- Carlos
Serrano (@carliserrano)
Ramírez ganó el premio Alfaguara de Novela en 1998, el premio
Iberoamericano de Letras "José Donoso" en 2011, y el Premio Cervantes
2017.
En la madrugada del 16 de febrero, mientras dormía, el
escritor Sergio Ramírez se enteró de que ya no era ciudadano nicaragüense.
Ramírez es una de las 94 personas que ese día perdieron "sus
derechos ciudadanos de forma perpetua", según una sentencia de las
autoridades judiciales de Nicaragua.
"Ordénese la pérdida de la nacionalidad nicaragüense de
todos los acusados", sentenció el Tribunal de Apelaciones de la
Circunscripción Managua.
Se les acusa de ser "traidores de la patria".
Una semana antes, el 9 de febrero, el gobierno de Daniel
Ortega había liberado a 222 opositores que mantenía presos y la justicia los
expulsó vía aérea a Estados Unidos. También a ellos se les retiró la
nacionalidad.
Ramírez vive exiliado en Madrid luego de que en 2021 la
fiscalía de Nicaragua dictara una orden de captura en su
contra.
El escritor, que fue vicepresidente en el primer gobierno de
Ortega entre 1985 y 1990, es hoy un acérrimo opositor.
Ramírez conversó con BBC Mundo sobre la sentencia del
tribunal, y qué significa para él, para Nicaragua y para el gobierno de Ortega
esta nueva medida que pesa en su contra.
¿Cómo te enteraste de que te habían quitado tu nacionalidad
nicaragüense?
Por la diferencia horaria era de noche y yo estaba durmiendo.
En un momento me levanté al baño y vi que el celular se iluminaba una y otra
vez. Me pareció muy raro, así que encendí la lámpara y me puse los lentes para
leer qué estaba pasando.
Entonces lo que pensé fue: aquí son las dos de la mañana,
nadie sabe que yo estoy despierto, así que voy a aprovechar y voy a seguir
durmiendo, no voy a despertar a mi mujer por esto.
¿Y lograste volver a dormirte?
Sí, me volví a dormir... Es que mira, aunque suene a lugar
común, duermo con la conciencia tranquila.
Es decir, me entero de la barbarie de que me están quitando
la nacionalidad, acusándome de traición a la patria. Eso es un delito que no
existe, es un delito rocambolesco.
Recordemos que venimos de países donde nada está escrito,
donde las leyes son reescritas cada día o borradas cada día, esa es una gran
anomalía de nuestros países.
Imagínate ser desterrado por una ley que no existe, me
aplican una ley que no existe. El destierro está prohibido en la Constitución
de Nicaragua, está prohibdo por las convenciones internacionales. El destierro
es un asunto medieval, es un asunto muy primitivo.
Y aún si existiera, las leyes, y eso lo aprendí en la escuela
de Derecho, nunca tienen efecto retroactivo, no se puede inventar una ley y
aplicarla hacia atrás. Eso es una garantía del derecho procesal y de los
derechos individuales conquistada hace siglos.
Pero bueno, con Ortega estamos frente a alguien que tiene una
capacidad de invención más poderosa que la mía que soy escritor. Es alguien que
inventa leyes, disposiciones y que usa el arbitrio absoluto para castigar.
Si yo me pongo en la cabeza de un novelista, eso es súmamente
atractivo, pero si me pongo en el pellejo del ciudadano es terrible.
Por la forma en la que hablas suena a que te lo tomas con
cierto sarcasmo...
¿Y de qué otra manera puedo tomarlo? Que alguien saque
sorpresas de un sombrero de mago, que saque medidas caprichosas que se le
ocurren, esa ha sido nuestra historia.
Y como te digo, eso como escritor me parece muy atractivo, ya
como ciudadano que alguien te diga que ya no tienes patria, sí es una sacudida.
¿Cómo te afecta todo esto?
En medio de las tormentas es esencial estar tranquilo. No es
de ahora que me ha tocado navegar por aguas tempestuosas.
Durante la dictadura de Somoza fueron tiempos muy difíciles,
tuve que vivir en el exilio. Recuerdo cuando tuve que abandonar a mi familia en
Costa Rica para regresar a Nicaragua a la lucha. Mi vida clandestina en
Nicaragua también fue difícil, era la zozobra, era la incertidumbre frente a la
posibilidad de la muerte.
Hoy el exilio y la despatriación me encuentran ya en otra
edad, cuando la meditación es posible y sustituye en muchos sentidos a la
acción.
Yo a los 30 años era un hombre decidido a cambiar no solo
Nicaragua, sino el mundo. Hoy me siento un poco a la orilla del camino, no
porque no quiera unirme a la procesión, sino porque siento que mi deber es la
reflexión crítica, pensar sobre mi vida pasada, pero también sobre el futuro de
Nicaragua en la medida en que yo pueda ayudar a construir ese futuro desde el
pensamiento.
Paso a paso tienes que ir asimilando ser víctima del
sentimiento de absurdo.
He escuchado el enorme clamor que se ha levantado frente a
esta medida, que no me ha tocado solo a mí, como ecos lejanos que no entiendes.
Creo que ese es un poco el sentido de la irrealidad que te
golpea cuando se trata de acontecimientos imprevistos, pero poco a poco te vas
haciendo cargo.
Es entrenamiento. En la vida tienes que entrenarte para tomar
distancia del drama. Así como en la escritura, me gusta tomar distancia del
drama, yo lo hago usando el humor, porque a mí la escritura dramática me
molesta.
Has dicho que esta medida es un símbolo de debilidad de
Ortega, ¿a qué te refieres?
Un régimen, por muy dictatorial que sea, se basa en
consensos. Un régimen dictatorial utiliza la represión, obviamente, pero se
basa en determinados consensos y yo creo que en Nicaragua el régimen ha perdido
todos esos consensos.
Ahora solo le queda el arma de la represión. Eso me parece
una muestra de gran debilidad.
Otra muestra de debilidad, que es muy obvia, es que los
presidentes López Obrador de México y Alberto Fernández de Argentina, bien
intencionados, le propusieron a Ortega un camino, un diálogo, un protocolo que
llevara a la liberación de prisioneros.
Pero la reacción del régimen fue terrible, de insultos contra
López Obrador y Fernández, que se supone que son sus aliados naturales,
acusándolos de injerencistas.
Más tarde, el presidente Gustavo Petro, de Colombia, que
también se suponía que es afín a Ortega, le propone lo mismo, con muy buena
voluntad. Y Ortega vuelve a reaccionar con la misma virulencia. Eso generó una
reacción muy dura de Petro contra Ortega.
Entonces, Ortega no les concedió los prisioneros a estos
presidentes amigos, sino que se los concedió a Estados Unidos, que es el
enemigo, según su discurso machacón de que EE.UU. es el enemigo imperialista
irreconciliable.
Y Ortega le concede estos prisioneros aparentemente por nada,
de manera unilateral. Esto es un acertijo político que habrá que desentrañar.
¿Qué implica toda esta situación para Nicaragua?
En este momento esta noticia está resonando en el mundo,
estamos de hit parade.
Pero mi gran terror es que esos reflectores no tardan en
apagarse y Nicaragua vuelve a pasar al olvido por parte de las cancillerías, de
los medios...
Y no es que sea algo intencional, simplemente yo entiendo que
en el mundo hay problemas mucho más agudos, más acuciantes.
La guerra de Ucrania, por ejemplo, es un factor permanente de
distracción de los problemas de países pequeños que no son estratégicos.
Ahí viene el problema. Venezuela es un país estratégico para
los intereses de las grandes potencias, pero Nicaragua no lo es, porque no
tiene minerales estratégicos, no tiene tierras raras, no tiene petróleo, es una
economía pequeña, marginal.
Y eso lleva a una gran contradicción, una contradicción
terrible.
Mientras más gente sale de Nicaragua huyendo de la represión
o de las condiciones terribles que se viven en el país, más se favorece el
régimen.
El régimen ahora está recibidiendo USD$3.000 millones de
remesas de la gente que ha huído hacia Estados Unidos, hacia Costa Rica, hacia
Europa.
Entonces, a mayor cantidad de fugados, mayor cantidad de
recursos recibe Ortega para mantener el mínimo de estabilidad que él necesita
en el país.
Además, sigue contando con el favor generoso de instituciones
como el Fondo Monetario Internacional, que alaba el desempeño económico y las
finanzas de Ortega y lo anima a seguir por el camino que lleva.
¿Lo que dices es que para Ortega es un negocio expulsar gente
de su país?
Sí, es un negocio. Como lo es para Venezuela, para Guatemala,
para Cuba, para los regímenes represivos.
¿Por qué ahora hay un puente abierto de La Habana a Managua
donde se ha suprimido el requisito de visa para los cubanos? Primero porque
salen los cubanos y les cobran una fortuna por el pasaje aéreo a Nicaragua, por
una compañía que controla Cuba.
En Managua los reciben sin visa y siguen su camino hacia el
norte, miles. Y otros miles de nicaragüenses siguen ese mismo camino hacia el norte.
Entonces ya te digo, son USD$3.000 millones en divisas en
favor del FMI.
Nicaragua ya debe más que su PIB.
Entonces esta es la forma en la que una economía pequeña
puede funcionar sin que llame la atención en el mundo.
¿Qué esperas de la comunidad internacional?
Que no olvide. Que no olvide que Nicaragua vive un verdadero
drama, que es un país pequeño, marginal.
Claro que hay dramas más grandes. El drama de Haití no tiene
paralelo, por ejemplo. Haití se está deshaciendo a pedazos y nadie se acuerda
tampoco.
Pero es eso, no olvidar que el drama de Nicaragua es un drama
clavado en el corazón de Centroamérica.
Desde joven has luchado por tu país desde distintos frentes,
y ahora llegas a esta edad exiliado, con cargos en tu contra y sin tu
nacionalidad. ¿Ha valido la pena esa lucha?
Claro que sí. Uno no puede medir los resultados de un
esfuerzo por lo que ha ocurrido hasta ahora, sino por los frutos que habrá en
el futuro.
A mi me avergonzaría mucho ser un escritor al margen, sentado
a la vera del camino, desatendido de lo que ocurre en mi país.
Yo entiendo muy bien que escritura y acción política son dos
cosas distintas, pero no me veo como un escritor con las persianas cerradas. Yo
soy fundamentalmente un escritor, pero un escritor con su ventana abierta.
Esa es la única manera en la que yo me entiendo, con respecto
a Nicaragua y a donde yo pertenezco, que es América Latina.
¿Guardas la esperanza de poder volver a Nicaragua o te has
resignado al exilio?
Estoy preparado para ambas cosas. Yo, como tantos que hemos
sido forzados a salir, tenemos la esperanza del regreso a Nicaragua.
Y muchos son personas que han salido en circunstancias más
dramáticas que la mía.
De estos 222 prisioneros que fueron desterrados a Estados
Unidos a algunos los conozco, son mis amigos. Es gente muy relevante,
verdaderos dirigentes honestos.
Yo creo que la dirigencia futura de Nicaragua estaba ahí en
la cárcel. Pero también, la inmensa mayoría son muchachos sin nombre, gente
para quienes esa fue la primera vez que se subía a un avión.
Son muchachos que llegaron a Estados Unidos sin hablar el
idioma, sin conocer a nadie. Hubo organizaciones humanitarias que les buscaron
hogares alternativos.
Entonces ese es el verdadero drama, gente verdaderamente
desterrada de su país y entregada a condiciones muy duras.
¿A qué te estás dedicando últimamente?
Estoy dedicado a escribir. Estos días no he podido, pero
todas las mañanas las dedico a escribir.
Aquí en Madrid me levanto un poco más tarde que en Nicaragua.
En Nicaragua yo a las 7 ya estaba escribiendo, aquí a las 7 está oscuro.
Además, me acuesto más tarde.
Pero organizo mi tiempo de manera bastante disciplinada.
Escribo desde las 9 hasta las 2:30 de la tarde. Por las tardes me gusta caminar
Madrid, es una ciudad encantadora para andarla a pie.
Y luego leo, tengo que leer mucho, es un vicio difícil de
explicar. Leo hasta las 11 de la noche en el sillón, me voy a la cama, cambio
de libro y sigo leyendo.
Para ti, ¿qué es ser nicaragüense?
El país es la memoria, los sentimientos, la infancia, mi
pueblo natal, los volcanes, es lo que no me pueden quitar.
Quitarle el país a alguien es una cosa completamente absurda.
Te pueden hasta despellejar, pero tú país no te lo quitan ni aunque te dejen en
carne viva.
El país está bajo la piel, está en los huesos, en la sangre.
Creo que ni siquiera si te quitan la vida te quitan el país.
Los papeles no tienen ninguna importancia. Pero sobre todo,
quién te quita el papel, qué legitmidad tiene quien te quita el papel, eso es
lo que me da mayor seguridad.
Entonces, ¿sigues siendo nicaragüense?
Claro que sí. Nacido el 5 de agosto de 1942 en Masatepe,
departamento de Masaya, en una familia de músicos pobres.
- Tomado
de BBC News Mundo / IMAGEN: GETTY IMAGES.