Por: Gustavo Hernández Salazar.
Abogado, analista político,
ex representante
de Venezuela en
el Parlamento
Latinoamericano.
Especial para BSF*
Venezuela, la otrora gran nación petrolera está destruida. Después de 20 años
de gobiernos autoritarios, incompetentes y corruptos, la nación venezolana
pasa por una de sus peores épocas; probablemente, la evidencia más clara de
eso es que el salario mínimo mensual en ese país suramericano equivale a
0,80$ americano. Pero además, los servicios públicos cada vez están en peores
condiciones, la seguridad personal es muy precaria, prácticamente desapareció
el Estado de Derecho y la crisis política dura ya más de una década
¿Cómo fue eso posible en uno de los países más estables de América Latina,
que por más de 40 años, con su sistema de gobierno democrático, fue ejemplo
para casi todos los latinoamericanos?
El origen de esta situación está en los últimos años de la llamada,
impropiamente, Cuarta República – la República civil la llaman algunos para
señalar al periodo que va desde 1958 hasta 1998; en efecto, en esa última parte
del periodo democrático se gestaron las condiciones que hicieron posible la
llegada de Hugo Chávez al poder: desigualdad social, importantes niveles de
corrupción, clientelismo y más.
Pero la verdad es que los responsables fundamentales del desastre actual han
sido los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, quienes gobernaron al
país en medio de la mayor bonanza petrolera que haya conocido Venezuela en su
historia - en algún momento el barril de petróleo llegó a más de 100$ - y no
solo dilapidaron esa inmensa fortuna y, en buena medida se la robaron, sino
que, además, endeudaron al país increíblemente.
Ahora bien, el otro lado de esta dolorosa historia tiene que ver con la
conducta de la oposición tradicional en Venezuela. En el año 2002, esa oposición
apoyada por Estados Unidos, fundamentalmente, pero también por algunos países
europeos y latinoamericanos, se embarcó en un golpe de Estado clásico, con el
argumento de que el país no aguantaba 6 meses más con Chávez en el gobierno;
de eso han pasado 18 años y el chavismo-madurismo aún sigue en el poder. Lo
cierto es que ese intento de golpe, exitoso inicialmente, no hay que olvidar
que lograron deponer a Chávez brevemente, fue el comienzo de una larga cadena
de errores en el que esa oposición siempre estuvo oscilante entre la ruta
democrática y la salida de fuerza.
Es así como se embarcaron en varios frustrados alzamientos militares y en
llamados a la abstención, la primera vez en el años 2005, lo que hizo posible
que el partido de Chávez tomara todos los escaños en la Asamblea Nacional e
impusiera así, a su antojo, sin oposición parlamentaria alguna, todas las
leyes que su jefe quiso; hasta el nuevo llamado a boicotear las elecciones
parlamentarias de 2020, pasando por su no participación en las presidenciales
de 2018.
Durante este largo período, esa oposición, o una buena parte de ella al
menos, ha intentado varias veces salidas de fuerza que van desde varios
intentos de golpes de Estado, como ya se dijo, una tentativa de magnicidio y
reiterados llamados a una intervención militar extranjera, con resultados a
la vista más que evidentes: Maduro sigue al mando pese a que tiene a más del
85% del país en contra.
Resulta inexplicable que con tan favorable correlación de fuerzas, la
oposición tradicional decida no competir electoralmente y desprestigiar al
voto, sobre todo porque cuando participó en las parlamentarias del 2015 ganó
abrumadoramente. Algo más debe haber.
Ahora bien, en Venezuela hay otra oposición que aun cuando tiene varias
vertientes, en esencia plantea la necesidad de recuperar al voto como una
herramienta de cambio y a la democracia como un sistema para sustituir al
autoritarismo representado por Maduro.
Esa otra oposición ha decidido participar en el proceso electoral que se
avecina en la patria de Bolívar. Aun cuando, repito, esta es una oposición
bastante plural, con varias cabezas visibles, es necesario destacar la
presencia en ella de Eduardo Fernández, experimentado líder
democratacristiano que acaba de cumplir 80 años, caracterizado por su férrea
defensa de la democracia aun en las más difíciles circunstancias.
Es de recordar el papel que jugó en el intento de golpe de Estado encabezado
por Chávez contra el Presidente Carlos Andrés Pérez. En aquella oportunidad,
Fernández, por sus convicciones democráticas indeclinables, apoyó a un Pérez
muy golpeado. Muchos analistas creen que perdió la presidencia de la
República en las siguientes elecciones, donde se perfilaba claramente como el
gran favorito, por la postura que asumió en defensa del orden constitucional.
¿Qué plantea esa nueva oposición?
En resumen, la nueva oposición plantea la necesidad de una salida política a
la crisis venezolana y la construcción de un gran acuerdo nacional para
salvar al país.
Plantea además, la necesidad de construir esa salida sin injerencias
extranjeras indebidas; buena parte de la oposición tradicional actúa como un
apéndice de las políticas del Departamento de Estado de Estados Unidos y eso
no parece ser bueno para los intereses nacionales de Venezuela.
De la misma manera, cree que es indispensable recuperar al voto como una
herramienta de cambio. Los venezolanos, en general, siempre han expresado su
disposición a votar; sin embargo, desde el gobierno, el mismo Maduro en
cadena nacional de radio y televisión, en ocasione, y desde los sectores más
radicales de la oposición, se ha desatado toda una sostenida campaña para
descalificar el voto como herramienta de lucha que cierto efecto ha surtido.
Por tanto, rescatar al voto es una tarea que asume como fundamental esa nueva
oposición.
La nueva oposición ha decidido participar en el proceso electoral venidero
(en principio se realizará el próximo 06 de diciembre) porque estima que esa
elección puede contribuir a conseguir sus propósitos fundamentales, por esta
decisión ha sido sometida a brutales ataques por parte de la oposición
tradicional quien la acusa insistentemente de ser un aliado del gobierno,
cosa que, obviamente, no es cierta, pero qué busca desestimular a los
votantes porque entiende que la concurrencia masiva de los venezolanos y una
eventual victoria de la oposición alternativa, sería un golpe muy duro a los
que pretenden imponer por la vía de los cañones norteamericanos un cambio de
gobierno en Venezuela.
La pregunta sigue siendo; ¿Es la hora de una nueva oposición? Eso dependerá
de cuan profundo calen en la sociedad venezolana los argumentos de la
oposición alternativa y de la capacidad del nuevo liderazgo opositor para
hacerse entender. Las próximas elecciones parlamentarias pueden ser decisivas.
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