El presidente colombiano quiere adquirir el 51% de la empresa venezolana, clave para garantizar la seguridad alimentaria del país
MARÍA JIMENA DUZÁN
El Gobierno del presidente Gustavo Petro ha destapado sus
cartas: quiere utilizar el clima de reconciliación con Venezuela para
proponerle a Nicolás Maduro la compra del 51% de Monómeros, una empresa
venezolana que opera en Colombia y que suministra el 37% por ciento de los
fertilizantes que se utilizan en el campo colombiano. La propuesta ya la tiene
Maduro en su mesa, pero todavía su gobierno no se ha pronunciado.
La idea de adquirir el 51 % de Monómeros la venía trabajando Petro desde la campaña y sus implicaciones pueden incidir en el futuro de las relaciones con Venezuela. El presidente colombiano considera que esta empresa es clave para garantizar la seguridad alimentaria del país, sobre todo en estos momentos en que la guerra en Ucrania y el Covid han disparado los precios de los fertilizantes en el mundo y estima que es vital para impulsar el desarrollo del agro en Colombia, una promesa que hizo en su campaña.
Sin, embargo no la tiene fácil: así soplen vientos de
reconciliación entre Bogotá y Caracas, todavía hay muchos entuertos sin
desenredar que pesan a la hora de volver a la normalidad y casi todos tienen
que ver con Monómeros.
Lo que ha sucedido con esta empresa en los últimos 10 años es
de una truculencia digna de las telenovelas, un género binacional que nos
inventamos entre Colombia y Venezuela por allá en los ochenta y que se volvió
muy popular porque recreaba una visión cursi de nuestra realidad, apelaba a las
pasiones y justificaba el engaño.
Monómeros fue engendrada en 1967 cuando Carlos Lleras
Restrepo, presidente de Colombia y Raúl Leoni, de Venezuela, decidieron fundarla
en Barranquilla como demostración de hermandad entre los dos países. Cada país
tenía el 45% y el 10% restante era de una compañía que suministraba insumos
para producir los fertilizantes. Colombia perdió su participación en 2006
cuando Álvaro Uribe decidió poner a la venta las acciones a un precio muy por
debajo del valor, con el propósito de que una empresa colombiana las
adquiriera. Chávez supo de la jugada y ejerció de inmediato la opción de compra
que tenía y Uribe, a regañadientes, tuvo que vendérselas. Ese error de cálculo
le quitó a Colombia una empresa que para ese entonces suministraba cerca del
70% de los fertilizantes que se consumían en el campo colombiano.
El chavismo tampoco la trató bien porque la convirtió en su
caja menor y Trump decidió meterla en la lista Clinton y le impuso una serie de
restricciones que la empezaron a afectar financieramente. Con el triunfo de
Duque la saga de Monómeros se volvió aún más truculenta. En 2019 cuando el
presidente Iván Duque decidió romper relaciones con Maduro y reconoció a Juan
Guaidó como líder de Venezuela, Monómeros pasó a manos de ese Gobierno
imaginario que se inventó la oposición venezolana.
Durante tres años la empresa venezolana que opera en
Barranquilla no solo fue saqueada y desangrada por el Gobierno interino de
Guaidó, sino que se convirtió en el escenario de una pugna entre diferentes
facciones de la oposición que se empezaron a denunciar unas a otras. La
denuncia más grotesca quedó consignada en un informe preliminar hecho por la
Asamblea Nacional ad hoc. Allí se afirma que se diseñó una estrategia para
asfixiarla y que se la quedaran personas allegadas a Leopoldo López. La toma
hostil habría sido diseñada por Nitron Group, la compañía estadounidense que
era la mayor proveedora de Monómeros. A través de una estrategia que se conoce
en el mercado como la de loan to own, es decir, “prestar para poseer”, se
pretendía hacerse a la mayoría de los pasivos externos de la compañía que ya
estaba en aprietos para convertir tales deudas en acciones y así apoderarse de
la compañía. Ese informe dice que esta toma contó con la participación de
funcionarios de la empresa, como la presidente de la junta directiva Carmen
Elisa Hernández, el gerente financiero el colombiano, William Otero y el
contratista colombo venezolano, Jorge Luis Pacheco, dos personas muy cercanas
al gobierno Duque. Otero había trabajado con Víctor Muñoz, en la secretaria
general de la presidencia y Pacheco había formado parte de la campaña de Iván
Duque. La toma hostil fue burda como la que aparece en la telenovela Betty la
fea. Varios de los funcionarios más importantes que ocupaban cargos directivos
en Monómeros renunciaron y se fueron a trabajar a la filial de Nitron Group,
que se constituyó con el propósito de socavar a Monómeros.
El informe dice que esta toma hostil no hubiera sido posible
sin el concurso de altos funcionarios de Iván Duque. En realidad, el informe se
queda corto en esa materia. Todos los intentos que hizo el Gobierno de Maduro
por retomar el control de la empresa fracasaron gracias a que Duque impidió en
varias oportunidades la entrada de los funcionarios que enviaba Maduro. Puso a
las agencias del gobierno al servicio de Guaidó y cuando se inició la toma
hostil en lugar de denunciarla azuzó a la Superintendencia de Sociedades, que
es la entidad que vigila las empresas para que la liquidaran.
Duque alcahueteó ese festín y permitió que una compañía que
significaba tanto para la seguridad alimentaria de Colombia quedara en sus
huesos.
Hoy Petro quiere comprar el 51% de esa empresa porque la
quiere convertir en la empresa binacional más importante para el desarrollo de
la agro industria. Si logra cristalizar su propuesta, se podrá bajar el precio
de los fertilizantes en un 40%, lo cual significaría para Colombia un ahorro
enorme.
En Caracas, las cosas pintan distinto. Maduro ve a Monómeros
como una oportunidad política para asestarle un golpe a la oposición, denunciar
su corrupción y poner la lupa sobre figuras como la de Leopoldo López. Hace una
semana Diosdado Cabello prácticamente dio por hecho que Petro iba extraditar a
todos los venezolanos -léase a los miembros de la junta de Monómeros- que
tienen cuentas en la justicia. Petro ha cerrado la puerta a esa petición,
diciendo que Colombia es respetuosa del
derecho de asilo, pero el tema sigue en pie.
Como si el clima no estuviera ya enrarecido, la semana pasada
Maduro presentó la nueva junta de Monómeros ante la Cámara de Comercio de
Barranquilla y no incluyó ni a un miembro del Gobierno de Petro, un guiño que
muchos esperaban que hiciera. Si a este clima crispado se le agrega la
inquietud que tiene la embajada norteamericana por el futuro de Monómeros, se
completa un panorama difícil y complejo que anuncia tempestades.
La telenovela de Monómeros es una saga que refleja lo cerca
que Colombia está de Venezuela, pero lo alejados que están nuestros gobiernos
luego de cuatro años de ruptura. Si Maduro acepta la propuesta de Petro, la
empresa quedaría exenta de las sanciones que tiene por el hecho de estar en la
lista Clinton, se garantizaría la seguridad alimenticia de la región, se
fortalecería la política binacional y necesariamente tendría que abrirse una
negociación con la oposición venezolana que está radicada en Colombia. Si
Maduro no acepta la propuesta de Petro, Monómeros sería objeto de las sanciones
impuestas por el hecho de estar en la lista Clinton y eso sería un golpe mortal
para una empresa que ya está en sus rines, además de que la seguridad
alimenticia de Colombia quedaría a merced de las rabietas de Maduro.
Esta saga merece un final feliz, como sucede en las
telenovelas. Los venezolanos y colombianos nos lo merecemos. Falta ver si
nuestros líderes políticos están a la altura de sus pueblos.
TEXTO TOMADO DE EL PAÍS
/ ESPAÑA
|
|