Desde hace décadas,
Armenia y Azerbaiyán se enfrentan por el control de la región de Nagorno
Karabaj. En 2020 acordaron un cese de las hostilidades tan débil, que muchos
civiles se preparan para una posible escalada.
Para entrenar, Gohar se puso una chaqueta de camuflaje. Es
viernes por la noche en un viejo gimnasio en las afueras de Ereván, la capital
de Armenia. La
joven, de 27 años, ya ha hecho varias rondas de flexiones y sentadillas, y
ahora tiene que tomar una clase de uso de armas. "La situación en nuestro
país es tan inestable, que cada armenio debe saber disparar", dice.
Considera este paso necesario "por si algo sale mal".
Gohar se refiere así al frágil alto el fuego que rige entre su país y Azerbaiyán. La última guerra en otoño de 2020 duró 44 días, y murieron en ella 6.500 personas. Seis veces a la semana Gohar se presenta en el entrenamiento de tres horas diarias que ofrece la organización "Voma". Aunque tiene un trabajo como dentista y es madre de un niño de un año, la mujer no falta a las clases. "Es importante que los civiles estemos preparados", afirma.
Otros de los presentes lo ven del mismo modo. A la sesión
asisten 25 participantes, más de la mitad de ellos mujeres. En un rincón del
salón practican montañismo, en otro primeros auxilios. Según sus propios datos,
Voma ha capacitado a unos 6.000 voluntarios, con unos cursos financiados
principalmente con donaciones de armenios que viven en el extranjero. La demanda
para inscribirse ha aumentado enormemente desde la última guerra, dicen.
Dos guerras, decenas de miles de muertos
El conflicto entre las dos ex repúblicas soviéticas se
prolonga desde hace décadas. En el centro de la disputa se encuentra la región
de Nagorno
Karabaj, habitada por una mayoría de armenios. Tras el colapso de la URSS,
se proclamó la independencia de la República de Nagorno Karabaj, pero la
comunidad internacional jamás la reconoció. Poco después, en 1992, estalló la
guerra entre la entonces militarmente superior Armenia y Azerbaiyán.
Los enfrentamientos se extendieron hasta 1994 y se cobraron
la vida de decenas de miles de personas en ambos bandos. Tras vencer, Armenia
ocupó esos territorios, que el derecho internacional reconoce como de
Azerbaiyán. En la segunda guerra de Karabaj, la de 2020, Azerbaiyán obtuvo el
control de gran parte de la región.
La guerra terminó oficialmente el 10 de noviembre de 2020 con
un acuerdo de alto el fuego mediado por Rusia. Pero basta una visita al pueblo
armenio de Sotk, a solo 5 kilómetros de la frontera de Azerbaiyán, para ver
cuán frágil es dicho acuerdo. En septiembre de 2022 el pueblo fue bombardeado
por las fuerzas azerbaiyanas.
El alcalde, Sevak Khachatryan, muestra a DW una casa que fue
alcanzada por una granada. "Aquí vivía una familia de siete
personas", cuenta. Restos de paredes, ventanas rotas, platos destrozados
en el piso, una cuchara y una sartén son mudos testigos de lo ocurrido.
"Es casi milagroso que nadie resultara herido", dice Khachatryan,
quien revela que "todos los habitantes de la casa habían huido a un lugar
seguro poco antes del ataque". En una casa vecina, sin embargo, una joven
resultó herida. "Había venido desde el extranjero a visitar a su
madre".
Abandonados por Rusia
En septiembre se produjeron ataques en otros lugares a lo
largo de la frontera, de los que ambos bandos se culpan mutuamente. Las fuerzas
de paz rusas, que tienen la tarea de monitorear el cumplimiento del acuerdo, no
pudieron o no quisiera evitar la escalada. Como haya sido, muchos armenios se
sienten abandonados por la antigua potencia protectora.
"La guerra en Ucrania también nos afecta a los armenios,
porque ha generado un vacío de poder en el Cáucaso Sur", dice Tigran
Grigoryan, director del think tank Centro Regional para la
Democracia y la Seguridad, en Ereván. Si Azerbaiyán rompe el acuerdo, Moscú -a
diferencia de antaño- probablemente no intervendrá.
Para disgusto de Rusia, Azerbaiyán y Armenia aceptaron una
misión de observación de la Unión Europea. Alrededor de un centenar de policías
de distintos países de la UE patrullarán los pueblos fronterizos en Armenia y
documentarán posibles incidentes. "No podemos intervenir, solo tenemos
binoculares y cámaras", dice Markus Ritter, el jefe de la misión, que se
esmera por reducir las expectativas. Los observadores no tienen permiso para
operar en territorio azerbaiyano, por lo que Ritter y sus colegas no pueden
enterarse si, por ejemplo, hay movimientos de tropas para preparar nuevos
ataques.
Los incidentes se han repetido en los últimos días: los
armenios acusan a las tropas azerbaiyanas de haber causado la muerte de un
soldado. Una semana antes, los armenios atacaron posiciones azerbaiyanas, según
Bakú.
Son noticias como estas las que hacen que Gohar siga adelante
con su entrenamiento militar. Ya va en la mitad del curso. ¿Qué le deparará el
futuro? "Hay dos escenarios", dice. "El más optimista es que
lograremos sentarnos y arreglaremos nuestras diferencias. El más pesimista es
que lucharemos hasta que una nación muera".
(dzc/lgc) Tomado de DW / Alemania.