Por Alejandro Kirk
Tal vez irritante -para los poderes neocoloniales- era que
Robert Fisk jamás intentó convertirse en parte ni vocero de los pueblos
oprimidos del Oriente Medio (o, más correctamente, Asia Occidental), ni menos
de sus gobiernos.
Fisk ganó numerosos premios por su cobertura del Oriente
Medio, desde los años 70. Pero, también generó controversias por su agudo
criticismo de Estados Unidos e Israel, y de la política exterior occidental.
Esa conjunción "pero", infiltrada al medio, es el
elemento central de un minúsculo y mezquino obituario de la BBC al periodista
inglés Robert Fisk, fallecido este domingo en Beirut. Sin duda, el propio Fisk
lo hubiese notado con ironía: el segundo párrafo intenta anular al primero.
Sin ese "pero", sin embargo, Fisk habría sido apenas uno mas entre centenares de corresponsales pagados para justificar el genocidio del pueblo palestino y las jugadas de rapiña colonialista en la zona, que la BBC, que hace rato perdió toda elegancia, llama "política exterior occidental".
Tal vez irritante -para los poderes neocoloniales- era que
Robert Fisk jamás intentó convertirse en parte ni vocero de los pueblos
oprimidos del Oriente Medio (o, más correctamente, Asia Occidental), ni menos
de sus gobiernos. Hablaba siempre "desde adentro", desde su posición
de corresponsal inglés, y se refería a "nosotros" cuando describía la
hipocresía, el doble standard y los crímenes de Estados Unidos, Francia, Gran
Bretaña y su aliado en la zona, Israel.
Tampoco era condescendiente con los gobiernos del la zona, en
particular el de Siria, al que siempre describió como "régimen". No
lo hacía por un ejercicio informativo formal, para validar con un supuesto
"equilibrio" coberturas sesgadas o de fuentes dudosas, como es tan
común en el "periodismo" internacional hoy. A pesar de sus denuncias,
algunas muy graves, siempre fue bien recibido por las autoridades sirias.
Estar donde hay que estar
La base del inmenso peso intelectual de Fisk en cuanto al
Oriente Medio y los Balcanes, provenía tanto de la erudición como de la
dificilísima simpleza de los hechos comprobados por él mismo como reportero
independiente.
Un contraste marcado con la legión de jóvenes periodistas
europeos y estadounidenses que llegan a lugares de conflicto sin saber mucho
del tema que van a cubrir -y menos el idioma- y cuya "cobertura en
terreno" se suele reducir a conversaciones con taxistas, meseros del bar
del hotel, y contactos privilegiados con diplomáticos y militares que les
facilitan acceso a ciertas áreas de conflicto, y a información
"exclusiva" que viene ya procesada para generar un efecto.
Fisk pertenecía a una logia en extinción. Los grandes
periódicos tradicionales de los países industriales solían asignar
corresponsalías fijas a periodistas distinguidos, y les pagaban un sueldo por
estar ahi y pulsar el ambiente. Su labor no es andar corriendo detrás de la
noticia, ni rebotando ruedas de prensa o boletines, sino darle a las noticias
un sentido, a través de la experiencia propia, el acceso a fuentes diversas, al
chisme, a la cultura local, para escribir crónicas con contenido y sazón. Con
mucho tiempo disponible y un respetable margen de tolerancia de los editores para
arrebatos de todo tipo.
John Simpson, de la BBC, es uno que sigue ahi.
Esta figura de corresponsal es casi exclusiva de grandes
países capitalistas, aunque la Polonia socialista se permitió el lujo de bancar
a Ryszard Kapuscinski, de la agencia estatal PAP. En América Latina, destaca el
colombiano Gabriel García Márquez,.
Algunos corresponsales de ese enjambre solían ser escritores,
como Ernest Hemingway o Graham Greene. Algunos eran también agentes, y dobles
agentes, de inteligencia, como el propio Greene, o el inglés Kim Philby,
corresponsal en Beirut, funcionario del MI6 y legendario espía soviético.
Como tales, también fueron personajes de novelas, como Thomas
Fowler, el periodista inglés asignado a Saigón durante la guerra contra la
ocupación francesa. O Raymond Rambert, periodista francés atrapado en Oran
durante la epidemia de cólera, en La Peste, de Albert Camus.
Coinciden todos, más o menos, en ser figuras sin paz
interior, decadentes, solitarios, descreídos, cínicos, pero secretamente
románticos y comprometidos.
Y coinciden en que, como periodistas están siempre,
muchas veces a pesar suyo, donde hay que estar: la esencia de Robert
Fisk.
Las historias de la vida real
Fisk entrevistó tres veces a Osama bin Laden, una vez en
Sudán, y las otras dos en Afghanistan. Y el relato de esas entrevistas contiene
no sólo las preguntas y respuestas con informaciones clave -un formato que Fisk
no utilizaba- sino la caracterización real del personaje mil veces demonizado
por los medios, su vestimenta, sus gestos, y el contexto en que todo ocurre:
viajes tremebundos en jeep por las montañas, e incluso una golpiza por parte de
militantes talibanes.
En junio de 1999, Fisk hizo una serie de reportajes desde la
entonces Yugoslavia y la provincia de Kosovo, al final de los bombardeos de la
OTAN en favor de los separatistas kosovares. La OTAN alardeaba de que en 27 mil
misiones de los bombardeos "más precisos de la historia", sus aviones
habían destruido el poder militar yugoslavo en Kosovo. Tras recorrer 600
kilómetros en la zona, Fisk comprobó que los yugoslavos retiraron sus armas y
tropas prácticamente intactas, y que la única destrucción real habían sido
objetivos industriales y políticos civiles en territorio yugoslavo.
En abril de 2003 un misil cayó en un mercado de Bagdad, la
capital iraquí. Estados Unidos dijo inmediatamente que se trataba de un antiguo
misil soviético del gobierno de Saddam Hussein, disparado por los propios
iraquíes. El viejo Fisk recorrió el mercado entero hasta que encontró un
fragmento de misil, con un número de serie correspondiente a la Fuerza Aérea de
Estados Unidos, y despedazó la mentira.
En Aleppo, Siria, en 2018 encontró entre las ruinas de un
refugio de ISIS, tomado por los sirios, dos manuales de operación y servicio de
ametralladoras serbias. Fue con ellos hasta la usina estatal de Zastava y le
presentó los manuales al gerente, que se deshizo en explicaciones, desnudando
así el tráfico de armas que alimenta al terrorismo de ISIS.
Cuando un reportero o reportera está donde las cosas ocurren,
siempre encuentra algo. El esfuerzo, a veces peligroso, se premia con un lead,
una historia viva que seguir, que lleva a comprender y darle sentido al
contexto. Y da pie a un reportaje en serio.
Fue la vida de Fisk, un reportero de a pie, que murió de
infarto a los 74 años en Beirut, donde residía desde 1976.
Texto tomado de TeleSur / Caracas