Hablan familiares de dos trabajadores nepalíes que
fallecieron en Doha mientras levantaban los estadios del Mundial de Qatar.
"Trabajaban por un salario mensual de 200 euros", explica una de las
viudas
ROSHAN SEDHAI | Katmandú (Nepal)
FRANCISCO CARRIÓN | Katmandú (Nepal)
Cuando el balón eche a rodar el
próximo 20 de noviembre, en el partido que enfrentará a Qatar y Ecuador,
millones de aficionados de todo el mundo festejarán el inicio del Mundial de
fútbol. Pocos recordarán a las decenas de migrantes muertos y los cientos de
heridos que ha dejado la construcción de los estadios, en condiciones laborales
más que cuestionables y bajo temperaturas de infarto. Será la edición más polémica del Mundial en años, a
pesar del silencio de la FIFA y de las federaciones nacionales, incluida la
española. Pero, pese a la indiferencia general, los trabajadores que
procedentes principalmente de Asia se dejaron la vida y sus sueños en Doha
tienen nombre y apellidos y una familia que les recordará siempre. No merecen
ser jamás los “sin nombre”.
Como Rupchandra Rumba, un migrante nepalí que falleció en 2019 en unas circunstancias nunca aclaradas. Trabajaba por 200 euros al mes y su familia recibió como supuesta indemnización 1.900 euros de uno de los países más ricos del planeta. “Estaba trabajando en un estadio de fútbol. Su empresa me informó de que había fallecido mientras dormía en su habitación. No tengo más detalles sobre las circunstancias que rodearon su muerte”, relata a El Independiente su esposa Nirmala Pakhrin.
Este diario ha visitado y reunido
el testimonio de parientes de dos empleados que perdieron la vida en Qatar.
También ha obtenido la versión del comité qatarí que organiza el torneo. En el
caso de ambos fallecidos, sus familiares residen en zonas recónditas del país
asiático, de muy difícil acceso y donde la
pobreza obliga a sus habitantes a buscar una mejor vida en los países del Golfo
Pérsico.
La desesperada emigración de
Rupchandra
“Hacía menos de un año que había
regresado después de trabajar en Arabia Saudí. Volvió porque no ganaba mucho y
el trabajo no era bueno”, rememora su cónyuge. “Venimos de una familia muy
pobre del distrito de Makwanpur (una región montañosa que limita con el valle
de Katmandú). Somos agricultores, pero no tenemos suficiente tierra. Así que mi
marido y sus hermanos trabajaban como jornaleros para cubrir sus necesidades
diarias”, indica Nirmala, que aporta la documentación que acredita el trabajo
de su esposo en Doha. El Comité Supremo para la Organización y el Legado, el
organismo qatarí a cargo de la organización del Mundial, también le ha
confirmado como trabajador en los estadios.
Le dijeron que el trabajo sería en
interiores, pero no cumplieron sus promesas
A su regreso de tierras saudíes,
Rupchandra fue reclutado por “un agente de contratación”. “Se sentía presionado
para ganar dinero porque nuestro único hijo acababa de empezar el preescolar.
Necesitábamos dinero para su educación. También quería construir una casa y
comprar un terreno agrícola”, comenta. El destino que debía sufragar
esa vida futura era Qatar, uno de los países con mayor PIB per cápita del
planeta -a razón de unos 60.900 euros anuales-.
“Solicitó un trabajo en Qatar a
través de un agente de contratación. Le pagamos 80.000 rupias (unos 600 euros
al cambio actual). Pedimos prestado el dinero a los prestamistas del pueblo.
También gastó una cantidad adicional en la adquisición del pasaporte, la
realización de los chequeos médicos necesarios, el viaje y el alojamiento”,
señala su esposa. “El agente le había dicho que recibiría 1.200 riales qataríes
(329 euros) como salario base más algunas horas extras. Le dijeron que el
trabajo sería en interiores, pero no cumplieron sus promesas”, replica con
amargura.
El compromiso ni siquiera duró las
primeras semanas de trabajo. A su llegada a Doha, le fue designado un empleo en
exteriores, bajo duras condiciones climáticas -de los 42 grados centígrados de
media en julio a los 22 en enero-. “Mi marido empezó a trabajar en la
construcción de carreteras. Tuvo que trabajar al aire libre bajo el sol. Nos
llamó para decirnos que el agente le engañó en cuanto al trabajo y los
salarios. Quería volver a casa. Así que fuimos al agente y le pedimos que lo
trajera de vuelta a Nepal, pero dijo que le encontraría un nuevo empleo.
Entonces lo enviaron a trabajar al estadio”.
En la construcción de carreteras,
Rupchandra recibía 1.000 riales qataríes (unos 274 euros). El salario no era
pagado regularmente, una circunstancia que unida al resto de condiciones
laborales le hizo solicitar su retorno. Fue entonces cuando, obligado por el
agente que le había contratado, se encontró directamente implicado en la
construcción de las instalaciones que albergarán hasta mediados de diciembre
el Mundial de fútbol. “El empleo era mejor en el estadio” asegura su
viuda.
“Trabajaba como andamista. El
trabajo era duro pero él decía que era mejor que cavar carreteras. Pero el
salario no era bueno. No sé cuánto ganaba, pero había enviado a casa unas
80.000 rupias en unos siete meses de estancia en Qatar. Más de la mitad de ese
dinero lo pidió prestado a sus amigos”, admite Nirmala, quien calcula que
recibió mensualmente entre 800 y 1.000 riales qataríes, pero el pago tampoco se
realizó en el tiempo estipulado.
Respuesta del comité qatarí
En el caso de Rumba, no tenía
derecho a prestaciones por fin de servicio, ya que llevaba menos de un año
empleado. Su empleador tampoco optó por una cobertura de seguro de vida para
los empleados y, al tratarse de una muerte natural, su familia no tenía derecho
a una indemnización en virtud del WCP [Todos los trabajadores están cubiertos
por la póliza de indemnización de los trabajadores (WCP) en caso de lesiones,
invalidez o muerte por accidentes en el lugar de trabajo. No cubre las muertes
accidentales o naturales fuera del trabajo. Los empresarios también pueden
optar por contratar un seguro de vida opcional para sus empleados]
Sin embargo, el empleador liquidó a
la familia de Rumba todos los salarios finales y/o las prestaciones económicas.
El Comité de Vigilancia también trabajó con los empleadores de Rumba para
negociar una indemnización adicional de 7.000 riales qataríes. La familia de
Rumba recibió un pago de 1,4 millones de rupias nepalesas, que se pagó a través
de la Ley de Empleo en el Extranjero de Nepal y 700.000 rupias nepalesas del
fondo de bienestar de Nepal.
Cuando Rupchandra falleció en Doha,
le debían hasta tres meses de salario. “La empresa envió su cuerpo con 1.500
riales qataríes (unos 411 euros). Eran probablemente tres meses de salario”,
confirma su pareja. La compañía para la que trabajó remitió a la familia 7.000
riales (1.900) un año después de su muerte.
“Eso es todo lo que he recibido y es muy poco.
He conocido a familias que han recibido mucho más que eso. Pregunté al
representante de la empresa si podían proporcionar una ayuda monetaria
adicional para apoyar la educación de mi hijo. Incluso escribí a los
funcionarios qataríes, pero se negaron a proporcionar nada más”, denuncia con
tristeza.
Desde hace meses una decena de
organizaciones -entre las que figuran Amnistía Internacional y Human Rights
Watch- ha solicitado a la FIFA y a las autoridades qataríes que se impliquen de
una vez en la reparación de los abusos cometidos contra los migrantes que
levantaron los estadios. Consideran que los 440 millones de dólares (unos 420
millones de euros) destinados a la dotación en premios del torneo podría ser
una cifra adecuada para financiar un programa de indemnización a
la población trabajadora migrante. A rostros como Rupchandra. “Sería de gran
ayuda que el Gobierno qatarí financiara la educación de mi hijo hasta el
instituto. Pero parece que no van a hacer nada”, desliza Nirmala.
Bhupendra y las deudas que no pudo
pagar
El caso de Bhupendra
Darlami Magar, también migrante nepalí de 35 años, resulta igual de
trágico. “Era mi único hermano. Murió en Qatar en 2018. Trabajaba como
fontanero en un estadio. Nos llamaba regularmente, pero no hablaba mucho de su
trabajo ni de sus salarios”, declara Mohan. “Se fue a Qatar con la esperanza de
ganar dinero. Tiene dos hijos, una niña y un niño. Quería darles una buena
educación”.
Antes de aterrizar en Doha,
protagonizó un azaroso periplo en busca de pan. “Fue a Malasia y el Líbano pero
no consiguió ganar mucho. Siguió yendo de un país a otro. Antes de ir a Qatar, había estado en Afganistán,
pero se vio obligado a regresar tras el cierre de la empresa. Había pedido un
préstamo de casi medio millón de rupias para ir a Afganistán con la esperanza
de obtener buenos salarios”, evoca su hermano desde el distrito de Udayapur,
una región también montañosa en el este de Nepal.
Respuesta del comité qatarí
En el caso de Darlami, estuvo
empleado durante 15 meses y, por tanto, tenía derecho a las prestaciones por
fin de servicio. Su empleador había optado por contratar un seguro de vida para
los empleados, por lo que su familia recibió 200.000 riales qataríes a través
de la cobertura del seguro de vida, además de reclamar 2 millones de rupias
nepalesas del plan de seguros y el fondo de bienestar del gobierno de Nepal.
Tanto Bhupendar Darlami como
Rupchandra Rumba eran de Nepal y, de acuerdo con las directrices estipuladas
por la Junta del Seguro de Enfermedad de Nepal, también estaban cubiertos por
un plan de seguro gubernamental, así como por un fondo de bienestar que las
familias pueden reclamar.
El final de Bhupendra fue
angustioso. “Estaba pasando realmente por malos momentos. Y la deuda que tenía
seguía aumentando. Nos ayudaba en la construcción de viviendas cuando estaba en
Nepal. Pero estaba desesperado por ir a algún sitio”, dice Mohan. “Queríamos
que trabajara aquí, pero él sabía que no podría pagar la deuda trabajando en
Nepal. Los salarios aquí no son tan altos. Esa es la razón por la que no quería
trabajar. Estaba en una situación de vida o muerte”. Su familia insiste en que
era una persona sin afecciones médicas. “Se había sometido a un examen médico y
estaba bien antes de ir a Qatar. Era un tipo sano. Le encantaba jugar al
voleibol y, en general, hacer deporte”, señala. “Hablaba regularmente con
nosotros por teléfono desde Qatar. Estaba bien hasta unos días antes de su
muerte”.
Los parientes del joven ignoran
también las circunstancias reales de su óbito. “No sabemos cómo murió. La
empresa dice que murió en su campo de trabajo mientras dormía. ¿Cómo puede
morir una persona así?”, se interroga su hermano. Sin respuesta. “Recibimos
algo de dinero del Gobierno nepalí y unos 200.000 riales qataríes (unos 54.000
euros) en concepto de indemnización por parte de Qatar. No hemos tenido
noticias de nadie después de eso”, asevera Mohan. La familia ha empleado el
dinero en la construcción de una pequeña casa, el pago de la deuda y el envío
de los niños a la escuela. “Hemos depositado alguna cantidad en el banco para
que los niños reciban la educación que merecen”.
Con el escaso dinero que recibió
por su muerte, la viuda de Bhupendra adquirió una precaria vivienda de cuatro
habitaciones con un techo de hojalata. Vive junto a su hijo en Triyuga, la
capital de la región de Udayapur. Compró el terreno y levantó la casa, a años
luz del ‘skyline’ de rascacielos y lujo desorbitado de Doha.
“He recibido ayudas del Fondo de
Bienestar de los Trabajadores Migrantes del Gobierno de Nepal y también la
indemnización de una póliza de seguro que mi marido había contratado en Nepal
antes de irse a trabajar a Qatar. Utilicé ese dinero para comprar un terreno
porque no disponíamos de casa”, apunta. “Ahora no me queda dinero. Tengo un
hijo que criar y darle una educación. Trabajaba en una tienda de comestibles en
Katmandú. Volví al pueblo y empecé a vivir con mis padres después de que la
tienda cerrara durante la pandemia. Ahora me gano la vida como jornalera”,
lamenta Nirmala. Su vivienda no es menos precaria, hecha de maderas y hojalata.
Un proceso opaco y unas cifras
cuestionadas
La opacidad ha marcado el proceso
de indemnización a las víctimas, a pesar de las continuas demandas de las
organizaciones de derechos humanos. Tampoco se conoce la cifra real de personas
fallecidas o heridas mientras construían los estadios. Según el Comité Supremo,
desde el comienzo de la construcción de los estados en 2014 se han registrado
“tres accidentes mortales relacionados con el trabajo y 37 muertes no
relacionadas con el trabajo”.
El comité organizador reconoce que
las empresas contratistas no están obligadas a realizar un seguro de vida a sus
trabajadores
“A pesar de nuestro compromiso con
nuestras rigurosas normas, desgraciadamente -como en todo el mundo- se siguen
produciendo lesiones y muertes relacionadas con el trabajo en nuestros
proyectos”, explican en su último informe. “Desde el principio, hemos sido
transparentes en cuanto a los accidentes de trabajo y las muertes no
relacionadas con el trabajo en nuestros proyectos, y todos los incidentes se
recogen en nuestros informes anuales”, agregan.
Unas cifras que cuestionan
abiertamente las organizaciones de derechos humanos que han investigado las
muertes. “Debido a la escasez de datos y a la falta de investigaciones, no está
claro cuántos han muerto específicamente en relación con la Copa del Mundo”,
replica a este diario Nicholas McGeehan, director de Fair/Square, una de las
ONGs que más intensamente han trabajado en el asunto. “Ha habido una gran
negligencia en relación con la protección de los trabajadores. Es posible que
nunca se conozca la verdadera magnitud de las muertes y las lesiones, pero han
sido significativas y la mayoría se podían haber evitado”, se queja
McGeehan.
Ha habido una gran negligencia en
relación con la protección de los trabajadores. Es posible que nunca se conozca
la verdadera magnitud de las muertes y las lesiones
NICHOLAS MCGEEHAN, DIRECTOR DE
FAIR/SQUARE
Hasta ahora las peticiones de las
organizaciones de derechos humanos han sido ampliamente ignoradas. “La FIFA y
Qatar se niegan a indemnizar a quienes perdieron sus vidas y sus medios de
vida. Necesitamos indemnizaciones para hacer justicia a quienes sufrieron daños
evitables, y necesitamos urgentemente que se investiguen las muertes de los
trabajadores para evitar este patrón de muertes innecesarias. Si la FIFA no
puede aceptar esto, habrá que plantear serios interrogantes sobre su idoneidad
para gobernar el fútbol mundial y habrá que debatir seriamente modelos
alternativos”, arguye.
Desde la organización del Mundial,
en respuesta a este diario, rechazan la propuesta de ofrecer nuevas y más
elevadas indemnizaciones a las familias de los fallecidos y reconocen, de paso,
que los migrantes han trabajado durante años sin seguro de vida. “El Comité
Supremo ha convencido a varias empresas contratistas para que contraten un
seguro de vida para sus trabajadores, a fin de garantizar una indemnización
digna a las familias en caso de fallecimiento o invalidez”, responde.
El legado del Mundial será que
llevó a cientos de miles de trabajadores a sumergirse en un sistema laboral
profundamente abusivo del que demasiados nunca pudieron escapar
“Este seguro está disponible en
todo el mundo, durante todo el año, y puede pagarse directamente a las familias
de los trabajadores, indemnizándolas con una cantidad considerable que oscila
entre los 50.000 y 100.000 riales qataríes. Hasta la fecha, 25 contratistas han
puesto en marcha esta iniciativa que se espera que beneficie a unos 66.500
trabajadores del Comité Supremo y también que no lo son, pese a no ser un
requisito obligatorio”.
“La vida se ha vuelto más difícil
después de su muerte”, admite Nirmala. “Todas las responsabilidades recaen
ahora sobre mis hombros. Le echamos mucho de menos. Mi hijo a veces se acuerda
de él. Sabe que su padre ha muerto. Sabe que no volverá. Pero aún así se
acuerda de él cuando ve a otros niños caminando con su padre”, añade. Su esposa
describe a Rupchandra como “una persona honesta y muy trabajadora”. “Quería
darnos una buena vida”, murmura. “No sé mucho de fútbol. He oído que Qatar va a organizar pronto la Copa del Mundo.
He recibido la negativa de la empresa y de los funcionarios qataríes, pero a
veces tengo la esperanza de que Qatar haga algo”, narra.
Para la familia de Bhupendra, su
compatriota muerto también en Doha, el inicio del Mundial removerá una tragedia
que sigue muy presente. Cuando el balón eche a rodar y Qatar presuma de los
estadios más avanzados y sofisticados del mundo, sus parientes le recordarán
como una de las víctimas de un escándalo que sacudió el fútbol, sin que ningún gobierno ni federación nacional hicieran
absolutamente nada por evitarlo. “Era una persona muy agradable,
querida por amigos y parientes. Por supuesto, el Mundial nos traerá recuerdos
de él. Era un amante del deporte”, admite su hermano. “El legado del Mundial
será que llevó a cientos de miles de trabajadores a sumergirse en un sistema
laboral profundamente abusivo del que demasiados de ellos nunca pudieron
escapar”, concluye McGeehan. Entre ellos, dos nepalíes con nombre y apellidos: Rupchandra
Rumba y Bhupendra Darlami Magar.
Tomado de El Independiente /
España.