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01 septiembre, 2022

Petro quiere quedarse con Monómeros, Maduro se lo piensa


 El presidente colombiano quiere adquirir el 51% de la empresa venezolana, clave para garantizar la seguridad alimentaria del país

MARÍA JIMENA DUZÁN

El Gobierno del presidente Gustavo Petro ha destapado sus cartas: quiere utilizar el clima de reconciliación con Venezuela para proponerle a Nicolás Maduro la compra del 51% de Monómeros, una empresa venezolana que opera en Colombia y que suministra el 37% por ciento de los fertilizantes que se utilizan en el campo colombiano. La propuesta ya la tiene Maduro en su mesa, pero todavía su gobierno no se ha pronunciado.

La idea de adquirir el 51 % de Monómeros la venía trabajando Petro desde la campaña y sus implicaciones pueden incidir en el futuro de las relaciones con Venezuela. El presidente colombiano considera que esta empresa es clave para garantizar la seguridad alimentaria del país, sobre todo en estos momentos en que la guerra en Ucrania y el Covid han disparado los precios de los fertilizantes en el mundo y estima que es vital para impulsar el desarrollo del agro en Colombia, una promesa que hizo en su campaña.

Sin, embargo no la tiene fácil: así soplen vientos de reconciliación entre Bogotá y Caracas, todavía hay muchos entuertos sin desenredar que pesan a la hora de volver a la normalidad y casi todos tienen que ver con Monómeros.

Lo que ha sucedido con esta empresa en los últimos 10 años es de una truculencia digna de las telenovelas, un género binacional que nos inventamos entre Colombia y Venezuela por allá en los ochenta y que se volvió muy popular porque recreaba una visión cursi de nuestra realidad, apelaba a las pasiones y justificaba el engaño.

Monómeros fue engendrada en 1967 cuando Carlos Lleras Restrepo, presidente de Colombia y Raúl Leoni, de Venezuela, decidieron fundarla en Barranquilla como demostración de hermandad entre los dos países. Cada país tenía el 45% y el 10% restante era de una compañía que suministraba insumos para producir los fertilizantes. Colombia perdió su participación en 2006 cuando Álvaro Uribe decidió poner a la venta las acciones a un precio muy por debajo del valor, con el propósito de que una empresa colombiana las adquiriera. Chávez supo de la jugada y ejerció de inmediato la opción de compra que tenía y Uribe, a regañadientes, tuvo que vendérselas. Ese error de cálculo le quitó a Colombia una empresa que para ese entonces suministraba cerca del 70% de los fertilizantes que se consumían en el campo colombiano.

El chavismo tampoco la trató bien porque la convirtió en su caja menor y Trump decidió meterla en la lista Clinton y le impuso una serie de restricciones que la empezaron a afectar financieramente. Con el triunfo de Duque la saga de Monómeros se volvió aún más truculenta. En 2019 cuando el presidente Iván Duque decidió romper relaciones con Maduro y reconoció a Juan Guaidó como líder de Venezuela, Monómeros pasó a manos de ese Gobierno imaginario que se inventó la oposición venezolana.

Durante tres años la empresa venezolana que opera en Barranquilla no solo fue saqueada y desangrada por el Gobierno interino de Guaidó, sino que se convirtió en el escenario de una pugna entre diferentes facciones de la oposición que se empezaron a denunciar unas a otras. La denuncia más grotesca quedó consignada en un informe preliminar hecho por la Asamblea Nacional ad hoc. Allí se afirma que se diseñó una estrategia para asfixiarla y que se la quedaran personas allegadas a Leopoldo López. La toma hostil habría sido diseñada por Nitron Group, la compañía estadounidense que era la mayor proveedora de Monómeros. A través de una estrategia que se conoce en el mercado como la de loan to own, es decir, “prestar para poseer”, se pretendía hacerse a la mayoría de los pasivos externos de la compañía que ya estaba en aprietos para convertir tales deudas en acciones y así apoderarse de la compañía. Ese informe dice que esta toma contó con la participación de funcionarios de la empresa, como la presidente de la junta directiva Carmen Elisa Hernández, el gerente financiero el colombiano, William Otero y el contratista colombo venezolano, Jorge Luis Pacheco, dos personas muy cercanas al gobierno Duque. Otero había trabajado con Víctor Muñoz, en la secretaria general de la presidencia y Pacheco había formado parte de la campaña de Iván Duque. La toma hostil fue burda como la que aparece en la telenovela Betty la fea. Varios de los funcionarios más importantes que ocupaban cargos directivos en Monómeros renunciaron y se fueron a trabajar a la filial de Nitron Group, que se constituyó con el propósito de socavar a Monómeros.

El informe dice que esta toma hostil no hubiera sido posible sin el concurso de altos funcionarios de Iván Duque. En realidad, el informe se queda corto en esa materia. Todos los intentos que hizo el Gobierno de Maduro por retomar el control de la empresa fracasaron gracias a que Duque impidió en varias oportunidades la entrada de los funcionarios que enviaba Maduro. Puso a las agencias del gobierno al servicio de Guaidó y cuando se inició la toma hostil en lugar de denunciarla azuzó a la Superintendencia de Sociedades, que es la entidad que vigila las empresas para que la liquidaran.

Duque alcahueteó ese festín y permitió que una compañía que significaba tanto para la seguridad alimentaria de Colombia quedara en sus huesos.

Hoy Petro quiere comprar el 51% de esa empresa porque la quiere convertir en la empresa binacional más importante para el desarrollo de la agro industria. Si logra cristalizar su propuesta, se podrá bajar el precio de los fertilizantes en un 40%, lo cual significaría para Colombia un ahorro enorme.

En Caracas, las cosas pintan distinto. Maduro ve a Monómeros como una oportunidad política para asestarle un golpe a la oposición, denunciar su corrupción y poner la lupa sobre figuras como la de Leopoldo López. Hace una semana Diosdado Cabello prácticamente dio por hecho que Petro iba extraditar a todos los venezolanos -léase a los miembros de la junta de Monómeros- que tienen cuentas en la justicia. Petro ha cerrado la puerta a esa petición, diciendo que Colombia es  respetuosa del derecho de asilo, pero el tema sigue en pie.

Como si el clima no estuviera ya enrarecido, la semana pasada Maduro presentó la nueva junta de Monómeros ante la Cámara de Comercio de Barranquilla y no incluyó ni a un miembro del Gobierno de Petro, un guiño que muchos esperaban que hiciera. Si a este clima crispado se le agrega la inquietud que tiene la embajada norteamericana por el futuro de Monómeros, se completa un panorama difícil y complejo que anuncia tempestades.

La telenovela de Monómeros es una saga que refleja lo cerca que Colombia está de Venezuela, pero lo alejados que están nuestros gobiernos luego de cuatro años de ruptura. Si Maduro acepta la propuesta de Petro, la empresa quedaría exenta de las sanciones que tiene por el hecho de estar en la lista Clinton, se garantizaría la seguridad alimenticia de la región, se fortalecería la política binacional y necesariamente tendría que abrirse una negociación con la oposición venezolana que está radicada en Colombia. Si Maduro no acepta la propuesta de Petro, Monómeros sería objeto de las sanciones impuestas por el hecho de estar en la lista Clinton y eso sería un golpe mortal para una empresa que ya está en sus rines, además de que la seguridad alimenticia de Colombia quedaría a merced de las rabietas de Maduro.

Esta saga merece un final feliz, como sucede en las telenovelas. Los venezolanos y colombianos nos lo merecemos. Falta ver si nuestros líderes políticos están a la altura de sus pueblos.

TEXTO TOMADO DE EL PAÍS / ESPAÑA

 

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