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14 junio, 2023

Los malienses votarán el próximo 18 de junio la nueva Constitución, a la espera de las elecciones de 2024

La respuesta a una pregunta sencilla, «¿Aprueba usted el proyecto de Constitución?», a la que deberán responder los malienses el próximo 18 de junio con una tarjeta –blanca para el sí; roja para el no–, puede trazar el futuro de un país que vive en una inestabilidad crónica desde que los yihadistas y los tuaregs se levantaran contra el Estado hace más de una década. Después del aplazamiento de la consulta, inicialmente prevista para el 19 de marzo, el portavoz de la Junta Militar maliense, el coronel Abdoulaye Maiga, anunció en televisión, el pasado 5 de mayo, la fecha en la que se abrirán las urnas para los malienses.

El referéndum constitucional puede ser la primera etapa del itinerario que devolverá la estabilidad a Malí tras los golpes de Estado de 2020 y 2021, y del compromiso adoptado por la Junta Militar encabezada por Assimi Goita de celebrar elecciones en febrero de 2024 y dejar el poder en manos de los civiles. La periodista y politóloga de la Universidad Internacional de Rabat, Beatriz Mesa, en declaraciones a MN, pone el acento en la figura de Goita que, en su opinión, «lo que ha venido haciendo hasta ahora es suspender todo el proceso electoral que debía haber reinstalado al país en una senda democrática gobernada por líderes civiles. Ese es el problema de Malí, que nos recuerda el escenario tremendo de Sudán». El presidente de la Junta Militar, sin embargo, es consciente del impacto que tiene la permanencia de los militares al frente del país. Aunque la organización regional, la CEDEAO, levantó en julio de 2022 las sanciones económicas impuestas a Bamako después del golpe de Estado que llevó a Goita al poder, no se descarta que vuelva a retomar la senda coercitiva si la Junta no cumple con los plazos que conducirán a los comicios de 2024. A expensas de cómo evolucionen los acontecimientos, Bamako no ha sido reintegrado todavía en la CEDEAO, de la fue apartado tras la asonada.


Un presidente fortalecido

La Constitución que se somete a consulta, entregada a Goita a finales de febrero, fortalece la figura del presidente, que marcará «la política de la nación» y tendrá potestad para nombrar al primer ministro, al Gobierno y para disolver el Parlamento. La propuesta también califica el golpe de Estado como un «delito imprescriptible», aunque para los levantamientos cometidos con anterioridad a la entrada en vigor de la nueva Carta Magna, si finalmente se aprueba, se contempla una ley de amnistía. Aly Tounkara, analista político y experto del Centro de Estudios Estratégicos y de Seguridad en el Sahel (CE3S), en declaraciones recogidas por BBC, pone, sin embargo, una objeción: «Un período de transición no es lo más adecuado para iniciar reformas constitucionales e incluso administrativas».

Porque, más allá del refuerzo a la figura del presidente, lo que se dirime en esta consulta es el modelo del Estado que, tal y como se indica en la propuesta presentada a los malienses, debería ser una «república, independiente, soberana, unitaria, indivisible, democrática, laica y social». Aunque las cuestiones vinculadas a la seguridad y al territorio reciben más atención fuera de sus fronteras, entre los malienses otro asunto se ha colado en el debate público y político: la laicidad o confesionalidad del Estado y cómo encaja la religión dentro de la Constitución. En el país, de abrumadora mayoría musulmana (88,5 %), la convivencia con otras confesiones (religiones tradicionales, 8,5 %; católicos, 2,4 %; otros cristianos, 0,6 %) no ha generado problemas significativos hasta la fecha. Beatriz Mesa considera que «hay actores religiosos de la sociedad maliense que ven que esta es una oportunidad para abrir el debate de cómo queda el país, laico o no, y eso es abrir una caja de Pandora que no afecta solo a Malí, sino al conjunto de los países del Sahel». Junto a parte de la comunidad musulmana, algunos grupos rebeldes del norte y parte de la sociedad civil desean una mayor presencia del islam en el texto constitucional.
La influencia de Wagner

La integridad territorial forma parte del debate en un momento en el que Azawad y la Macina –región de Segú, donde viven principalmente pueblos -peúles— funcionan de facto como estados independientes ante la ausencia y el abandono de la Administración central. En este contexto, no faltan quienes se preguntan, como Mesa, por el papel de los mercenarios de Wagner: «Rusia no tiene aliados históricos de carácter colonial y no se alinea con nadie, sino que interviene porque tiene una agenda económica detrás. ¿Qué es lo que va a pasar? ¿El Estado maliense se va a atrever a enviar a los milicianos de Wagner para que se enfrenten a los grupos armados secesionistas que son los que mantienen la neutralidad en la zona de Azawad?».

Donde sí tuvo Wagner una influencia directa y decisiva, junto al Ejército maliense, fue en la masacre de Moura, una pequeña localidad en el centro del país, donde mercenarios y soldados regulares asesinaron, en el marco de una operación antiterrorista, a cerca de 500 personas entre el 27 y el 31 de marzo de 2022. La ONU, a través de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, hizo público un informe el pasado 12 de mayo –después de varios meses de espera– en el que concluye que hubo participación directa de ambos en las matanzas. El documento contradice la versión de la Junta Militar.

Un refrán bambara, «foyi tè sòrò sèguèn kò», advierte que«no se obtiene nada sin fatiga». Si en alguna ocasión la sabiduría popular ha servido para explicar la realidad de un país, esta podría ser sin duda una de ellas.

En la imagen superior, una mujer porta una camiseta con el rostro de Assimi Goita, presidente de la Junta Militar de Malí. Fotografía: Florent Vergnes / Getty

Tomado de MUNDO NEGRO / España.