Nadine Wojcik
Es el bisnieto de una esclava y desde
su infancia como alemán-indonesio se enfrentó al racismo. Hoy Anoki es el
rostro publicitario del “hombre urbano”, muy a pesar suyo.
"Simplemente no mirar”: eso se
propuso el músico Anoki, cuando su propio rostro en tamaño gigante lo
sorprendió desde enormes afiches en el Rosenthaler Platz de Berlín, un
lugar muy concurrido y ruidoso, que parece no descansar nunca. Anoki va camino
de su estudio de grabación, y en el metro hay afiches que muestran al rapero de
29 años. La culpa la tiene un trabajo que hizo cuando era estudiante.
Anoki se llama, en realidad, Florian Grießmann. Es hijo de madre alemana y padre indonesio, y creció en Baviera, donde su color de piel irritaba a la mayoría de la gente. Siendo niño, y luego como adolescente, Florian Grießmann tuvo que enfrentarse a la discriminación racial cotidiana. Cuando iba a fiestas, la policía lo detuvo varias veces, al contrario de a sus amigos blancos. "Una vez, una mujer policía me dijo: ‘Si te ves como un criminal, no deberías sorprenderte'”, cuenta a DW. A veces denunciaba a hombres y mujeres policías, pero esas denuncias eran respondidas con más denuncias. "La gente con trasfondo migratorio que ya ha tratado de defenderse así ya conoce eso”. Y en las letras de sus canciones habla de esas experiencias:
"Alemán, bávaro, no hay padre,
pelo negro.
Me veo diferente a todos lo que están
allí, no me doy cuenta, pero todos miran.
En el aula, en el supermercado, mil
veces la policía.
Disculpas todos los días, no hice
nada, solo tez oscura".
"Tiros" (Anoki, 2022)
Para Florian Grießmann la música es
todo, aunque durante muchos años no parecía que pudiera vivir de ella.
"Nómbrame un trabajo, seguro ya lo hice”, se ríe Anoki, quien, como hijo
de madre sola, ya empezó a trabajar en su adolescencia. "Trabajé en la
entrada de cines, en centros de jardinería, cargué camiones, pulí
amortiguadores en una fábrica y serví cervezas. Trabajé tres años en una escribanía,
hice un programa de radio y escribí textos publicitarios”, relata. La única
constante: su música. Es autodidacta y aprendió solo a tocar la guitarra.
Escribe sus propios textos.
¿De qué tratan las canciones de
Anoki?
"Como Anoki trabajo en muchas
cosas que me ocupan desde hace tiempo. Mi propia historia, de dónde vengo. Pero
también cuestiones sobre cómo será el futuro a pesar de todos los
pronósticos sombríos”, dice Florian Grießmann. "Para mí, la música no es
solo entretenimiento, sino que aspiro a hablar de cosas que son importantes
para mí”.
"No importa quiénes fueron.
Tus antepasados mandaron a los míos a
las plantaciones. (…)
Veo que me evitan
Que hacen como si no me vieran.
Y siento cómo llega el frío a mi
ciudad.
"Tiros” (Anoki, 2022)
Un trabajo de estudiante que dejó
huellas
Justamente su trasfondo migratorio
hizo de Anoki una cara conocida de la publicidad. Como estudiante, trabaja
posando por tres horas y cobra 60 euros. "Eso era mucho dinero para mí en
ese entonces. Y todo iba muy, muy rápido”. Me dijeron: "Firma aquí, estará
genial”, explica.
En la imagen que, entretanto, hizo
famoso su rostro, Grießmann le sonríe a la cámara. Es la risa cálida y
auténtica de un hombre joven de piel oscura. Con una chaqueta de bombardero y
una gorra de lana. Pero al firmar, cuando tenía apenas 20 años, Anoki no lee la
letra chica del contrato. Tampoco tiene idea de que su retrato terminará en un
grupo de las llamadas fotos de archivo: estas son imágenes sin licencia que las
empresas pueden usar para sus propios fines. Florian Grießmann ha cedido todos
los derechos de imagen de su retrato.
De pronto, su cara era parte de
gigantescas campañas publicitarias para aseguradoras, compañías automotrices y
grupos empresarios de tecnología. Hasta para prótesis dentales. "Eso me
pareció gracioso, porque tengo los dientes muy torcidos. Y pensar que cuando
era chico no teníamos plata para un ortodoncista”, recuerda. Como no preguntó
para qué se usaría su imagen, ni tampoco recibe más honorarios por su uso, el
músico no puede ocultar su enojo: "Incontables amigas y amigos y hasta
bandas con las que trabajo me enviaron fotos de publicidades con mi
rostro”. Hasta un banco lo utilizó, lo que le molesta particularmente, ya que,
como músico, "sus letras representan "una visión diferente y no
capitalista de las cosas”.
"Por lo general, me molesta que
se trate de grandes marcas de corporaciones multimillonarias. Hacen publicidad
para aumentar aún más sus ventas. ¿Por qué tienen que recurrir a las fotos de
archivo?" Anoki ya ha intentado emprender acciones con abogados,
hasta ahora sin éxito. Le aseguran repetidamente que la foto será eliminada
como un gesto de buena voluntad. Pero si se ingresa la palabra clave
"Urban Man" en una agencia de imágenes utilizada internacionalmente,
Grießmann todavía aparece en primer lugar entre aproximadamente 500.000
resultados de búsqueda. Y otro clic revela que el cliente paga 50 euros por una
foto de baja resolución y 475 euros por una grande. A diferencia de Anoki, la
agencia de fotografía continúa ganando dinero con su retrato.
El concepto de "hombre urbano”
también le disgusta: "No me siento como un ‘hombre urbano', sino que
simplemente yo soy yo, y hago mi música, eso es lo que defiendo”. El término
"urbano" fue utilizado en otros tiempos por la industria musical
estadounidense, asumiendo que la "música negra", como el R'n'B, el
rap y el soul, se venderían mejor como "música urbana". Una imagen
con connotaciones racistas: "urbano" alude a un trasfondo migratorio,
música de personas no blancas.
Nieto de una esclava
Hace tres años, el músico decidió dejar
de luchar contra su forma distinta de ser, y empezó a identificarse con ella.
Investigó sus raíces: una de sus bisabuelas era de Ghana y fue vendida como
esclava y transportada hacia Indonesia durante la época colonial, donde
probablemente trabajó en las plantaciones de té. Su padre nació en Yakarta y
emigró con sus padres hacia Holanda, antigua potencia colonizadora
de Indonesia. Allí, el padre de Florian Grießmann conoció a su
madre, una alemana. Pero la relación no duró, y la madre se mudó con él,
entonces de tres años, a Alemania.
"Mantuve la boca cerrada en el
festival de tiro, siempre mantuve la puerta abierta para ti.
Fui más educado que ustedes, con
tal de que me aceptaran.
Mantuve la ira bajo control, te
sonreí, me mantuve al margen.
Todos los días, y aún me dices: no
eres como nosotros.
Me he estado haciendo la misma
pregunta durante tantos años:
Si no pertenezco aquí, ¿a dónde
pertenezco?"
Ahora, con 29 años, Florian
Grießmann, que vive en Berlín, acaba de producir su primer álbum de
estudio, y consiguió un contrato con BMG. Ya ha acompañado a bandas como
"OK KID" en giras, y el próximo año presentará su propio álbum en una
gira.
"Ya no veo los colores gris y
blanco
rayos de sol en la piel
De repente esta ligereza en mí
Extendí mis brazos
Está bien, está bien, está bien
Déjalo ir, déjalo ir, déjalo ir (...)
Está bien y a veces duele
Está bien si los demás no
entienden"
"Está bien", Anoki 2021
(cp/ers)
Imagen: Janos Götze / Texto tomado
de DW / Alemania.