

Por Carlos Torrealba R. *

- La decisión del gobierno de no renunciar al poder bajo ninguna circunstancia, ha pasado a un punto de no retorno, donde no se plantea la irreversibilidad. Aquí no hay que olvidar lo que repetidas veces han declarado altos personeros del oficialismo: "ni por las buenas ni por las malas, más nunca volverán a gobernar este país".

- Como se sabe, el presidente Nicolás Maduro ha recurrido al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) para solicitar la validación de su reelección, en medio de una creciente presión nacional e internacional para que se publiquen y auditen las actas de la votación del 28 de julio, dadas las "dudas razonables" sobre el resultado de las elecciones en Venezuela.

- Ahora bien, sería iluso pensar que el TSJ tome una decisión contraria a la anunciada por el Consejo Nacional Electoral (CNE) al proclamar a Nicolás Maduro presidente electo para el período 2025-2031 y la razón es muy sencilla: el TSJ, como así es percibido por el país, no es hoy un poder independiente, está bajo control del oficialismo, lo que inclina la balanza hacia una de las partes en conflicto. A consecuencia de ello, no es de esperar que la crisis política en desarrollo se resuelva a nivel de esta instancia judicial. Por el contrario, se agravará aún más ante la persistencia de la duda de que hubo fraude en las presidenciales.

- Al validar el TSJ la "reelección" del presidente Nicolás Maduro, Venezuela tendrá, a partir del 10 de enero de 2025, cuando se realice el juramento de ley en la Asamblea Nacional, un gobierno sin tener la legitimidad del pueblo, otorgada por el voto popular, dadas las "dudas razonables" respecto a su origen.

- Un gobierno así constituido que no busca gobernar sino mantenerse en el poder, su escenario futuro camina hacia un creciente autoritarismo, con violación del estado de derecho y los derechos humanos, ocasionando mayores problemas a los que ya tiene acumulado el país producto de una crisis económica y social no resuelta, que presagia una situación aún más difícil para la vida de los venezolanos.

- Si antes del 10 de enero de 2025 no se resuelve la crisis política en desarrollo y no se revierte la eventual instauración de un gobierno "ilegítimo", el panorama hacia adelante no es nada alentador. Se limitarán o perderán las pocas instituciones democráticas que quedan; el país sufrirá de un mayor aislamiento internacional con severas consecuencias económicas; se incrementará el descontento y la presión social por mejoras de las condiciones de vida y cuando exista una sobrecarga de demandas sociales se hará evidente la creciente dificultad para procesar los problemas y ofrecer respuestas en clave de políticas públicas efectivas y eficaces con un Estado económicamente quebrado.

- En este contexto, el reto que ha de asumir la sociedad en conjunto es evitar que ese futuro catastrófico se haga realidad. El país lleva 25 años de conflicto, confrontación y antagonismo. Tenemos una nación agotada que ha perdido oportunidades de desarrollo económico y social, que hoy vive en el atraso y convertida en una de las economías más pobres de América Latina, luego de haber perdido las tres cuartas partes del tamaño que tenía en los últimos diez años.

- No obstante, Venezuela es un país recuperable económica y socialmente por el enorme potencial que tiene, similar al potencial que tienen muchas de las  economías emergentes del mundo. Este país podría convertirse en el lapso de veinte años o menos en una nación moderna, próspera y de gran empuje, altamente atractiva para formar familias y hacer empresas, incluso para los visitantes que vengan a invertir y hacer turismo.

- La condición para que eso ocurra es la existencia de instituciones democráticas, gobiernos sólidos con alternancia en el poder, inversión privada nacional e internacional que ayuden a expandir un rápido crecimiento con sostenibilidad a largo plazo, liderazgo con visión de futuro y comprometido con un modelo de desarrollo productivo, diversificado y exportador, generador de riqueza y bienestar social, y ciudadanos concienciados con la hoja de ruta.

- Por lo antes dicho, es vital que Venezuela resuelva la crisis política en desarrollo, de manera que el país pueda avanzar por la vía de satisfacer la aspiración de cambio que subyace en la sociedad. A ello llegaremos si y solo si las partes involucradas entienden la conveniencia de negociar y llegar acuerdos con sentido pragmático dentro de un escenario “ganar-ganar”, tanto para el gobierno como para la oposición, donde ninguno de estos factores obtendrán lo que inicialmente pretenden. O en palabras del Padre Arturo Sosa, s.j.: "una posición que no es ni la mía ni la tuya, sino una tercera posición o una distinta posición que supone que yo tengo que ceder parte de ella para construir una cosa nueva".

- Si bien es la voluntad de las partes en conflicto lo que puede conducir a la negociación y al establecimiento de un pacto de beneficio mutuo; no menos cierto es que la mediación internacional puede jugar un papel fundamental para alcanzar acuerdos. Por ello hay que apoyar los buenos oficios y la diplomacia en plena marcha de los gobiernos de México, Colombia y Brasil, así como el acercamiento y la conversación entre Estados Unidos y Venezuela, con miras aliviar la crisis y dejar abiertas las opciones, entre ellas, el levantamiento de las sanciones personales, para bajar la resistencia a negociar.

- Mientras tanto, hay que tener paciencia activa, hacer política dialogando y manejando la disputa en forma pacífica y dar tiempo para que las presiones y persuasiones produzcan el escenario para un acuerdo negociado, con plenas garantías para las partes en conflicto. Solo así se podrá resolver la crisis política y crear las condiciones para una transición hacia la democracia en paz y con estabilidad, de manera que el país pueda aspirar a tener un futuro mejor.

*Economista.