- BBC
News Mundo / Fotografía: Getty Images
El testimonio fue recogido hace cuatro años, más de una
década después de la desmovilización oficial de los paramilitares agrupados en
las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC.
Pero su publicación en un reciente informe del Centro
Nacional de Memoria Histórica de Colombia sobre una de sus estructuras es
un poderoso recordatorio del horror y la crueldad del conflicto armado
colombiano.
Los paramilitares acostumbraban a desmembrar a muchas de sus
víctimas.
Y el desmovilizado, que está aportando sus recuerdos para el
Mecanismo no Judicial de Contribución a la Verdad y la Memoria Histórica bajo
condición de anonimato, aporta escabrosos detalles sobre el
procedimiento.
"En cualquier parte se veía eso, una tortura;
matar a alguien, en cualquier lado se hacía: se llevaba para allá, pa'
esos montes, y ahí sí, se hacía el hueco y los tapaban", cuenta el
exintergrante de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (ACMM), el
grupo paramilitar liderado por Ramón Isaza que en 1997 se integró en las AUC.
"¿Dónde aprendían a desmembrar?", viene entonces la pregunta.
"En la escuela", es su respuesta.
"Igual eso, pues no tiene ciencia", agrega.
Escuelas de la muerte
La escuela a la que se refiere es uno de los numerosos
centros de formación militar empleados por las ACCM para entrenar a sus
reclutas, muchos de ellos menores de edad
Y aunque los comandantes paramilitares colombianos que se
acogieron a la Ley de Justicia y Paz de 2005 lo han negado repetidamente, para
el Centro Nacional de Memoria Histórica no quedan dudas.
"Las técnicas de desmembramiento se enseñaban en las
escuelas de entrenamiento adonde llevaban a las víctimas aún vivas, o
ya muertas, para que los reclutas paramilitares 'practicaran' con ellas y para
enseñarles a su vez que los cuerpos que no se desaparecían deberían servir de
advertencia a los demás habitantes", se lee en el reporte "Isaza, el
clan paramilitar. Las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio".
"Yo miré mucho de eso", confirma además el recluta
de las ACMM.
"Igual a mí me tocó ayudar, pues, a tener,
pues ya uno muerto, y hacer huecos y tapar. Eso es muy duro".
"Tener", explica, es que él cogía, por ejemplo, la
mano del cadáver "y otro cortaba e iba echando al hueco".
"Eran manes que los traían ahí, ya ladrones moridos
(sic). Y ya uno los enterraba por allá. Había otros, que eran solo matarlos y
dejarlos ahí pa' que los vieran; había otros que había que
desaparecerlos", agrega.
El exparamilitar dice no estar seguro del por qué del
diferente tratamiento, pero aventura una respuesta.
"Unos eran como pa' que cogiera el escarmiento",
sugiere.
Muchos reclutas de las ACMM eran menores de edad cuando se
vincularon al grupo paramilitar.
Y eso que según Camilo Villamizar, el coordinador del equipo
de investigación y relator principal del reporte, las ACMM, "estos grupos
del Magdalena Medio, especialmente después de su reorganización después de
1994, fueron menos sádicos (que otros bloques paramilitares)".
"Pero esto solo habla de la barbarie a la que llegó el
conflicto", admite Villamizar.
"En términos comparativos yo puedo decir que estos
fueron menos sádicos que lo otros, pero cuando leemos ese tipo de relatos uno no
creería que se puede ser más bárbaro que esto", le dice a BBC Mundo.
"Probar finura"
De hecho, según la Comisión, las escuelas de entrenamiento
también fueron en múltiples ocasiones los lugares en los que se cometían o se
planeaban crímenes y se convirtieron incluso en sitios de experimentación
criminal.
"En el mismo curso, ahí decían: 'Si usted no
sirve pa' matar, sirve pa' que lo maten'", cuenta el desmovilizado.
"En formación, llegaba y llevaban un marihuanero, un
violador o lo que fuera. Y, entonces, a usted en formación, le decían: 'Salga,
que usted me mata a ese man'. Usted tenía que salir, matarlo. Y, al otro: 'Usted
sale y me lo pica'", relata.
Según el exparamilitar, el que no tenía el corazón "pa'
eso, quedaba loco ahí o lo mataban".
Pero algunos, como "Melchor", otro desmovilizado de
las ACMM mencionado en el reporte, más bien llegaban a sentir orgullo de que se
les eligiera para "probar finura".
"La finura era algo como usted cogerme entre los mejores
de los hombres que usted tiene, y usted decirme: 'Bueno, papito, cójame pues
finura y hágame el favor y vaya y tumbe a ese loco que está allá'",
explica Melchor en un testimonio recogido en 2017
"Ahí es donde le digo yo que uno hace cosas que
no son buenas", reconoce, para sin embargo luego vanagloriarse de
haber pasado "la finura, y con alto grado".
Según el reporte, el más importante de los instructores de
las ACMM le puso a Melchor como prueba matar al primer habitante de
calle que se encontraran en la autopista.
"Usted sabe que en esos tiempos de Medellín a Bogotá,
mantenía mucho loquito por ahí andando con costalitos al hombro y toda esa
vaina. Entonces el hombre llegó y me pasó una pistola. Y me dijo: 'Papi, vea,
dele a ese loco'", cuenta
"Ni siquiera lo miré. No lo miré. Yo cerré los
ojos", cuenta entre risas.
"Los dos íbamos solos en la camioneta. Y el hombre me
dijo: 'Dele, túmbelo'. Y yo 'tan'. Listo".
Menores
Villamizar, sin embargo, cree que es importante recordar que
la mayoría de jóvenes que se vinculaban a las ACMM no lo hacían atraídos por la
sangre sino por simples razones económicas.
"Tantos años de operación paramilitar en la zona, que la
gente no distinguiera bien su carácter ilegal, porque se acostumbraron a
verlos, los convirtió en una opción de vida como cualquier otra", le
explica a BBC Mundo.
Muchos de los integrantes del "Clan Isaza" fueron
reclutados siendo menores de edad, lo que hace sus sanguinarias capacitaciones
aún más monstruosas.
"Me tocó ver una cantidad de niños… no, pues 10, 11
años, con unos fusiles que antes los tenían que levantar, Dios mío, porque les
daban en el piso, porque era más grande el fusil que ellos",
asegura una desmovilizada en un testimonio recogido en 2017.
La práctica, sin embargo, no fue exclusiva de los
paramilitares.
Según el Observatorio de la Memoria y el Conflicto, adscrito
al Centro, hasta el año 2018 los grupos irregulares colombianos ya habían
reclutado a 17.775 menores de 18 años, un 27% por parte de los
grupos paramilitares.
Y en el caso de las ACMM, las sentencias emitidas en el marco
de Justicia y Paz solamente reconocen el reclutamiento de 127 menores,
equivalente al 15,5% de sus integrantes oficialmente desmovilizados.
Según el Observatorio de la Memoria y el Conflicto, adscrito
al Centro, hasta el año 2018 los grupos irregulares colombianos ya habían
reclutado a 17.775 menores de 18 años.
Como explica Villamizar, sin embargo, esa cifra no incluye a
los muertos ni a los que no entregaron las armas.
"Y muchos menores de edad no fueron presentados en la
desmovilización colectiva, para que no se conociera la magnitud del
problema", le dice además el investigador a BBC Mundo.
De hecho, según Villamizar, "muchos desmovilizados que
le habían dicho a la Agencia Nacional de Reincorporación que habían sido
reclutados a los 20 ó 22 años, a nosotros nos confesaron que habían sido
reclutados siendo menores de edad".
Y eso a menudo se tradujo en jóvenes matando a
jóvenes, a veces de forma extremadamente sangrienta.
Para muchos en Colombia los paramilitares nunca se
desmovilizaron completamente.
Como explica el reporte, en las dos sentencias de Justicia y
Paz contra Ramón Isaza y otros, entre 1991 y 2005 se registraron 410 hechos que
generaron 710 víctimas directas y 1.069 indirectas, para un total de 1.779
víctimas.
150 de estas víctimas eran menores de 18 años.
Pero las cifras reales son seguramente mucho más altas.