Nota de la redacción de Entre Todos D. Nos acabamos de enterar de la muerte de nuestro amigo Atilio Hernández, su partida le arrebata a los trabajadores, a sus familiares y amigos un ser muy especial, porque eso era Atilio, un tipo especial que describe muy bien el poeta Juan Medina F. en el artículo que a continuación publicamos. En la redacción de ETD nos sumamos al duelo y trasmitimos nuestro pésame a sus familiares. Paz a su alma.
Atilio Hernández murió como quiso, como le habría gustado
morir: pobre, débil, desconocido, honrado ,callado, fiel a Dios, a su familia,
como un justo buen cristiano, sin rencores, violencia ni agravios.
Defensor de trabajadores, digno discípulo de la "bruja" Márquez y de Priscila López, por vocación y misión fue maestro de obreros y abogados, con paciencia y sapiencia, de las cuales hizo gala en su escritorio, en sindicatos, tribunales e inspectorías del trabajo y cualquier calle y esquina.
En su escritorio atendía gratuitamente cualquier consulta,
del tipo que fuera, gratuitamente con simpatía y empatía, sinceridad, prudencia,
discernimiento, buen sentido, solidaridad y fidelidad, a todos los pobres,
desesperanzados, desconsolados y animosos defensores de justa causa, abogados
novicios y estudiantes. Como Gandhi a quien me permitió acercarme, decía cuanto
sabía y reconocía lo que desconocía, pero abierto a pensar e indagar o
inventar, como Simón Rodríguez, a quien también me acercó, buen lector Atilio,
sin biblioteca, porque decía que los libros debían circular.
Extrañamente lo vi por primera vez, frente a frente, con su
rostro contraído, en la plaza Miranda, de Caracas, en medio de empujones y
encontronazos entre militantes del PRV-Ruptura y de la OR-Liga Socialista, hijos
del abstencionismo electoral ellos y del voto nulo nosotros y de nuestro inconsciente
sectario. Luego, sin saber qué hacer con mi título de abogado me abrió las
puertas de su escritorio y del derecho laboral en defensa de trabajadores, en
Valencia. Así, con los trabajadores, asalariados, despedidos, en huelga y
desempleados nos metimos en el laberinto de la burocracia y la corruptela
buscando salida sin matar al Minotauro y sin el hilo de Ariadna .La cuestiones
previas a las que acusó Uslar Pietri como herencia colonial de traba y
archivo intemporal nos cerraban el paso y nos obligaban a las negociaciones
casi siempre fallidas.
Por nuestro escritorio desfilaron en diálogo comprometido
líderes políticos como Douglas Bravo, Julio Escalona, Aristóbulo Istúriz,
Dafnis Domínguez, artistas e intelectuales como Miguel Torrence y Rafael
Gallardo en comprometido diálogo y esperanza.
Atilio Hernández asumió militancia en la Causa R, fue
parlamentario y rompió con esta organización política cuando adhirió a los
preparativos del golpe de estado del 11 de abril de 2002. En ese tiempo nuestro
escritorio jurídico junto al bueno, sencillo y amistoso Asdrúbal Castillo cesó
actividades y yo "tiré mi pañuelo al río, como en la canción de la rockola
y eché todos nuestros expedientes de archivo en un pipote de basura y comencé a
buscar otro destino laboral.
Atilio Hernández se apartó de la ilusión política, de toda
violencia, odio, rencor y quizá resentimiento partidario y personal. Son
"partidos", dijo Simón Rodríguez en su Defensa de Bolívar, que nos
enseñó a conocer Caupolicán Ovalles.
La vida hogareña y el silencio llevaron a Atilio Hernández a
la reclusión hogareña para hacerse cargo de su familia en medio de nuestra
crisis y de la pandemia del coronavirus. Se dedicó a la vida solitaria y a la
lectura bíblica como buen cristiano y murió como justo de Moisés y de Jesús,
por desnutrición crónica, callado, en compañía de su esposa Marlene, en
espera de su hija Laura, quién vino desde el Perú con su pasaporte vencido. En
silencio y en olvido de todo lo vivido viajó sin cédula de identidad y sin
pasaporte ni aviso a sus amigos hasta la eternidad.
Juan Medina Figueredo.