Por Rebeca Figueredo*
Con la iniciativa de algunos ciudadanos, apoyo de jefes
políticos y aportes económicos de los vecinos valencianos, finalizando el año
de 1836 se plantea un proyecto para iluminar una calle de Valencia, llamándolo
“El alumbrado civil de la Calle Real” (calle Colombia) se abre una suscripción
y se reciben aportes de vecinos desde altos montos como 10 pesos y menor monto
de 1 peso. Instituciones como el Colegio Nacional y la Iglesia Matriz también
contribuyen con 10 pesos y las Rentas Municipales con sesenta pesos.
Sin embargo, como toda organización y planificación que requiere de dinero la situación no escapó de ciertas actitudes no tan agradables, específicamente de una persona que se negó a dar el aporte, aun así cuando era poseedor de dos establecimientos en dicha calle que se pretendía iluminar. Sin embargo, los promotores del alumbrado los señores Diego Escorihuela y Ramón Ravelo decidieron expresar el malestar de la situación como se hacía en aquellos tiempos: a través de la prensa, publicando lo siguiente:
“El señor Espinosa debía contribuir con cinco pesos, por el
doble establecimiento que tiene en la calle principal, pero se negó. Esto se
llama civilización, esto se llama espíritu público. No hay duda que un
ciudadano semejante da muchas esperanzas. Sin embargo, es preciso hacer
justicia al patriótico interés del señor Espinosa; el hizo con altisonante
frases el pomposo ofrecimiento de cien pesos para cuando se establezca el
alumbrado civil en toda esta capital, y los infrascritos excitan a los que de
aquí a cincuenta años logren tamaña empresa, para que a su tiempo aprovechen el
desinterés de este ciudadano” (González Guinan, pág. 76)
Nada de esto fue motivo de desánimo y con mucho esfuerzo de
habitantes comprometidos con la ciudad se logró recaudar 361 pesos, se
compraron diez botellas de manteca de puerco para el alumbrado, se construyeron
23 faroles de la mano del artesano José Franquines, el señor Antonio Araujo
cerrajero de esta ciudad se le dio la responsabilidad de fabricar 23 pescantes
que servían de soporte para dichos faroles, el señor Ibarra procedió a pintar
los pescantes y faroles, el señor Calixto Landaeta alarife de la época se
encargó de instalarlos.
Es así como en la noche del 31 de diciembre de 1836 la Calle
Real de Valencia (calle Colombia) estrena y se luce iluminada con 23 faroles,
cada uno de ellos instalados a una distancia de media cuadra entre ellos,
siendo los valencianos testigos de aquella noche tan particular observaban con
entusiasmo aquella calle que irradiaba de luz, iluminando aquel extenso
empedrado que contaba tantas historias.
El aumento de los faroles a través del tiempo fue un proceso
bastante lento, después de utilizar manteca de puerco para encender los
faroles se comenzó a usar aceite de yagua y luego aceite de coco, para 1864 se
comenzó a utilizar kerosene esto gracias al contrato que hizo el alumbrado de
la ciudad con el General Guillermo Austria, quien también estableció una venta
de lámparas y que ya luego todo el mundo lo llamaría Mr. Kerosene. Gracias al
alumbrado por kerosene los faroles aumentaron a 628 ya para el año de 1885.
En agosto de 1889 se promocionaba un aceite para alumbrar de
uso doméstico “Luz Diamante” ofreciendo la seguridad en el hogar ya que si se
quebraba la lámpara la llama quedaba extinguida por ser fabricado el aceite con
una destilación especial.
En 1888 dos carabobeños desempeñando cargos importantes en
Venezuela: el General Hermógenes López como el Ejecutivo Nacional y el Dr.
Francisco González Guinan como Ministro de Relaciones Interiores contratan al
norteamericano Miguel T. Dooley para el alumbrado eléctrico en ciertas zonas
del país, logrando que se comenzaran los trabajos por Valencia, un año va a
pasar entre la llegada de los materiales a la ciudad, instalación de postes y alambres
en las calles, contratiempos y paralización de la obra hasta que finalmente
llegue el día 22 de septiembre de 1889 cuando los valencianos sean testigos de
cómo su ciudad es alumbrada por primera vez con luz eléctrica y convirtiéndose
en “La primera ciudad de Hispano-América que se iluminaba con esa luz”
(González Guinan, pág. 77).
“La luz era firme, fija y radiante. La claridad era inmensa y
se podía ver en la plaza Bolívar, los más pequeños detalles del Monumento de
Carabobo. De indiscreta fue calificada la luz. Las lámparas eran de adelantado
sistema Tomson-Houston; habiendo quedado la oficina de electricidad establecida
en la calle de Comercio, a cargo del inteligente señor Eglinton” (González
Guinan, pág. 77).
En la oficina no culminada del señor Eglinton se procede a
realizar una ceremonia para bautizar a las máquinas, en compañía de personajes
relevantes de la ciudad como el jefe civil Pedro Feo y su esposa, los señores
Osío Málpica y N. Mallon. Una botella de champaña rociada en el motor de la mano
de la señora de Feo marcará el gran inicio de una maravillosa obra que con el
tiempo perdurará, convirtiendo aquel alumbrado dado por kerosene, aceite de
coco, aceite de yagua y manteca de puerco en vestigios de un pasado y dejando a
aquellos primeros faroles que colgaban desde las ventanas de aquellas casas
particulares que decidían iluminar la calle antes de 1836 como un recuerdo
nostálgico que nos permite viajar en el tiempo.
Referencias Bibliográficas
González Guinan, Francisco. “Tradiciones de mi Pueblo”
Ediciones del Ejecutivo del estado Carabobo. Valencia 1981.
*Licenciada
en Educación, egresada de la Universidad de Carabobo Investigadora de la
Historia de Venezuela Guía de recorridos históricos en Valencia @mas.valencia
Articulista en: Venezuelainmortal.com Correodelara.com Hechoscriollos.com.ve
Difusora de historia en Twitter: @ekafig
Tomado de Valencia de Antaño / Valencia (Ven.).