El monarca
alauí, que accedió al cargo tras la muerte de su padre Hasán II en 1999, ha
perpetuado "los males" de Marruecos, según los expertos. "Un cuarto
de siglo de expectativas frustradas", advierte un disidente
Francisco
Carrión@fcarrionmolina
“Fundador del Marruecos moderno”, artífice del
“milagro económico” o “motor del crecimiento del país”. La prensa oficialista
marroquí lleva días festejando con su fanfarria habitual los 25 años del
reinado de Mohamed VI que se cumplen este martes. El cuarto de siglo de un
monarca que llegó al trono tras el óbito de su padre Hasán II con
las promesas de modernizar la monarquía y alejar los años de plomo de su
progenitor. Un compromiso que se antoja una completa utopía en las bodas de
plata de su reinado, con una agenda pública reducida a la mínima expresión y un
círculo palaciego que, en sus prolongadas ausencias, ha impuesto el silencio a
golpe de represión y cibervigilancia sobre una sociedad herida por los niveles
de pobreza, los abismos sociales y la falta de servicios públicos.
“Un cuarto de siglo de expectativas frustradas”, replica sin titubeos el economista marroquí Fouad Abdelmoumni, director de la oficina marroquí de Transparencia Internacional, en conversación con El Independiente. La radiografía con la que disecciona cinco lustros de Mohamed VI en palacio carece de anestesia y resulta desoladora: “un nivel de empleo muy bajo y en constante descenso; una clase media cuyo nivel de vida ha caído en picado; un sistema educativo y sanitario en situación desesperada; niveles de depredación y captura del Estado sin precedentes; impunidad a toda costa para los hombres del régimen; y una monopolización del poder y la riqueza sin precedentes”, detalla.
Abdelmoumni -una
de las decenas de víctimas locales del espionaje con Pegasus que
el aparato policial marroquí ha empleado también contra mandatarios
internacionales, incluidos ministros españoles- es una de las contadas
voces que rompen su silencio entre los muros de Marruecos. Está dispuesto a
pagar el precio en medio de un panorama incompatible con el optimismo, marcada
por "la avanzada castración de las élites del régimen y la represión
desenfrenada de las voces críticas”. “No existe ninguna perspectiva más allá de
un cambio cosmético”, esboza.
Un nivel de
empleo muy bajo y en constante descenso; una clase media cuyo nivel de vida ha
caído en picado; un sistema educativo y sanitario en situación desesperada...
Pobreza y
desigualdad
Los datos
corroboran su falta de esperanza. Según un informe del Instituto Real de
Estudios Estratégicos hecho público a finales de 2023, la tasa de pobreza se
cuadriplicó en dos años, impulsada por la pandemia del coronavirus y el cierre
del mercado turístico. Casi una quinta parte de la población vive cerca del umbral
de pobreza. Hace un lustro, los datos globales sobre pobreza en el país la
situaban por el 16% de la población: el 6,4% de la población considerada pobre
en todos los indicadores y un 10,9% adicional clasificado como vulnerable a la
pobreza multidimensional. Más de seis millones de personas en un país que tiene
un 13% de paro, especialmente alto entre los jóvenes (35,8%), los
titulados universitarios (19,7%) y las mujeres (18,3%).
Un balance
que Pierre Vermeren, profesor de historia de las sociedades árabes
y bereberes contemporáneas en la Universidad de París 1 Panthéon-Sorbonne,
considera “desigual” en declaraciones a este diario. “Resulta innegable que
Marruecos ha cambiado: el PIB se ha multiplicado por 3 -incluyendo la
inflación-, la población ha aumentado casi un tercio pero la demografía está
bajo control, el paso del Marruecos rural, que ahora sólo representa el 30% del
empleo, al sector terciario, la urbanización de casi dos tercios de la
población… Las grandes ciudades se han embellecido y modernizado, y las
infraestructuras han mejorado. Pero el reino no ha puesto fin a sus males de
siempre: un crecimiento insuficiente e irregular; un sector industrial
manufacturero que ha evolucionado pero que está estancado en un nivel bajo; la
dependencia de las asociaciones exteriores; un bajo índice de desarrollo (ocupa
el puesto 120 del mundo) y una población pobre y muy poco formada, sobre todo
para responder a las exigencias de una economía moderna, mientras que un gran
número de titulados de vanguardia (ingenieros, informáticos, médicos) siguen
abandonando el país”.
El reino no
ha puesto fin a sus males de siempre: un crecimiento insuficiente e irregular o
un sector industrial manufacturero que ha evolucionado pero que está estancado
en un nivel bajo
Un informe
encargado por el monarca hace un lustro detectaba las vastas desigualdades que
separan a ricos y pobres al otro lado del Estrecho. “El 10 por ciento de los
marroquíes más ricos todavía posee 11 veces más riqueza que el 10 por ciento
más pobre”, esbozaba el documento. Las manifestaciones de profesores o médicos
ofrecen el termómetro de la indignación popular por el deterioro de la calidad
de vida. La diáspora marroquí, en su mayoría emigrantes económicos que desde
hace décadas abandonan el país rumbo a Europa, supera los 4 millones de
personas.
La crisis
sanitaria y la guerra en
Ucrania también alimentaron el rápido incremento de
la inflación, ahogando a las clases más humildes. En 2022 se situó en el 6,6% y
el año pasado en el 6,1%. En la primera mitad de este año descendió hasta el
2,1% por el alivio de las presiones exteriores y el descenso del precio de los
productos alimentarios. A pesar de la mejora de los indicadores, el déficit del
país aumentará hasta el 1,7% por el incremento de las importaciones
energéticas.
Una historia
de "dos Marruecos"
El terremoto
del pasado septiembre, que tuvo como epicentro el Atlas y se cobró 2.960 vidas,
exhibió con crudeza las diferencias que separan al Marruecos urbano -que ha
concentrado las inversiones en infraestructuras e inversiones en sectores como
el automovilístico- del rural, víctima de la negligencia gubernamental. El
devastador temblor desnudó “los dos Marruecos” y las grietas del modelo de
desarrollo que la propaganda del régimen presenta como obra de Mohamed VI,
otrora apodado “el rey de los pobres” y una de las mayores fortunas de África.
“Hoy en día, a las afueras de Marrakech -la cara turística de Marruecos ante
gran parte del resto del mundo-, grandes sectores de la población luchan contra
la pobreza extrema como lo han hecho durante décadas, con un acceso limitado a
los servicios básicos, incluidos hospitales, escuelas, saneamiento, agua
corriente o electricidad”, señala Intissar Fakir, directora del
Programa sobre el Norte de África y el Sahel del Middle East Institute.
"Es
cierto que Marruecos ha escapado a numerosas crisis repetidas, ya sea en el
mundo (el 11 de septiembre y sus consecuencias, la gran crisis de 2008-2010, la
guerra de Siria, el Covid...) o en el Magreb (primaveras árabes, crisis con
Argelia, guerra en el Sahel y Libia, Hirak...) pero no ha remediado sus
desequilibrios internos (regiones pobres en crisis en las montañas y
periferias). En cuanto a la naturaleza del régimen político, al final ha
cambiado poco en comparación con las esperanzas y promesas iniciales",
desliza Vermeren, autor de Le Maroc en 100 questions. Un royaume de
paradoxes (Texto, 2024).
A ese
Marruecos invertebrado, un modelo sobre el que Mohamed VI no ha aplicado
cambios de calado, se suma el férreo control de la escena pública, con una
represión que ha asfixiado cualquier ejercicio de periodismo independiente y ha
impuesto una implacable persecución a la disidencia. El sábado un tribunal
impuso cinco años de cárcel a Mohamed Ziane, ex ministro de Derechos Humanos en
la última época de Hasán II en palacio. A sus 82 años y con una sentencia
previa de tres años de cárcel, el apodado “preso más viejo del mundo” simboliza
el castigo que merecen quienes desafían la narrativa oficial.
“La situación
en Marruecos sigue empeorando. El país está controlado por los compañeros de
clase del rey, como si se tratase de un partido de fútbol: el primer consejero;
el jefe de la seguridad exterior, el tesorero general, el director de los
impuestos, el director de la radiotelevisión pública... ¿Cómo se puede entregar
un país a tus 15 o 20 colegas de clase? ¿Qué sistema político es éste? Esto no
es un régimen político. Esto es puramente compañerismo, pero se olvidan de que
esto no es una sociedad comercial privada. Esto es algo mucho más serio: es un
pueblo, una nación”, denunció Ziane en una conversación en exclusiva con este
diario a principios de este año.
El país está
controlado por los compañeros de clase del rey, como si se tratase de un
partido de fútbol
A juicio de
Vermeren, "las luces para el régimen son el triunfo de la monarquía, que
ha vencido a todos sus adversarios y silenciado a sus opositores, tanto dentro
como fuera del país". "Lo que también se ve con cierto triunfalismo,
aunque sea causa de debilidad, es el hundimiento de los organismos
intermediarios y mediadores entre Palacio y el pueblo: partidos, prensa,
sindicatos, ulemas, instituciones políticas, asociaciones y ONG: ¿quién puede
hablar con el Rey en nombre del pueblo marroquí? Nadie lo sabe, y la crisis del
Rif ha demostrado los riesgos de este fracaso", advierte.
Una sucesión
que despierta ruido palaciego
Una crítica
al nepotismo alauí que enfurece en los pasillos del poder en Rabat, donde
Mohamed VI está ausente. Enfermo y a punto de cumplir los 61 años, pasa largas
temporadas entre su palacete de París y Gabón y hace un año adelgazó el número
de discursos oficiales en Marruecos para reducir al máximo su agenda
pública. Su última aparición programada se produjo a mediados de junio con
motivo de la festividad musulmana del Aid al Adha, cuando presidió la oración
en la mezquita Hasán II en Tetuán y sacrificó el primero de los corderos. El
considerado “príncipe de los creyentes” -por su supuesta descendencia directa
del profeta Mahoma- ni siquiera estaba en el país cuando se produjo el
terremoto y tardó casi un día en regresar a casa.
Alejado de la
imagen de monarca modélico que la prensa estatal trata de propagar, ni siquiera
la sucesión es un terreno que ofrece certidumbres. “No es definitivamente la
solución. Nadie sabe cómo actuarían y cuál sería el resultado de las guerras
palaciegas”, responde Abdelmoumni a propósito de las tensiones internas que
subyacen entre el príncipe heredero Moulay Hasan, de 21 años, y el hermano del
rey Moulay Rachid, de 54 años, y sus tres hermanas.
En los
últimos años el régimen de Mohamed VI ha aplicado una agresiva política
exterior en la que sus relaciones han estado supeditadas al prisma del Sáhara
Occidental, “a través del que Marruecos ve su entorno internacional”. La
ex provincia española, ocupada en 1976 por Rabat a través de la conocida como
Marcha Verde, se ha convertido junto al rey y la religión en pilares de la
monarquía alauí. Discutirlos se ha vuelto tabú. Hace dos años Mohamed VI se apuntó
el tanto del apoyo del Gobierno español al plan de autonomía y ha ganado
lealtades en África junto a la normalización con Israel y el reconocimiento
recíproco en el contexto de la ocupación del Sáhara y Palestina. Una rentable
relación -también para su escalada armamentística con Argelia- que ha tratado
de preservar desde octubre a pesar de ser el país árabe donde han tenido lugar
las manifestaciones más multitudinarias contra Israel.
Las
disparidades sociales nunca han sido tan grandes en Marruecos
¿Qué deparará
a Marruecos en el futuro? "Las disparidades sociales nunca han sido
tan grandes en Marruecos, a pesar de que el Palacio promueve la cultura y la
religión en su justa medida", responde Vermeren. "Es probable que el
sistema actual satisfaga a las élites que gobiernan Marruecos, pero ¿cuál será
el futuro del país y de su sociedad si surgen nuevos desafíos: un mayor cierre
de Europa o una crisis imprevista del euro; un cierre de las economías; el
hundimiento de las economías y los estados del Sahel; una desestabilización de
Argelia y, más ampliamente, un debilitamiento de las potencias petroleras
árabes? Marruecos debe poder contar con sus propias fuerzas internas, pero
¿apoya la sociedad el régimen de dominación no compartida que ha construido en los
últimos 25 años?", concluye.
Tomado de El
Independiente / España.