Por Guillermo Makin * / Opinión
Pese a que el
desempeño de Biden al debatir con Trump fue lastimoso, más habiéndolo visto
millones de sus compatriotas, ni disposiciones constitucionales, ni la
convención del partido demócrata, ni los funcionarios que lo rodean, ni los
familiares, ni el manejo de fondos de la campaña atado a Biden alcanzan para
que emerjan candidatos alternativos. Por ende, existe una encerrona que
determinaría que Trump gane en noviembre.
Esta opinión
surge de bucear en fuentes irreprochables que pidieron el anonimato. El partido
en sí no opina en forma frontal y seria, proponiendo por ejemplo un mecanismo
alternativo.
De la exploración en el riñón del partido más que alternativas lo que se presenta es una serie de obstáculos solo salvables por voluntad política del partido que parece demorarse en demasía, o que Biden mismo se sobreponga a la opinión de sus familiares y los funcionarios que lo rodean.
En la convención
del partido demócrata el 22 de agosto el resultado de la primera votación da,
si o si, que los 4700 delegados se vean obligados a votar a Biden. Por ende,
que no se logre la mayoría legalmente impuesta a los delegados parece
problemático.
La enmienda constitucional
XXV agregada después de la tercera reelección de Franklin D. Roosevelt, es
engorrosa, de difícil aplicación y tampoco sería un procedimiento rápido.
La corte de
funcionarios y una familia en la cual hay solo un miembro que es partidario de
un retiro voluntario de la candidatura, tampoco parece que allane el camino a
un renunciamiento. Por ello una victoria de Trump se presenta como casi segura.
Es inexplicable que familiares y funcionarios no lo entiendan así.
El manejo de
fondos de la campaña, que rondan varios miles de millones de dólares, según la
letra chica de las disposiciones del partido demócrata, es de manejo exclusivo
de Biden; o sea que no pueden ser usados por otros candidatos sin su
autorización explícita.
Los
candidatos para reemplazar a Biden son por lo menos cuatro gobernadores: el de
California (Gavin Newsom), el de Maryland (Wes Moore), la de Michigan (Gretchen
Whitmer), y el de Illinois, (J.B. Pritzker), así como la Vicepresidente, Kamala
Harris, quien sería la más obvia, pero no es popular. Sin embargo, la conocen a
lo largo y a lo ancho de los EE. UU. Esto no ocurre con los gobernadores, ni
con el actual Secretario de Transporte, Pete Buttigieg, también posible
candidato, ni con algunos legisladores que asimismo podrían ser candidatos.
Un problema
en el panorama electoral del partido Demócrata es la importancia en dicho
partido del componente racial y el de género. El electorado negro, y el
electorado femenino apoyan mayormente a los Demócratas. Sí se descarta a la
vicepresidenta, que es mujer y afrodescendiente, solamente el gobernador de
Maryland es negro y únicamente la gobernadora de Michigan es mujer.
Los
alicientes políticos de los probables candidatos son pocos o ninguno. Del
cierre de la convención Demócrata en Chicago el 22 de agosto a la fecha de las
elecciones presidenciales el 5 de noviembre, distan solo 73 días, o unas 10
semanas. Solo el gobernador de California es un recaudador de fondos reconocido
como tal, pero prometió terminar su periodo que concluye en 2027. Los restantes
tendrían muy serias dificultades para recaudar los fondos requeridos para una
campaña presidencial. Por ende, mantendrán un perfil bajísimo, y hasta el día
de hoy ninguno ha anunciado que sería candidato para reemplazar a Biden, si
este renunciara a su candidatura, contrariando a su entorno de funcionarios y
familiares.
Si Biden
persistiera con su candidatura, pese a la incapacidad que exhibió ante el electorado
en el debate el 27 de junio, es de suponer que Trump triunfaría.
En caso de
ganar Trump, que tiene 78 años, dada la trayectoria durante su período en la
presidencia, no hay seguridad que permita o reconozca elecciones cuatro años
después.
Además, la
Suprema Corte de los EE. UU., con una mayoría absoluta de jueces nombrados por
presidentes republicanos, podría hasta llegar a autorizar un tercer periodo
para Trump, anulando la prohibición constitucional que existe desde de la
última reelección de Franklin D. Roosevelt.
La lista de
razones que llevarían a seguir con la candidatura de Biden, agregando el
comportamiento político nada convencional de Trump, es más que preocupante, es
deplorable.
*Guillermo A.
Makin es investigador asociado al Centro de Estudios Latinoamericanos de la
Universidad de Cambridge.
Tomado de Página 12 / Argentina