Por Andrew Bwalya
Como parece que la oleada de golpes de Estado en África ha
remitido, podemos reflexionar sobre lo sucedido y, lo que es más importante,
sobre sus implicaciones para el futuro. Si dejamos fuera el de Gabón, los
alzamientos o revoluciones, según dónde se mire, han tenido lugar en Chad,
Malí, Guinea, Burkina Faso y Níger. Con su pasado común de antiguas colonias
francesas, hay tres razones que podrían explicar por qué los militares
intervinieron y derrocaron a sus dirigentes en estos países.
La primera razón es que los ciudadanos estaban hartos de políticos ineptos, corruptos y egoístas, vistos como títeres de Francia, mientras las masas se ahogaban en la miseria. Ni estos ciudadanos ni nadie puede comprender por qué estos países, dotados de abundantes y ricos recursos naturales, figuran entre los más pobres del mundo. Según el Índice de Pobreza Multidimensional Global 2023, elaborado por el PNUD, Níger, por ejemplo, aunque rico en uranio, está clasificado como uno de los cuatro países más pobres del África subsahariana, junto a Chad, Burundi y RCA. El mismo informe sugiere que el 47,8 % de los 1.100 millones de pobres del mundo viven en África subsahariana. En consecuencia, la ciudadanía ha acogido con satisfacción a los gobiernos militares que prometen la liberación del sufrimiento de la pobreza.
La inseguridad en el Sahel es la probable segunda razón por
la que los militares han asumido el poder. Fuertes grupos armados yihadistas
han encontrado un refugio seguro en la región, y la prolongada presencia de las
tropas francesas no ha dado resultados significativos. El presidente Macron
cree que sí, pero los ciudadanos de a pie tienen una opinión diferente. La
inseguridad continuada y la falta de desarrollo es lo que esencialmente citó la
Junta Militar de Níger como motivo para hacerse con el poder.
En tercer lugar, ha habido un creciente sentimiento
antifrancés entre sus antiguas colonias. París es vista como una potencia
neocolonial empeñada en controlar y explotar injustamente los recursos
naturales de los que fueron sus territorios. Por consiguiente, el llamamiento
para que retire sus tropas en estos países no ha sido más que el clímax de los
sentimientos antifranceses. El Elíseo ha intentado aparentar valentía, pero ha
acabado rindiéndose de forma bastante vergonzosa, como en el caso de
Níger.
En muchos sentidos, los recientes golpes de Estado son el
signo de una generación africana despierta. Hoy en día, los africanos,
especialmente los jóvenes, dicen «basta». África ya ha sufrido demasiado a
manos de sus propios líderes corruptos y de la influencia occidental, y la
gente anhela la liberación económica.
En este contexto, cabe esperar que se produzca en estos
países una rápida transición del gobierno militar al civil. Es hora de acelerar
el desarrollo integral en el continente. No podemos seguir luchando contra los
problemas de gobernanza. Además, invertir en los jóvenes y las mujeres no es
una opción, sino una obligación. Ambos son claves para el desarrollo de África.
Los primeros tienen la energía y pueden atreverse a soñar con un futuro
diferente y mejor. En términos de población, las segundas son mayoría y las que
más sufren cuando hay inestabilidad. Las mujeres están contribuyendo mucho a
las economías de los países africanos a través de pequeñas empresas y de la
agricultura. Si se las potenciara, África se beneficiaría enormemente. Del
mismo modo, el continente debería invertir en tecnología punta, donde las
mentes innovadoras de los jóvenes podrían ser útiles.
Occidente también podría beneficiarse de África si empezara a
verla como un socio para el desarrollo y no como un caso humanitario. Rusia y
China han aprendido la lección.
Imagen superior: El
«Timbuktu», barco a motor entre Koulikoro y Gao. Fotografía: Jean-Luc Manaud /
Getty
Tomado de MUNDO
NEGRO / España.
