Silvia Leiva Elgueta
sleiva@laprensaaustral.cl
En Magallanes, en el extremo sur de Chile, el viento frío y
el clima impredecible han sido testigos del florecimiento de nuevas historias.
De jóvenes que han echado raíces en un suelo desconocido. Andrés, Sophia,
Yoryeth y Gustavo son sólo cuatro de los muchos que, desde diferentes países,
han llegado a este último rincón del planeta en busca de un nuevo hogar. A
través de sus vivencias, se entrelazan relatos de nostalgia, adaptación y
esperanza.
Andrés Yoely Ceballos González (13), alumno de séptimo básico
en la Escuela Bernardo O’Higgins en Punta Arenas, arribó a Magallanes desde El
Vigía, una ciudad del Estado de Mérida, Venezuela, cuando tenía diez años. La
transición no ha sido fácil, pero gracias a su carácter abierto, se adaptó
rápidamente. Reconoce las diferencias en el sistema educativo chileno y el de
su país, pero está contento en su escuela, le gustan las materias que aprende y
se ha sentido cómodo. No sólo ha sobresalido académicamente, sino también en el
deporte. El año pasado, fue reconocido en futsal, una pasión que trajo consigo
desde Venezuela.
Sophia Victoria Valero Soto tenía 6 años cuando viajó a Chile, era tan pequeña que no recuerda el lugar exacto de Venezuela del que provino y tampoco cómo era su hogar. Ahora, con 9 años cursa tercero básico en la Escuela Bernardo O’Higgins, siendo el único entorno escolar que conoce. Su hermano también estudió allí.
Yoryeth Figuera Moy es presidenta del Centro de Alumnos del
Liceo Sara Braun y cursa el segundo medio. Dejó Venezuela a los diez años, viajando
primero a Argentina y luego a Chile, donde se estableció en Magallanes junto a
su madre y su hermana menor. Su llegada a Chile fue impulsada por la
inestabilidad de su país natal, donde las manifestaciones y la violencia
preocupaban a su familia.
Al principio, la vida en Argentina fue difícil, ya que
enfrentó discriminación por ser extranjera. “Los chicos argentinos tienen una
mentalidad muy cerrada y era la única extranjera en toda la escuela con mi
primo que es un año menor que yo”, relata.
Bullying
Pero en Magallanes, Yoryeth ha encontrado su lugar, sobre
todo en el Liceo Sara Braun. Al llegar a la región, y estando aún en una
escuela básica se enfrentó al bullying problemas que incluso llevaron a una
agresión, pero su ingreso al Liceo Sara Braun cambió todo, su determinación la
llevó a convertirse en una figura respetada, ganando la confianza de sus
compañeros y asumiendo un rol de liderazgo estudiantil.
La última vez que estuvo en Venezuela fue el 22 de octubre de
2018 y reconoce que le gustaría volver. “Es algo que sueño, pero ahorita con la
situación no es una opción. Sí nos lo replanteamos antes de las elecciones
porque teníamos la esperanza. Todos tuvimos esperanza de volver. Pero con este
gobierno no es bueno”.
Su compañero de liceo, Gustavo Celis Sánchez, de segundo B,
arribó a Chile con ocho años, dejando atrás su ciudad natal, El Tigre, en el
Estado de Anzoátegui, en el noreste de Venezuela. Su padre había emigrado un
año antes para trabajar y posteriormente, Gustavo y su familia se unieron a él
en Santiago. Luego la familia se estableció en Punta Arenas.
“Es todo un proceso, porque es una ciudad nueva, un liceo
nuevo, con personas nuevas, uno se va adaptando a las cosas. Hay diferentes
costumbres, culturas, bailes, música, todo es distinto”, sostuvo Gustavo, quien
también es parte del Centro de Alumnos.
A pesar de las diferencias culturales, Gustavo se ha adaptado
bien, incluso abrazando la tradición chilena de la cueca, en la que ha
competido y ganado en su liceo. Sin embargo, a pesar de su integración, no ha
olvidado su país de origen. Aunque no considera volver en el corto plazo debido
a la situación política y económica, sueña con regresar algún día, cuando
Venezuela sea un país más estable.
Estas son las historias de jóvenes valientes que, a pesar de
las adversidades, han encontrado la fuerza para seguir adelante. Magallanes los
ha acogido, ofreciéndoles una nueva oportunidad de construir sus vidas,
mientras mantienen viva la esperanza de un futuro mejor, tanto para ellos como
para el país que dejaron atrás.
La migración escolar
Son alrededor de mil los estudiantes con Identificador
Provisorio Escolar, procedente de Venezuela, Colombia y Argentina.
El último estudio elaborado por Fundación Servicio Jesuita da
cuenta que el 79,9% de los estudiantes migrantes es parte de la educación
pública, el 16,2% está en un establecimiento subvencionado y el 3,9% restante
está en un colegio privado.
La llegada de alumnos haitianos
Uno de los desafíos que enfrentan las comunidades escolares
dice relación con la barrera del idioma, un desafío que quedó en evidencia tras
la incorporación de estudiantes haitianos que sólo hablan creole, una
incorporación que, si bien no aparece en las estadísticas oficiales, sí se han
incorporado en los liceos Sara Braun y María Behety.
La directora de este último liceo, Marcela Andrade Yáñez,
reconoce que ha aumentado la cantidad de estudiantes migrantes. “Hace poquito
llegó una estudiante haitiana, siendo la primera que tenemos en el liceo”.
En este proceso el establecimiento aprendió y se adaptó para
poder integrar a las estudiantes migrantes. “Por ejemplo, en algún momento
nuestro manual de convivencia decía que los estudiantes no pueden tener
peinados de fantasía, como las trencitas. Conversando con nuestros estudiantes,
vimos que hay situaciones culturales de su país y nosotros no somos quienes
para quitárselas. Así que ha sido un aprendizaje mutuo”, subrayó.
Sobre la estudiante de Haití se han buscado las herramientas
para poder integrarla de buen modo. “Sus compañeros la recibieron muy bien
porque trabajaron inicialmente desde el celular con traductores. Los profesores
están muy interesados en trabajar con la familia. Tenemos que hacer que ella se
sienta acompañada, respetar su cultura, pero también ella tiene que adecuarse
al establecimiento para lograr aprendizaje”, sostuvo la educadora, quien
comenta que cerca del 40% de la matrícula del liceo es migrante.
El 25% de la matrícula de la
Escuela O’Higgins son alumnos extranjeros
La Escuela Bernardo O’Higgins de Punta Arenas es otro de los
establecimientos que trabaja con una gran cantidad de alumnos migrantes. En
total son 79 y ellos representan el 25% de la matrícula del colegio de
educación básica.
Su directora Hilda Villegas explica que las diferencias del
sistema educativo conllevan a generar discrepancias en el nivel académico y en
el conocimiento previo que poseen los estudiantes. “La integración social de
los estudiantes migrantes en algunos casos puede ser difícil, ya que se
enfrentan a barreras sociales y culturales que pueden afectar su bienestar
emocional. No es fácil adaptarse a un ambiente escolar nuevo, a una estructura
de clase. Felizmente en este establecimiento, al poseer una alta matrícula de
estudiantes migrantes, la relación que se produce entre ellos es en forma
inmediata y su integración con sus pares se da de forma espontánea sin mayores
dificultades”.
Fuente: La Prensa
Austral / Chile.