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27 octubre, 2022

Murió el doctor Atilio Hernández

 Nota de la redacción de Entre Todos D. Nos acabamos de enterar de la muerte de nuestro amigo Atilio Hernández, su partida le arrebata a los trabajadores, a sus familiares y amigos un ser muy especial, porque eso era Atilio, un tipo especial que describe muy bien el poeta Juan Medina F. en el artículo que a continuación  publicamos. En la redacción de ETD nos sumamos al duelo y trasmitimos nuestro pésame a sus familiares. Paz a su alma.

Atilio Hernández murió como quiso, como le habría gustado morir: pobre, débil, desconocido, honrado ,callado, fiel a Dios, a su familia, como un justo buen cristiano, sin rencores, violencia ni agravios.

Defensor de trabajadores, digno discípulo de la "bruja" Márquez y de Priscila López, por vocación y misión fue maestro de obreros y abogados, con paciencia y sapiencia, de las cuales hizo gala en su escritorio, en sindicatos, tribunales e inspectorías del trabajo y cualquier calle y esquina.

En su escritorio atendía gratuitamente cualquier consulta, del tipo que fuera, gratuitamente con simpatía y empatía, sinceridad, prudencia, discernimiento, buen sentido, solidaridad y fidelidad, a todos los pobres, desesperanzados, desconsolados y animosos defensores de justa causa, abogados novicios y estudiantes. Como Gandhi a quien me permitió acercarme, decía cuanto sabía y reconocía lo que desconocía, pero abierto a pensar e indagar o inventar, como Simón Rodríguez, a quien también me acercó, buen lector Atilio, sin biblioteca, porque decía que los libros debían circular.

Extrañamente lo vi por primera vez, frente a frente, con su rostro contraído, en la plaza Miranda, de Caracas, en medio de empujones y encontronazos entre militantes del PRV-Ruptura y de la OR-Liga Socialista, hijos del abstencionismo electoral ellos y del voto nulo nosotros y de nuestro inconsciente sectario. Luego, sin saber qué hacer con mi título de abogado me abrió las puertas de su escritorio y del derecho laboral en defensa de trabajadores, en Valencia. Así, con los trabajadores, asalariados, despedidos, en huelga y desempleados nos metimos en el laberinto de la burocracia y la corruptela buscando salida sin matar al Minotauro y sin el hilo de Ariadna .La cuestiones previas a las que acusó Uslar Pietri como herencia colonial de traba y archivo intemporal nos cerraban el paso y nos obligaban a las negociaciones casi siempre fallidas.

Por nuestro escritorio desfilaron en diálogo comprometido líderes políticos como Douglas Bravo, Julio Escalona, Aristóbulo Istúriz, Dafnis Domínguez, artistas e intelectuales como Miguel Torrence y Rafael Gallardo en comprometido diálogo y esperanza.

Atilio Hernández asumió militancia en la Causa R, fue parlamentario y rompió con esta organización política cuando adhirió a los preparativos del golpe de estado del 11 de abril de 2002. En ese tiempo nuestro escritorio jurídico junto al bueno, sencillo y amistoso Asdrúbal Castillo cesó actividades y yo "tiré mi pañuelo al río, como en la canción de la rockola y eché todos nuestros expedientes de archivo en un pipote de basura y comencé a buscar otro destino laboral.

Atilio Hernández se apartó de la ilusión política, de toda violencia, odio, rencor y quizá resentimiento partidario y personal. Son "partidos", dijo Simón Rodríguez en su Defensa de Bolívar, que nos enseñó a conocer Caupolicán Ovalles.

La vida hogareña y el silencio llevaron a Atilio Hernández a la reclusión hogareña para hacerse cargo de su familia en medio de nuestra crisis y de la pandemia del coronavirus. Se dedicó a la vida solitaria y a la lectura bíblica como buen cristiano y murió como justo de Moisés y de Jesús, por desnutrición crónica, callado, en compañía de su esposa Marlene, en  espera de su hija Laura, quién vino desde el Perú con su pasaporte vencido. En silencio y en olvido de todo lo vivido viajó sin cédula de identidad y sin pasaporte ni aviso a sus amigos hasta la eternidad.

Juan Medina Figueredo.