Escrito por Robert Lobo
Belén Velasco es la esposa del
Coronel retirado del Ejército Ramón Santiago Velasco García, quien desde hace
dos años está privado de libertad. “Se convirtió en un preso político”. En
entrevista exclusiva para Infobae cuenta, por primera vez, “cómo se desarrolló
el terror”. “Mi esposo no es delincuente, no es magnicida, no es terrorista y
jamás ha tenido que ver con política; él no solo es militar, es ingeniero
aeronáutico y tiene tres maestrías. Está preso por culpa de dos miserables que
lo engañaron, el general García Parra y la capitán Laided Salazar”.
Hace casi cinco años él salió de la Fuerza Armada y para sobrevivir económicamente se dedicó a realizar viajes de traslado a gerentes de diversas empresas de prestigio. El general (Ej) Jesús Ernesto García Parra “era su amigo y compañero. En dos oportunidades el general fue jefe de mi esposo, en la IX División de Caballería en Apure y en Fondoefa donde era vicepresidente”.
Un día el general García Parra lo
llama para que le haga un viaje privado a su sobrina María García que se va del
país y sale por Colombia. Mi esposo le pide que le precise la fecha porque el
viaje debe ser planificado, el número de viajeros y el equipaje. El general le
dice que solo será María y su hijo de 12 o 13 años y que viajarán con poquito
equipaje y que el viaje será apenas ella resuelva los papeles que está
apostillando”.
Cuatro días después el general vuelve
a llamar al coronel para decirle que en unos tres días era el viaje. “El 27 de
julio, casi al atardecer, el general llama diciéndole: ‘Necesito que viajemos
hoy’. Mi esposo le responde que él no viaja de noche, que ir hasta San Antonio
del Táchira es un viaje largo. El general dice que ella tiene vuelo para el
sábado a las 11 de la noche. Acuerdan salir a las 4 de la madrugada del 28 de
julio”.
“El general insiste en que él llevará
a los pasajeros hasta nuestra casa, porque ella vive en Los Teques e incluso se
propone ir en el viaje para acompañarlos”. Al coronel Velasco le parece bien.
“En San Cristóbal viven mis suegros, así que también hacía atractivo hacer el
viaje. En la madrugada llega el general García Parra con su supuesta sobrina y
el hijo de ella. Yo le tenía preparado el desayuno a mi esposo y le incluí lo
que necesitaría para el viaje, así no estarían parándose y les rindiera el
viaje”.
La sorpresa
“Yo desde la ventana los vi irse. Del
carro se baja una mujer bajita, muy delgada, vistiendo mono deportivo color
blanco. El niño bastante alto, de unos 13 o 14 años, también vestido deportivo,
con un morral en la espalda y audífonos oyendo música. En la maleta del carro
colocaron una maleta pequeña. El general, solo llevaba un bolsito pequeño,
donde luego de retorno del viaje a Maracay, el 29 de julio, supimos que llevaba
tres armas ocultas”.
“Mi hijo mayor se dio cuenta que el
general llevaba las armas. Su respuesta es que tenía permiso para portar armas
y que era por seguridad. Mi esposo desconocía que el general había ido armado.
Nosotros no tenemos ni hemos tenido armas en la casa”.
Durante todo el trayecto su esposo
estuvo en comunicación con ella y con sus padres. “Le pregunté si no iban a
almorzar y me respondió: ‘Ellos no quieren nada y la señora no ha querido
bajarse ni siquiera a orinar’. Al llegar a San Antonio se estaciona en un hotel
donde la mujer y el niño iban a estar unas horas antes de pasar a Cúcuta,
Colombia. “Mi esposo se baja a hacer movimientos de estiramiento porque es
operado de la columna. El general y su supuesta sobrina se apartan para hablar
entre ellos en voz baja. Poco después regresan a San Cristóbal para descansar y
regresar porque el lunes 30 tenía un viaje de Maracay a Barquisimeto”.
En el camino de regreso el general le
dice: ‘La persona que trajimos no es mi sobrina, es Laided Salazar’, pero mi
esposo no sabía quién era ella y el general García Parra le pregunta ‘¿Cómo tú
no sabes quién es Laided Salazar?’ Le explica que ‘ella es una capitán de la
Aviación que está huyendo del país’. El viaje de regreso fue muy amargo para mi
esposo; le dice que la demora para que ella viajara era que estaban esperando
que el tribunal diera la medida de casa por cárcel”.
La indignación mayor de Belén Velasco
es que “hubo una trama vil y cobarde de estos dos personajes, Laided Salazar y
el general García Parra, a quienes desprecio con toda la fuerza, porque nos han
hecho mucho daño. ¿Por qué dudaría mi esposo de hacer el viaje si conocía a
este miserable de García Parra? Pues no lo conocíamos realmente. Se valieron
incluso de la necesidad de trabajo para el sustento legal de la familia. ¿Sabe
cuánto contó la desgracia de mi familia hoy en día? 100 dólares que pagó el
general en bolívares y en tres pagos”.
La detención
El 21 de septiembre, el coronel
Velasco retorna de Caracas, donde estuvo cumpliendo compromisos por el
aniversario de Fondoefa. “Estamos en el apartamento con mi hijo entonces de 16
años y mis hijas de 14 y 11 años. Poco después de las 3:30 de la tarde, oímos
que tocan el timbre de manera desmedida”.
“Yo estaba en la cocina y la niña
menor abre la puerta y me dice que hay unos hombres vestidos de negro. Eran
unas 30 personas. Me preguntan por Santiagui Velásquez y les digo que aquí no
hay nadie con ese nombre. Confieso que desconocía que existía SEBIN y DGCIM,
porque nunca hemos tenido que ver con política”.
“Entran al apartamento, vestían de
negro, portando armas largas, gorras, se leía SEBIN en los brazos. No mostraron
orden. Mis hijas empiezan a llorar, mi hijo estaba enfermo y lo sacaron de la
habitación. Mi esposo estaba dormido y lo sometieron 20 personas; ahí le dio un
colapso arterial”.
“Nos robaron, nos saquearon el
apartamento. Eso fue un infierno. Me cansé de callar por miedo, por
desconocimiento, por no tener apoyo, defensa para los derechos de mi esposo ni
de mis hijos”.
El jefe de la comisión que allanó la
vivienda, nunca se identificó. “Él me preguntó que si mi esposo tenía alguna
situación de salud y les dije que era hipertenso. Cuando traté de entrar a la
habitación, me lo impidió y me dijo que le diera las medicinas porque mi esposo
casi se había desmayado. Empecé a gritar, mi hijo intentó levantarse y lo
sentaron. Le entregué al funcionario los medicamentos y el tensiómetro”.
“Media hora más tarde me piden que
entre a la habitación. Mi esposo estaba con la mirada perdida, aletargado, como
un zombi, no me reconoció. Le pregunté qué le pasaba. No sé qué le hicieron”.
El entonces ministro Jorge Rodríguez
dio una rueda de prensa el 23 de septiembre. Señaló al coronel de ser
participante del caso de los drones, de relacionarse con Julio Borges, de
magnicida. Relata que su esposo estuvo 23 días desaparecido. “Lo buscamos por
todas partes. Como a los 15 días más o menos me llamaron de un número
restringido: ‘Si sigues jod… vas a conseguir el cadáver de tu esposo’. Me
desmayé, pegué gritos. Fui a muchas instituciones a poner la denuncia porque
pensé que lo habían secuestrado para pedir rescate, pero nosotros no tenemos
dinero. A él lo botan y a mí me despiden del Ministerio de Educación”.
“A los 23 días, en la noche, sonó el
teléfono de la casa que lo habían desconectado. Mi hijo atiende la llamada. Al
otro lado de la línea está mi esposo llorando y nos decía que estaba vivo. Nos
dijo que lo tenían en el SEBIN, que no podía hablar mucho y que lo perdonáramos
por tanto dolor y que era inocente”.
“Al otro día fui al SEBIN pero no me
dieron información. Cada vez que me paraba frente al portón del Helicoide, la
respuesta era la misma. Hasta que 45 días después de habérselo llevado le
permitieron una segunda llamada para decir que le permitían las visitas, pero
que la única que lo podía visitar era yo. Aun así, al día siguiente fui con mi
hijo y fuimos los últimos en pasar. Cuando lo vi había perdido de 23 a 25
kilos, estaba amarillo, con la mirada desorientada, su aspecto físico y
personal estaba lejos de ser el del hombre que conocía. Tenía la misma ropa con
la que lo sacaron de la casa”.
“Lo abrazamos. No puedo describirle
el impacto que tuve de ver a mi esposo después de 45 días. Él lo que hacía era
llorar y llorar. Con el tiempo ha podido expresarme el horror de lo que vivió
en manos del SEBIN. Lo torturaron, lo amarraron en cajas, lo vendaron con
cintas plásticas, le colocaron bolsa en la cabeza, lo amarraron durante tres
días muy apretado a una silla, se hizo pipí y pupú encima. Durante esos días,
no comía”.
En el Helicoide
“Allí no hay contacto con el mundo
exterior, no entra luz solar, permanece una luz amarilla encendida siempre, las
paredes blancas y rejas negras; todo es blanco, negro y amarillo. Gritos, gente
decidida a morir. A mi esposo lo vejaron y lo maltrataron de mil maneras. Sus
padecimientos de salud se profundizaron. Es un paciente cardíaco. Con problemas
de próstata con diagnóstico impreciso. Él es operado de columna y con las
torturas físicas padece de constante dolor. Lo más grave es la depresión severa
con tendencia suicida”.
Después de cinco meses, el 10 de
diciembre, funcionarios del Sebin lo encapucharon, lo esposaron, lo sacaron y
lo pasearon por Caracas por tres horas. “Él les dijo que si lo iban a matar por
lo menos le permitieran una llamada para despedirse de nosotros y que si
querían él decía lo que ellos quisieran si era para salvarse. Uno de los
funcionarios recibe una llamada y le dice: ‘Te salvó la campana’. Al principio
él había sido presentado ante el Tribunal 20 de Antiterrorismo, donde no nos
permitieron acceso al expediente. Le impusieron un defensor público que nunca
hizo su trabajo. Ese día lo llevaron al Tribunal Militar”.
Lo acusaron de Traición a la patria,
instigación a la rebelión y complicidad para la evasión de un reo. “Logramos
entender que todo esto empezó con ese viaje. Por eso hoy hago pública la única
y real verdad”.
“No es justo, el miserable y cobarde
de García Parra no tenía que morir, tenía que pagar su falta, pero murió hace
15 días en Calabozo, Guárico, sin decir la verdad; era seropositivo y contrajo
el Covid. Y la capitán anda por Europa dando lástima y aprovechándose de cuanta
reunión de ONG surge para sacar provecho”.
“Laided Salazar no es ninguna
heroína, es una miserable que, para lograr su libertad, no solo dañó a mi
familia. Y ella pagará cada lágrima y dolor que sufren mis hijos, mis suegros
que lloran a un hijo por no tenerlo, a mí que sufro la ausencia de mi esposo.
Su mamá tiene 90 años y su papá 92: cada 24 o 72 horas ella pasa por una cura
de sueño por problemas de salud y la está matando no poder ver a su hijo”.
“Solo Dios sabe lo que hemos pasado
durante estos dos años. Hay un hombre preso en el hospital Militar desde hace
un año; cuando lo trasladan desde la cárcel de Ramo Verde fue porque se desmayó
dos veces de dolor por la próstata”, finaliza diciendo Belén Velasco, la esposa
del coronel Ramón Santiago Velasco García.
Con información de Infobae
/ Texto tomado de Punto de Corte – Caracas.