Por Luis Rivas / © AP Photo
PARÍS (Sputnik) — La penetración yihadista en Mozambique no
tiene freno y amenaza con expandirse por todo el África Austral. La barbarie
islamista atenaza a los gobiernos de la zona, temerosos y sin respuesta ante la
amenaza.
Más de veinte personas asesinadas, en su mayoría adolescentes
que participaban en una ceremonia de iniciación, fue la última salvajada que
firmaron a inicios de noviembre los llamados al-Shabab, la milicia islamista
que juró lealtad a Al Qaeda (grupo terrorista prohibido en Rusia y otros
países) en el distrito norteño de Mocimboa da Praia.
Sus familiares y vecinos descubrieron que la mayoría de las víctimas habían sido decapitadas, una práctica habitual para agudizar el horror que los yihadistas utilizan en Mozambique desde sus primeras apariciones en 2017. El pasado abril, otros cuarenta jóvenes sufrieron la misma suerte al negarse a ingresar en las filas de la guerrilla islamista.
Desde entonces, la provincia de Cabo Delgado, la más
septentrional del país, ha sufrido más de 600 ataques, los cuales
han causado la muerte a 2.300 personas, según datos de la ONU y de
organizaciones no gubernamentales. El terror ha provocado también la huida de
los habitantes en busca de refugio. En más de 400.000 se calcula el número
de mozambiqueños desplazados desde 2017, de ellos más de
150.000 solo este año.
"Situación desesperada"
Según Michelle Bachelet, principal responsable de la ONU para
derechos Humanos, ese país del sureste africano "está viviendo una
situación desesperada". El enviado especial del mismo organismo a
Mozambique, Mirko Manzoni, alerta sobre la llegada cada día de más combatientes extranjeros y demanda ayuda militar
internacional urgente para el gobierno de Maputo.
El presidente del país, Filipe Nyusi, no contó, sin embargo,
más que con un apoyo de boquilla y sin compromiso práctico de la parte de sus
socios en la Comunidad de Desarrollo del África Austral (SADC, en sus siglas en
inglés), formada por 15 países.
El miedo se propaga en el sur del continente, que teme ver su
territorio gangrenado por el cáncer yihadista, como el de sus vecinos del
Sahel. El gobierno de Pretoria (Suráfrica), vecino de Mozambique, ha recibido
una advertencia directa del autodenominado Estado Islámico (prohibido en
Rusia), que le apercibe de abstenerse en la ayuda a Maputo para luchar
contra los Al-Shabab.
El fantasma de la guerra civil permanece
La situación política interna tampoco ayuda a combatir el
problema. El presidente Nyusi, encabezando el Frelimo (Frente de Liberación de
Mozambique), derrotó en octubre de 2019 en las urnas a su eterno rival, la
Renamo (Resistencia Nacional Mozambiqueña), en unas elecciones que todos los observadores extranjeros
consideraron fraudulentas.
Frelimo y Renamo son las dos fuerzas políticas que ya se
combatían en la época de la colonia portuguesa. Tras la obtención de la
independencia, en 1975, una guerra civil entre ambos bandos destrozó el país
hasta la firma de una frágil paz en 1992. Otro acuerdo rubricado en agosto de
2019 saltó enseguida por los aires.
La Renamo mantiene en sus filas a más de 5000 hombres armados y
sigue siendo una amenaza para todos los gobiernos del Frelimo que han dirigido
el país desde hace 45 años. Sobre esos gobiernos, cuyos dirigentes han pasado
del marxismo-leninismo inicial al ultracapitalismo más salvaje, pesan graves
acusaciones de corrupción. El país aún paga las consecuencias del llamado
'préstamo escondido', una enorme estafa de 2000 millones de dólares perpetrada
en 2013, con la participación de políticos locales, ayudados por financieros y
banqueros libaneses, suizos y británicos, entre otros.
El 'Catar africano'
Mozambique, que compite con otros países por el
liderazgo en la lista de naciones más pobres del planeta, es, sin embargo,
la cuna de recursos naturales impresionantes. Tras el descubrimiento
del mayor yacimiento mundial de gas natural en las costas al norte del país,
este fue bautizado como el 'Catar africano'.
La francesa Total decidió invertir 23.000 millones de
dólares en el aprovechamiento de ese tesoro. A poca distancia, le
siguen la italiana ENI y la norteamericana Exxon Mobil. Por supuesto, China
opera ya allí desde hace tiempo. En 2024, Mozambique está llamada a convertirse
en el primer exportador de gas licuado del planeta. Eso, si los islamistas lo
permiten.
Hasta el momento, ni las organizaciones militares privadas,
ni el propio ejército nacional han sido capaces de frenar la ofensiva de los yihadistas en torno, precisamente, a
la zona rica en gas, donde al-Shabab habría establecido 7 células terroristas
en su empeño por instalar un califato.
Intelectuales de la oposición acusan al gobierno de haber
minimizado hasta hace poco el peligro islamista, considerándolo un problema
local.
Mozambique cuenta con un tercio de población de
confesión musulmana, frente a una mayoría cristiana. Los yihadistas
provenientes de Kenia y Tanzania han sabido explotar el descontento de una
pequeña parte de la juventud musulmana local, que siempre había rechazado la
radicalidad. Y mientras el gobierno arrasa mezquitas locales en el norte,
acusadas de sembrar el islam rigorista que favorece el terrorismo, en la
capital, Maputo, se celebra la multiplicación de los templos musulmanes
sufragados por países del Golfo Arábigo.
La guerra civil en Mozambique entre Frelimo y Renamo provocó más
de 90.000 muertos. Hoy muchos siguen pensando que ese conflicto no ha
acabado. La aparición del yihadismo añade una dificultad suplementaria para una
población que, en un 75%, no gana ni siquiera un dólar al día. 'El Dorado'
soñado gracias al gas se desvanece.