Juan Cristóbal Nagel *
Las personas que más conocen el mercado de aviación saben que
la línea aérea Singapore Airlines es una de las mejores – si no “la” mejor –
aerolíneas del mundo. Con un servicio excepcional y una flota de aviones ultra-moderna,
pocas líneas aéreas gozan del mismo prestigio y admiración.
Sorprende cuando uno se entera que esta es una compañía
estatal.
En América Latina, el término “EMPRESA ESTATAL” es
muchas veces sinónimo de corrupción e ineficiencia. Sin embargo, ahora que las
empresas estatales vuelven a estar en boga – de hecho, muy pronto en Chile
podría haber una AFP estatal – es importante conocer las realidades
corporativas de las empresas estatales exitosas.
El dueño mayoritario de Singapore Airlines es Temasek Holdings, el gigante conglomerado estatal del gobierno de Singapur. A pesar de esta relación filial, el gobierno enfatiza que no se mete en el día a día de la aerolínea. A pesar de ser una empresa pública, la aerolínea cotiza en bolsa y sus cuentas son públicas, como las de cualquier otra empresa que cotiza.
La experiencia de Singapur en este sentido es bastante
orientadora. Como explica el economista Henri Ghesquiere en su libro
“Singapore’s Success,” tanto Singapore Airlines como Temasek son empresas
gerenciadas con criterios estrictamente comerciales, casi mercantilistas.
Invierten gran parte de sus activos en el extranjero, porque
ahí obtienen mayores rendimientos. Estas empresas siguen criterios de mercado –
compiten fuertemente en mercados internacionales, y se someten a las mismas
reglas que sus competidores.
Una cosa que las distingue es que estas empresas estatales
permitieron seguir la estrategia de desarrollo del gobierno de Singapur, que consistió
en el uso del ahorro de la nación para la acumulación masiva de capital que
permitiese aprovechar la ubicación estratégica de la isla como centro de acopio
y logística.
Es difícil creer que Singapore Airlines sería lo que es hoy
sin que detrás hubiese habido una decisión clave del gobierno de Singapur de
desarrollar tanto el aeropuerto de Changi como el puerto de Singapur, hoy por
hoy el de mayor tráfico del mundo.
Singapur no es el único lugar donde se aplican estos
criterios. Una gran parte de las industrias chinas son empresas estatales o
mixtas.
En toda Asia, los bancos estatales continúan jugando un papel
decisivo en la orientación del capital hacia ciertas actividades
productivas.
A pesar de ser una compañía privada, es innegable que la
sintonía entre Samsung y el Estado coreano ha facilitado el éxito de esta
compañía.
Incluso Brasil, con el ejemplo de Petrobras, pareciera estar
coqueteando con este modelo.
El factor común en todos estos ejemplos es el uso del mercado
para disciplinar a las empresas estatales o para-estatales, unido al desarrollo
de las mismas bajo una visión estratégica.
Toda ayuda – ya sea una recapitalización por parte del
Estado, un subsidio, o una rebaja de impuestos – venía amarrada a la condición
de que la empresa demostrase tener éxito en el mercado.
Esa simbiosis entre política industrial, decisiones
estratégicas, y empresas estatales fue determinante para que Asia aumentase su
productividad mediante la acumulación progresiva de capital en industrias donde
sus economías tenían ventajas comparativas.
Ahora que en Chile se plantea el rol de las empresas
estatales, es importante que las candidatas aclaren bajo qué tipo de criterios
serán manejadas.
SI no se incorpora el rol disciplinario del mercado y si no
se aclara el objetivo estratégico de las empresas estatales en el aumento de la
productividad, terminaremos creando elefantes blancos estatales, iguales o
peores a los que tanto costaron a nuestras economías en el pasado.
* Profesor de la Universidad de los Andes.
Tomado de Economía y Negocios.