Por Luis Heraclio Medina*
El Club Centro de Amigos fue el más importante centro social
de Valencia entre finales del siglo XIX y principios del XX. Sus primeras sedes
fueron lujosas casas coloniales ubicadas en la Calle Libertad, muy cerca de la
plaza Bolívar y en los años 20 se mudó a la más lujosa edificación que todavía
se recuerda en el bulevar este de la misma plaza, donde estuvo casi un siglo y
la conocimos todos los valencianos que vivimos hoy que la vemos con el nombre
de CAVAM.
El club fue constituido por una serie
de caballeros de la ciudad de importante figuración social. Comerciantes,
industriales y profesionales de gran solvencia moral fueron sus iniciadores,
algunos nativos de la ciudad y otros venidos de la lejana Europa, pero todos
conocidos entre sí y que se profesaban gran confianza y respeto.
En el club, de riguroso estilo europeo, se realizaban reuniones, fiestas y veladas culturales, siempre en un ambiente de gran distinción y buen gusto. También se efectuaban actos caritativos como campañas de recolección de recursos para tragedias y epidemias. Así por ejemplo, a finales del siglo XIX fue la sede de la junta que construyó el Hospital de San Roque, destinado a los enfermos de la viruela. Este estuvo ubicado al pié del Cerro La Guacamaya, en el lugar que llamaban “El Pozón” y tenía una capacidad para 300 enfermos.
El riguroso traje formal era
la norma; la etiqueta nunca podía faltar. La misma rigurosidad que tenían sus
miembros para invitar a alguien a su hogar se tenía para aceptar a alguien en
el club. Se cuenta que en una oportunidad el presidente del estado hizo entrar
a Juan Vicente Gómez al club y la fría indiferencia con que los miembros
recibieron el dictador le hizo decir:
-Mmmm…Ni un solo “Viva Gómez”- esta
gente no nos quiere. Vámonos para otra parte ¡
El ingreso de un nuevo miembro no
era fácil. Los antecedentes y conducta del aspirante eran objeto de un
minucioso análisis. Muchos creyendo que por ser muy ricos tendrían flanqueada
el ingreso al prestigioso centro vieron frustrados sus deseos ante la negativa
de algún miembro. El dinero les podían servir para entrar en muchos lugares,
pero en el Club Centro de Amigos eso no era así.
Para admitir a un nuevo aspirante
se sometía su caso a votación. Se le daba a cada miembro una papeleta con las palabras
“Aceptado” y “Rechazado”. La tarjeta tenía una línea perforada por el medio que
permitía separarla fácilmente para introducir la mitad de la tarjeta con el
voto en la urna. La aceptación debía ser unánime; un solo voto de “Rechazado”
era suficiente para negar el ingreso. Es lo que popularmente se llamaba darle
“bola negra”. Mucha gente piensa que la votación era por algún tipo de esferas
de colores o algo así, pero lo de “bola negra” era una simple expresión. Las
votaciones siempre eran con las tarjetas. Nunca existieron esferas negras.
Cierto día de 1897 un adinerado
comerciante dedicado al negocio de la carne y los mataderos (el negocio de las
pesas se le decía antiguamente) solicitó el ingreso al club. Lo llamaremos “el
señor Pesador”.
El señor Pesador tenía una
sólida posición económica, ya que el negocio de la “pesa de la carne” era muy
lucrativo. Tenía una envidiable fortuna y se ufanaba con sus amigos de que
pronto estaría celebrando en el famoso “Club Centro de Amigos”.
Pero a la hora de contarse los
votos apareció una papeleta de “Rechazado”. La “bola negra” no permitiría la
entrada al miembro del gremio de los pesadores.
Pesador se indignó. No aceptaba lo
que pasaba, ya que no entendía cómo se manejaban las cosas en el club.
-Yo tengo más dinero que muchos de
esos señores ¡¿por qué no me han admitido?
Al terminar la sesión de los
directivos del club, Pesador que estaba en los alrededores de la Plaza Bolívar
salió al paso de los socios que salían de la casona.
-¿Cómo va a ser que me han rechazado?
¿Quién me ha echado bola negra?
El joven abogado Víctor Alvarado
Escorihuela, sin titubeos respondió la pregunta:
-Fui yo el de la bola negra.
El “pesador”, lleno de ira, sacó un
revólver del bolsillo y disparó a quemarropa en contra del jurista, quien,
impactado en el pecho, cayó muerto en el acto a los pies del monolito del
Libertador.
El crimen causó conmoción en la
pequeña ciudad, no acostumbrada a los hechos de sangre. Alvarado Escorihuela
era miembro de una de las familias más antiguas y respetadas de Valencia; era
vicepresidente del Colegio de Abogados del Estado Carabobo y fundador del
“Valencia Sport Club”, primer club deportivo de la ciudad, un profesional
pacífico y moderado en sus procederes.
El crimen no cambió las normas del
famoso club valenciano, sino que más bien, ratificó la voluntad de sus miembros
de mirar con mucho cuidado a quien se le abrirían sus puertas, pero de allí
surgió la leyenda de la “bola negra”.
*TITULO PROFESIONAL:
Abogado (Universidad de Carabobo, promoción 1984) ACTIVIDAD PROFESIONAL: Libre
ejercicio desde 1984 hasta 2016, desde Valencia, Estado Carabobo. Miembro
Correspondiente de la Academia de Historia del Estado Carabobo. Articulista
permanente de Notitarde. LABOR DE DIVULGACIÓN E INVESTIGACIÓN HISTÓRICA:
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