Avance socioeconómico extraordinario de la potencia asiática
Entre 2013 y 2020, casi 100 millones de personas salieron de
su condición de extrema vulnerabilidad. La mejora económica general, la
distribución del ingreso, la educación y el acceso a la salud son ingredientes
importantes para explicar este impresionante logro, pero no garantizan nada si
operan aislados. También se requieren consensos políticos y sociales de una
magnitud desconocida en Occidente y una mentalidad más centrada en lo
comunitario.
A fines de 2020, en pleno contexto pandémico, China anunció al mundo la erradicación de la indigencia. Esto no fue solo producto del impresionante crecimiento económico de ese país de las últimas décadas sino también de la movilización de más de diez millones de militantes hacia las áreas rurales más empobrecidas del oeste del gigante asiático. Equipos de funcionarios, docentes, empresarios, estudiantes, médicos y asistentes sociales se instalaron entre uno y tres años en poblaciones rurales para acompañar el profundo proceso de cambio económico.
El plan excedió largamente lo económico o asistencialista.
Solo fue posible gracias a una sociedad con una mentalidad muy distinta a la
occidental, centrada más en la comunidad que en el individuo, y también
a partir de la mano visible del Estado. El extenso informe "Servir al pueblo: la erradicación de la extrema pobreza en
China" del Instituto Tricontinental de Investigación Social, con sedes
en Argentina, Brasil, India y Sudáfrica, reúne información oficial, entrevistas
y visitas al territorio para dar cuenta de las múltiples estrategias
empleadas durante el ambicioso proyecto.
Crecimiento no alcanza
La economía china representaba cerca de un tercio de la
economía global al comienzo del siglo XVIII y solo un 5 por ciento en 1949,
cuando se proclamó la República Popular China. Por entonces el país
tenía uno de los ingresos per capita más bajos del mundo.
Hacia 1978, pese a años muy difíciles con hambrunas incluidas,
había algunas señales de mejora, ya que la expectativa de vida había
subido 32 años en comparación con el período anterior a la revolución.
Por entonces comenzaba a quedar claro que para seguir
creciendo en un país de casi mil millones de habitantes se necesitaría
inversión y tecnología extranjera. De la mano del presidente de entonces,
Deng Xiaoping, se decidió abrir las puertas a la inversión extranjera. El
resultado es conocido: entre 1978 y 2017 la economía china creció un
9,5 por ciento anual gracias a la instalación de empresas que
aprovecharon la mano de obra barata pero se vieron obligadas a hacer
transferencia tecnológica, con resultados que
se hacen cada vez más evidentes. Gracias al veloz crecimiento de la
economía, la pobreza extrema se redujo de 770 millones en 1978 a 122
millones en 2011, número que aún representaba un 9,1 por ciento de la
población.
Como explica el citado informe, el coeficiente Gini
que mide la desigualdad había empeorado de un 29 por ciento en 1981 a un 49 por
ciento en 2007, para bajar apenas en 2012. Es decir, que el precio
del crecimiento era un notorio aumento de la desigualdad. En 2017 en un
congreso del Partido Comunista, el presidente Xi Jinping decía que "el
principal problema es que nuestro crecimiento es desequilibrado e
inadecuado. Esto se ha convertido en el principal factor de restricción para
satisfacer las crecientes necesidades de la población de una vida mejor".
Paso a paso
China desarrolló el Programa de Reducción Focalizada de la
Pobreza de China (RFP) que se resume como "Un ingreso, dos seguridades y
tres garantías". Primero se estableció que el ingreso mínimo para
considerar a alguien por encima de la pobreza estaba en los 2,30 dólares
diarios, por encima de los 1,90 propuestos por el Banco Mundial.
Las dos seguridades a alcanzar serían el alimento y
la vestimenta. Las tres garantías: servicios médicos básicos,
vivienda (con agua y electricidad) y educación gratuita y obligatoria. Cada
uno de estos objetivos requirió estándares determinados de medición. Por
ejemplo, el acceso al agua potable debía ubicarse a no más de veinte minutos
ida y vuelta y debía ser segura.
Una vez definida la pobreza y qué se necesitaba para
abandonarla, era necesario saber cuántos pobres había y con qué
características. En 2014, 800 mil miembros del partido salieron al
campo e identificaron personas en pobreza extrema en 128 mil aldeas. Luego
dos millones de personas verificaron los datos y depuraron los listados gracias
a un sistema de registro de datos informatizado. El número final de indigentes
con los que se debía trabajar era de 98,99 millones.
La larga marcha
Con los datos y los objetivos claros, cerca de tres millones
de miembros del partido organizados en 255 mil equipos partieron de sus
hogares para vivir durante uno a tres años en las aldeas seleccionadas,
donde convivirían y trabajarían junto a los campesinos, funcionarios locales y
voluntarios.
Miles de empresas se asociaron con proyectos puntuales para
dar asistencia a algunas aldeas en particular. Se crearon parques
industriales y agrícolas, además de proyectos focalizados en el turismo local. Según
el informe, entre 2015 y 2019 los talleres para formar centros de producción de
pequeña escala en tierras ociosas o en hogares ayudaron a triplicar el ingreso
per capita.
Casi diez millones de personas migraron hacia nuevas
comunidades urbanas que contaban con guarderías, escuelas, hospitales,
centros comunitarios, de atención a la tercera edad y centros culturales. La
inmensa mayoría consiguió trabajo y decidió quedarse en tanto que algunos,
sobre todo los más ancianos, prefirieron volver a su lugar de origen.
Asistentes sociales visitaban a la gente para ayudarla en
tareas como aprender a utilizar el ascensor o cruzar las calles. Cerca de mil centros de salud
se vincularon con hospitales de primera línea y miles de trabajadores de ese
sector viajaron para capacitarse. Otros proyectos se enfocaron en intentar
recuperar la salud del ambiente con empleos en el sector ecológico: 1,1
millones de personas comenzaron a trabajar como guardabosques y casi cinco
millones de hectáreas de tierras agrícolas fueron reconvertidas a bosques o
campos de pastura.
Cerca de un millón de profesores se aceraron a diecisiete
millones de maestros rurales para darles capacitación. En algunas
universidades, entre 2011 y 2018 el 70 por ciento de los estudiantes eran los primeros
de sus familias en acceder a estudios de grado. Cuarenta y cuatro
universidades se instalaron en distintas zonas para llevar adelante proyectos
en el territorio con investigadores, docentes y estudiantes de distintas áreas.
Controles cruzados
Para verificar los resultados registrados por los equipos, se
hicieron evaluaciones de distinto tipo. Por ejemplo, las
provincias se monitoreaban mutuamente con trabajadores que iban a conocer lo
realizado en otra provincia y así verificar la información aportada. El grupo
coordinador del plan también fue al territorio a chequear de primera mano los
resultados y se realizó un monitoreo social con controles aleatorios
por parte del partido.
La corrupción es un gran problema de China y
su erradicación forma parte de una de las principales promesas del
actual presidente. En el caso de la lucha contra la pobreza, en 2020 se
detectaron 161.500 casos de corrupción. Dieciocho funcionarios de alto
nivel fueron señalados. Según la nueva política contra la corrupción, los
responsables de controlar el trabajo de sus subordinados son señalados aunque
no hayan participado directamente.
Otro Estado
Resulta difícil imaginar desde Occidente que millones
de personas se movilicen para trabajar sobre la pobreza, un problema que
suele ser visto como una responsabilidad del Estado y éste algo ajeno del
ciudadano promedio.
Un profesor de la Universidad Agrícola de China explicó a los
investigadores de la Tricontinental: "La sociedad china es muy
diferente de las sociedades occidentales porque se basa en lo colectivo y no en
lo individual. Esto se refleja en la forma de organizar la sociedad.
El gobierno trabaja con organizaciones sociales, las redes políticas y sociales
se funden en un todo, en una fuerza dirigente, organizada vertical y
horizontalmente, que permite que todo el mundo se una a esta campaña
social". Otra cuestión, nada menor, es la simbiosis entre el
Estado chino y el Partido Comunista Chino (PCCH) que cuenta con más de 95
millones de miembros.
Gracias a los valores fuertemente comunitarios de la cultura
china, una militancia comprometida y una gestión capaz de mostrar
resultados rápidos, el Estado no es visto por la mayoría como algo ajeno y
peligroso sino como una herramienta que permite resolver enormes problemas.
En 2020, la Universidad de Harvard publicó
el estudio "Comprender la resiliencia del PCCH: encuestas de opinión
pública china a lo largo del tiempo". El trabajo fue realizado entre 2003
y 2016 y fueron encuestados a 31 mil residentes urbanos y rurales. Entre esos
años, la satisfacción de la ciudadanía china con su gobierno aumentó
del 86,1 por ciento al 93,1 por ciento. En las zonas rurales en las
que la aprobación era de solo el 43,6 por ciento pasó al 70,2 por ciento,
especialmente entre los residentes de menores ingresos.
¿Lecciones?
Tings Chak, Coordinadora del Departamento de Arte de la
Tricontinental, miembro del Colectivo de Noticias Dongsheng, contó a Cash que
para realizar el informe observaron "la literatura, hablamos con expertos
chinos y de otros países". Esta hongkonesa partió de Shanghai, en donde
vive, para "bajar al campo y hablar con cuadros, campesinos, mujeres y
jóvenes que fueron bastante abiertos para contar sus experiencias de
participación en el programa de alivio de la pobreza".
El impresionante logro de la sociedad china demuestra que la
lucha contra ciertos niveles de pobreza es un desafío con múltiples
niveles. La
distribución del ingreso, la educación, el acceso a la salud son todos
ingredientes importantes, pero no garantizan nada si operan aislados. Una
decisión política de ese tipo requiere consensos políticos, económicos y
sociales de tal magnitud que posiblemente no sean trasladables a Occidente. Aun
así, desde la distancia, vale la pena analizar el fenómeno para ver qué
lecciones se pueden aprender.
Tomado de Página 12 / Argentina - Imagen: AFP