Pasó un año y medio viviendo en una
tienda de campaña en la Guayana Francesa. "Llegué a alimentarme de la
basura", dice el joven. Tras recorrer 5 países, llegó a Madrid y evitó in
extremis su devolución a Marruecos. Ahora espera respuesta a su petición de
asilo.
Francisco Carrión@fcarrionmolina
Mustafa Sid Zein sonríe.
Por fin. Por primera vez en meses se siente a salvo. Aterrizó hace tres
semanas en el aeropuerto de Barajas. Al llegar hizo añicos el pasaporte
marroquí y solicitó asilo en España. La denegación inicial le sumió en un
estado de pánico. “Tuve mucho miedo. Después de una travesía tan larga y de
haber recorrido tanto, me encontré encarcelado. Las condiciones en la sala de
inadmitidos de Barajas son propias de una prisión”, relata el veinteañero
saharaui a El Independiente, en su primera entrevista tras lograr
autorización para acceder a territorio nacional.
Sid Zein,
de 26 años, pasó cerca de una semana en las abarrotadas estancias de la
terminal 2 de Barajas donde la policía nacional confina a quienes piden
protección internacional, junto a otros colegas saharauis. Hasta llegar a
Madrid protagonizó una auténtica hazaña: recorrió cinco países y dos
continentes a lo largo de 14 extenuantes días de viaje por tierra, mar y aire.
Procedente de los territorios del Sáhara Occidental ocupados por Marruecos, el
joven había pasado los meses previos en la Guayana Francesa, una región
francesa de ultramar ubicada en la costa noreste de Sudamérica, encajada entre
Brasil, Venezuela y Surinam.
Un año viviendo en una tienda de campaña en una base militar abandonada
“La experiencia en la Guayana fue terrible,
especialmente en las últimas semanas previas a mi viaje. Llegué a un punto en
el que me sentí autista, totalmente aislado. Pasé varios días sin salir ni
comer ni hacer actividad física. Solo quería estar solo” narra Sid Zein, que
residía junto a decenas de migrantes en tiendas de campaña instaladas en el
interior de una base militar abandonada. “Quería salir de allí desesperadamente
y habría optado por cualquier opción”, admite. Con la ayuda económica de sus
familiares -el viaje costó unos 3.000 euros-, emprendió un viaje incierto:
primero en coche de la Guayana hasta la frontera con Brasil -“no había
controles”, señala-; un barco para cruzar de país; y, una vez en Brasil,
lo atravesó -“es un país inmenso”, dice- durante cuatro días en coche y
avión. “Dormí en Macapá [al noreste del estado de Pará] y
desde allí tomé un vuelo a Manaos. Pasé dos días allí y de allí
volé a Panamá donde hice escala rumbo a Cuba”.
En La
Habana, evoca, su cuerpo notó el cansancio del tránsito que lo había
mantenido en vilo durante las jornadas previas. “Me pasé cinco días sin salir
del hotel solo pensando en cómo sería lo siguiente, lo que estaba por venir.
Tenía miedo”, confiesa. El último tramo del viaje consistía en hacer escala
en Madrid, destino a Marrakech, el supuesto final de su
trayecto. “En total unos 10 días”, replica. Aterrizado en Barajas, Sid Zein
pergeño el modo de deshacerse de su pasaporte. Bajo ninguna circunstancia
quería retornar a los territorios ocupados del Sáhara Occidental, donde
nació y donde había sufrido las represalias de ser un activista en favor de la
independencia de la ex provincia española, ocupada por Rabat desde 1976 y
pendiente de descolonización. “Cogí el pasaporte marroquí y lo fui rompiendo en
pequeños trozos que iba repartiendo por distintas papeleras del aeropuerto”.
Una semana
en el limbo de Barajas
“Recuerdo
que, antes de hacerlo, vagué por el aeropuerto pensando el modo de deshacerme
del pasaporte. No quería coger aquel vuelo”, desliza. En mitad de aquel debate
interno, escuchó a alguien que lo llamaba por su nombre. Era Hafed Zergui, otro
joven saharaui que había aterrizado en Barajas huyendo de las autoridades
marroquíes en viaje de un mes que lo había llegado desde Marruecos a España con
escala en Qatar, Brasil, Nicaragua y México. Su situación era muy similar. “Hafed
me reconoció porque soy activista en Tiktok y suelo hacer los lives a cara
descubierta. Me preguntó qué hacía allí y le dije que iba a solicitar asilo.
'Yo también', me respondió. De repente, en mitad de la conversación, se
presentó un policía. El agente nos pidió el pasaporte. Al informarle de que no
lo teníamos y de que queríamos pedir asilo, nos advirtió: 'Vais a volver los
dos a Marruecos'. Aquello nos causó pánico porque sabíamos que la devolución se
podía hacer también sin necesidad de pasaporte, pues la compañía aérea disponía
de una copia entregada durante la compra del billete”.
Un segundo
policía les reiteró que su destino era Marruecos, antes de conducirlos a la
sala de inadmitidos del aeropuerto. “Minutos después apareció otro agente más
amable. Le dimos la documentación saharaui que teníamos y nos llevaron hasta la
estancia. En aquel momento no entendíamos nada, si nos iban a deportar o nos
iban a facilitar la tramitación de la solicitud”. Para entonces, quedaban aún
algunas horas para sus respectivos vuelos a Marruecos. La devolución era un
riesgo cierto. “De Marruecos te puedes esperar cualquier recibimiento”,
responde el joven, que aquel día sorteó la deportación pero cayó enfermo
durante las jornadas siguientes.
El infierno
de los territorios ocupados del Sáhara
Sid Zein
sabe bien lo que supone vivir en los territorios ocupados. Residió en El Aaiún,
la capital del Sáhara, hasta hace año y medio. “Allí me gané la vida como vendedor
de pescado, el único saharaui que lo hacía, y después como peluquero”,
murmura. Unos trabajos que compaginaba con su activismo en favor de la
independencia del Sáhara Occidental, desde pintadas con la enseña saharaui en
las paredes de edificios estatales hasta distribución de pasquines por las
calles y publicaciones en redes sociales. “El precio era la discriminación en
todos los sentidos. Me llamaban despectivamente 'separatista'. Las autoridades
marroquíes han impuesto una regla: o estás con ellos o contra ellos. Si optas
por lo segundo, no existes”. El joven fue víctima de una represión que se ceba
con la disidencia saharaui y los activistas de derechos humanos.
“Y lo sabes
ya desde muy pequeño. Nadie te explica nada pero sabes que eres saharaui y
diferente a los colonos. Entiendes en la escuela que no eres como los demás
niños. Es el propio profesor el que te lo enseña”, argumenta Sid Zein.
“Si no estás con ellos, no te queda más remedio que salir. Tengo amigos que
tomaron una patera, algunos llegaron a Canarias y otros desaparecieron en el
mar. Como Said Lili -un rapero de canciones revolucionarias
conocido por el nombre artístico 'Fliitox Craizy'-que murió en la travesía. Yo
nunca pensé en esa posibilidad”.
En el transcurso
de apenas unas semanas cuatro jóvenes saharauis han pedido asilo en varios
aeropuertos españoles. Organizaciones de derechos humanos reconocen que el
éxodo se halla al alza. “Es tal la discriminación y el acoso que llega un
momento en el que no lo soportas. No hay una tercera vía para permanecer allí.
La sensación es que han regresado los años de plomo, con penas muy largas de
cárcel y delitos completamente inventados”, esboza. Y rememora una amenaza de
un agente del Mujarabat (servicios secretos) a plena luz del
día: “Recuerdo que iba por la calle y me llamó el conductor de un Dacia negro.
Me acerqué y me dijo: '¿Todavía no quieres apartarte?' Le pregunté a qué se
refería. Y la respuesta fue: 'No es hoy pero tu día está en camino'”.
Él mismo
fue atacado por la policía por llevar una bandera saharaui y ha sufrido al
menos tres detenciones. “Nunca olvidaré cuando me lastimaron el hombro. Me
detuvieron en el camino hacia el aeropuerto de El Aaiún; me
subieron en un coche de policía y me agredieron. Yo opté por no hablar. A los
agentes les perturbó que no dijera palabra. Cuando uno de ellos se cansó de
pegarme sin resultado, llamó a otro compañero, que informó de que era
separatista. Todos los agentes de la comisaría me conocían porque frecuentaban
la tienda de mi tío donde yo trabajaba. Me tuvieron detenido hasta que me
rompieron el hombro. Se debieron asustar y me terminaron soltando”.
El sueño de
volver a ver a su madre en un "Sáhara libre"
Una
situación insostenible con puso tierra de por medio escapando hacia la Guayana,
un destino que no precisa de visado previo desde Marruecos. “Pero la
experiencia fue dura. Pasé más de un año en una tienda de campaña y llegué a
comer de la basura”, comenta. Para ganarse unos euros, ayudaba a descargar la
mercancía en un supermercado. “Nos daban entre 8 y 15 euros por trabajar toda
la noche”. “Actualmente hay 500 y 600 saharauis varados en la Guayana”,
agrega. En la instalación militar que se convirtió en su improvisado hogar,
había también, además de saharauis, algunos venezolanos y “cuatro marroquíes
apartados”.
A la espera
ahora de la respuesta a su solicitud de asilo, Sid Zein trata por enésima vez
de rehacer su vida. Antes de su experiencia en la Guayana, pasó una temporada
en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf (Argelia). “Me
sorprendió que eran todos saharauis”, contesta quien ha pasado casi toda su
existencia entre colonos marroquíes en un territorio en el que los saharauis
representan ya apenas el 10 por ciento de la población total. “El Sáhara será
libre, si Dios quiere”, responde sin perder la esperanza que niega, una vez y
otra, el escenario internacional.
“España ha
cometido un error histórico apoyando a Marruecos que ojalá repare”, opina,
agradecido por la acogida en Madrid. Pero sin olvidar a sus camaradas que
quedaron en los territorios, algunos como Aiman Al Yathrabi y Hussain
Bourekkba, dos estudiantes saharauis condenados a diez años de cárcel por
su activismo. “Ellos no tienen voz”, lamenta. Cuando la entrevista apura sus
últimos minutos y se le pregunta por su sueño, el joven toma aire y balbucea:
“Mi sueño es reencontrarme con mi madre en un Sáhara libre. Y vivir en paz.
Sentir que no tengo miedo nunca más”.
Tomado de
El INEPENDIENTE / España. / Imagen: Francisco Carrión