Las consecuencias de las elecciones del 28 de julio se
expresan en los resultados, que *muestran la contundente victoria de Edmundo
González*, aspecto inmediato y fundamental.
Pero también en otros cambios que deben exponerse para
observación y análisis del todo por parte de todos, porque *el final de esta
situación va más allá de lo que decida la sala electoral*.
El 28 de julio, sin decreto, *la gente optó por una
transición*. Y ese es el proceso que está en curso sin que podamos adivinar su
evolución.
Pero en la transición *se solapa un fuerte impulso de regresión contra la aspiración de un pueblo revuelto que quiere libertad, prosperidad y solidaridad*
El 28 de julio ganó un país, no una parte de él contra otra.
Según Fernando Mires existen dos chavismos, el de Chávez y el de Maduro. *La
victoria electoral fue posible porque varios millones de seguidores de Chávez
no respaldaron el chavismo de Maduro*. No porque cambiaran de proyecto,
sino porque sienten que el presidente no lo expresa y prefirieron castigar la
pésima gestión del candidato Maduro.
Otro aspecto importante, es que se rompió el mantra
autoritario de que gobierno no pierde elecciones. *Un voto esperanza, no sólo
hecho de descontento, pudo más que el costo de continuar viviendo
una inaguantable mala situación personal y familiar*. Comprendimos y aprendimos
que los costos de salida y permanencia deben calcularse también en los
gobernados.
Hay que insistir en *resaltar el triunfo del 28 como una
victoria de todos*. Una victoria que tiene sus antecedentes en una lucha que se
ha mantenido, contra viento y marea, por un muy largo tiempo. Por supuesto que
*también hay que resaltar el inmenso liderazgo de María Corina quien ha tenido
un desempeño admirable*. La amplitud y moderación que aportó *la candidatura de
González Urrutia construyó un afortunado equilibrio perceptivo*.
No es valido seguir enjuiciando a María Corina por sus
actuaciones en un pasado que ha sabido superar con coraje cívico. Tampoco lo es
porque *existe un combate al extremismo que confunde posturas maximalistas con
posiciones radicales*. Esta simbiosis de significados ayudó a que *por
reconocimiento a las fortalezas reales del adversario, se disminuyera el perfil
alternativo de la política opositora*. *Hoy y hasta nuevo aviso, María Corina
es una dirigente radical, no una desbordada extremista*.
En la otra cara del asunto, *no forma parte de la cultura
democrática endiosar a los dirigentes, depositar en ellos una fe ciega y ceder
responsabilidades de la ciudadanía para que se hagan autónomos y vinculados por
lazos puramente emocionales*.
Tampoco es la hora de convertir la victoria sobre el
autoritarismo dominante en el autoritarismo de quienes deben *conformar, bajo
la figura de María Corina y Edmundo, una dirección amplia y representativa que
dirija la resistencia pacífica, democrática y constitucional* que haya que
asumir en las nuevas etapas.
Es momento para elevar el orgullo por la misión desempeñada;
para celebrar la decisión de cambio a la fuente ovejuna, especialmente
expresada en los sectores populares; *de ponerse cera en los oídos y *activar
las neuronas ante los llamados a desistir de la vía electoral, de la
organización y movilización de la gente y de la importancia de tener la ventaja
de la razón para seguir construyendo fuerza de cambio, aún en condiciones no democráticas*.
Así ha sido hasta ahora.
Un recurso poderoso es *perfeccionar la política
transicional*. Sin el estilo de la tomas o la dejas en su forma, *con
contenidos irreales o versiones que la presenten como una concesión en vez de
una negociación*, donde las partes se reconozcan y tengan la expectativa de
ganar más o de perder menos de lo que obtendrían por formulas diferentes al
*acuerdo plural para una gobernabilidad con paz y estabilidad*.