Sancho Panza ingresa al departamento arrastrando el carrito con las compras hechas. Sin usar las manos, con los mismos pies, se quita los zapatos y los patea a un rincón. Se acaricia los juanetes y el dedo gordo. Vigilado por un papel escrito a mano que indica ¡Lavar Manos! pegado con scotch en la pared, se quita el barbijo y corre al baño. Abre la canilla, avisa que llegó: “¿Vuesa merced, se encuentra bien y trabajando?”... Desde su cuarto, Don Quijote, en calzas y pantuflas, paseando por las páginas porno que regala la computadora, responde al punto: “Siempre al pie y trabajando, mi querido escudero y labrador manchego. Aquí luchando con mi nueva investigación sobre la conspiración mundial, en este mundo decadente y acojonado por esta pandemialitis manejada por la banca mundial, que por suerte llega a su fin. ¿Y a vos cómo te ha ido por esas calles de Dios?”.
Sancho cierra la bragueta y retorna
a la cocina, desparrama sobre la mesada cebollas, pescados, legumbres, frutas y
dos botellas de Malbec, y da cuenta de su paseo: “Pues bien, salvo que me he
peleado con el chino, no me alcanzó el dinero y quise completar con la tarjeta,
pero se negó el muy tunante, así que no iré más a ese condenado supermercado
extranjero…”. Don Quijote detiene los nerviosos dedos en el teclado porque en
XXXPORN una rubia espectacular sacude el esqueleto de tal modo que por un
instante la dulcísima-Dulcinea de sus sueños eternos desaparece de su
obsesiva-obsesión; pero se equilibra para continuar la charla: “Ya hace más de cincuenta
años que el amigo Céline lo dejó escrito en su última novela Rigodón, avisando
que se nos avecinaba el peligro chino, pero nadie le dio bolilla. Creo buena la
ocasión para una buena grapita”.
Sancho está de acuerdo y refunfuña:
“sorpresas te da la vida, viva la quinta brigada, que la tortilla se vuelva y
los chinos se traguen sus barbijos, donde quiera cuecen habas me encontré con
una conocida vuestra de cuyo nombre...”. Sancho sigue hablando, cumple con el
pedido y se mete sin avisar en el estudio del genial maestro. Éste, mal
sorprendido, debe hacer malabares para cerrar con rapidez las páginas porno,
saltar a Yahoo para enmascararse, y de apuro abrir una circular del banco que
le sirve de simbólico escudo: “Mirá vos, el banco hace descuentos para comprar
ropa o cambiar puntos por vajillas, paraguas asiáticos o entradas para el
teatro…”.
Sancho sirve en dos copitas y deja
la botella en el escritorio, advirtiéndole que no hay que olvidar llamarlo a
Carlitos para escuchar sus consejos. Don Quijote abre grande los ojos
agradeciendo el recuerdo, bebe un sorbo y marca en su celular. Luego de la
tercera llamada se escucha un disco publicitario: “¡Cripto monedas, Bitcoins,
XRP, Etheseum, colocación de monedas, funding, ¡activos
digitales! ¡Asesoramiento internacional Carlos Marx y asociados, la mejor
opción!” . Y aparece el rostro del susodicho Carlitos con los rulos
parados enmarcándole la cara.
Ambos se ven en el celu y se
saludan con el pulgar hacia arriba. El autor de El Capital inicia
el diálogo: “Hola gallego, ¿qué es de tu vida? ¿Cómo la llevan por
ahí?”. Don Quijote le garantiza que, poniéndole paños tibios al púlpito, y
le pide consejos leyéndole apresurado una circular con opciones de inversión
que le ha mandado el banco. Carlitos escucha sin dejar de apreciar en el
monitor de su compu la igualdad lograda entre razas que, si en otros tiempos
vivían en conflictos, hoy fraternizan felizmente en camas sicalípticas
ejerciendo los derechos adquiridos que otorga la plataforma de Porn-Hub.
Inesperadamente y barba en ristre,
abre la puerta su asociado Federico Engels para una consulta técnica.
Marx, más previsor que Don Quijote, de inmediato presiona la tecla
correspondiente para cambiar la pantalla de la compu y evitar el papelón; pero
lo hace torpemente y, en lugar de aparecer la página en la que se supone está
atareado el enorme economista, surge un video en el que se lo ve a Robin
ingresando a la oficina de Batman descubriéndolo en el disfrute controversial
de una página porno de elevado descaro.
Tragando saliva y para superar con
clase el bochorno, Marx le indica silencio a su amigo y socio Engels cruzando
el índice en los labios y, señalando el celular, enfatiza la charla por
WhatsApp: “Sí, querido Gallego, tenés razón, sí, sí, creo más conveniente invertir,
como ya te dije, en obras de arte en la línea Andy Warhol, todo muy libre,
sí-sí, personajes de historieta, exacto, todo muy cool y suelto como este link
que me enviaste, sí-sí, es bueno el consejo del gordo Sancho -dale saludos-,
exactamente, sí-sí, invertir ahora en plataformas e-book no lo veo porque las
nuevas variantes que inventarán para mantenernos recluidos no las veo
benignas”…
Y como ahora se lo ve a Robin
apaleando a Batman por haberlo agarrado infraganti, Marx, feamente
avergonzado, opta por acabar con tanto bochorno, así que decide cerrar la
cháchara con un disloque desconcertante: “Eso mismo, gallego, como vos
decís, Dios sólo inventó el cine para eternizar a Rita Hayworth, el resto es
verso”. Engels pone cara de “de qué hablan estos pelotudos” y se va dejando los
papeles de la consulta. En el video se ve a Robin haciendo lo mismo agregando
un fortísimo portazo lleno de celos. También se retira Sancho Panza, pero con
cierta elegancia…
Solo, Don Quijote, le sonríe al
techo y repite la frase que le transfirió Marx, por lo que, mágicamente, en
incomprensible y agradable final, en la pantalla de la compu aparece Gilda
cantando y bailando como nadie y para todos, su memorable “Put-the-blame-on-Mame-boys”,
obligando a Don Quijote servirse otra vuelta de ginebra y brindar por la
pelirroja caída del cielo…
Tomado de Página 12 / Argentina - Imagen: REP.