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11 agosto, 2024

Mantener la decisión de cambio

                                                                                                       Simón García / Opinión 

Las consecuencias de las elecciones del 28 de julio se expresan en los resultados, que *muestran la contundente victoria de Edmundo González*, aspecto inmediato y fundamental. 

Pero también en otros cambios que deben exponerse para observación y análisis del todo por parte de todos, porque *el final de esta situación va más allá de lo que decida la sala electoral*.

El 28 de julio, sin decreto, *la gente optó por una transición*. Y ese es el proceso que está en curso sin que podamos adivinar su evolución. 

Pero en la transición *se solapa un fuerte impulso de regresión contra la aspiración de un pueblo revuelto que quiere libertad, prosperidad y solidaridad*

El 28 de julio ganó un país, no una parte de él contra otra. Según Fernando Mires existen dos chavismos, el de Chávez y el de Maduro. *La victoria electoral fue posible porque varios millones de seguidores de Chávez   no respaldaron el chavismo de Maduro*. No porque cambiaran de proyecto, sino porque sienten que el presidente no lo expresa y prefirieron castigar la pésima gestión del candidato Maduro.

Otro aspecto importante, es que se rompió el mantra autoritario de que gobierno no pierde elecciones. *Un voto esperanza, no sólo hecho de  descontento,  pudo más que el costo de continuar viviendo una inaguantable mala situación personal y familiar*. Comprendimos y aprendimos que los costos de salida y permanencia deben calcularse también en los gobernados.

Hay que insistir en *resaltar el triunfo del 28 como una victoria de todos*. Una victoria que tiene sus antecedentes en una lucha que se ha mantenido, contra viento y marea, por un muy largo tiempo. Por supuesto que *también hay que resaltar el inmenso liderazgo de María Corina quien ha tenido un desempeño admirable*. La amplitud y moderación que aportó *la candidatura de González Urrutia construyó un afortunado equilibrio perceptivo*.

No es valido seguir enjuiciando a María Corina por sus actuaciones en un pasado que ha sabido superar con coraje cívico. Tampoco lo es porque *existe un combate al extremismo que confunde posturas maximalistas con posiciones radicales*. Esta simbiosis de significados ayudó a que *por reconocimiento a las fortalezas reales del adversario, se disminuyera el perfil alternativo de la política opositora*. *Hoy y hasta nuevo aviso, María Corina es una dirigente radical, no  una desbordada extremista*.

En la otra cara del asunto, *no forma parte de la cultura democrática endiosar a los dirigentes, depositar en ellos una fe ciega y ceder responsabilidades de la ciudadanía para que se hagan autónomos y vinculados por lazos puramente emocionales*.

Tampoco es la hora de convertir la victoria sobre el autoritarismo dominante en el autoritarismo de quienes deben *conformar, bajo la figura de María Corina y Edmundo, una dirección amplia y representativa que dirija la resistencia pacífica, democrática y constitucional* que haya que asumir en las nuevas etapas.

Es momento para elevar el orgullo por la misión desempeñada; para  celebrar la decisión de cambio a la fuente ovejuna, especialmente expresada en los sectores populares; *de ponerse cera en los oídos y *activar las neuronas ante los llamados a desistir de la vía electoral, de la organización y movilización de la gente y de la importancia de tener la ventaja de la razón para seguir construyendo fuerza de cambio, aún en condiciones no democráticas*. Así ha sido hasta ahora.

Un recurso poderoso es *perfeccionar la política transicional*. Sin el estilo de la tomas o la dejas en su forma, *con contenidos irreales o versiones que la presenten como una concesión en vez de una negociación*, donde las partes se reconozcan y tengan la expectativa de ganar más o de perder menos de lo que obtendrían por formulas diferentes al *acuerdo plural para una gobernabilidad con paz y estabilidad*.