Por José Ospina-Valencia
“Los hipopótamos conquistan a los
colombianos con su aspecto bonachón. Les tienen simpatía, pero también temor”,
dice a DW David Echeverry, biólogo de la Corporación Autónoma Regional de las
Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare), con sede en El Santuario,
departamento de Antioquia. Echeverry dirige los trabajos de monitoreo y estudio
de esta singular especie africana en el corazón de Colombia.
“Gracias a la experiencia de Cornare
llevamos la vocería en el analisis del impacto de su crecimiento y buscamos
instituciones o países dispuestos a acoger a algunos ejemplares. Nuestra tarea
es velar por los ecosistemas nativos”, apunta el científico colombiano.
Pero ¿cómo llegaron estos
megaherbívoros a América del Sur? Entre las fantasías megalómanas del narcotraficante
Pablo Escobar estaba la de poseer un pedazo de África en su país. Para ello,
hizo trasladar en 1981 hasta la Hacienda Nápoles, un territorio de 3.000
hectáreas de extensión, en Doradal, a 251 kilómetros al noroeste de Bogotá, a
un gran número de rinocerontes, elefantes, camellos, cebras, jirafas, grullas,
impalas, flamencos, avestruces e hipopótamos.
“La especie que tenemos en Colombia
es el Hippopotamus Amphibius”, especifica Echeverry. Dicha especie se extendía
desde Egipto, extinguida allí, a Tanzania y Mozambique.
Después de que el criminal fuera
abatido el 2 de diciembre de 1993, sus propiedades quedaron prácticamente
abandonadas durante el tiempo que le tomó al Estado expropiar lo que fue
producto del delito. Pero antes de que las autoridades pudieran abrir el que
hoy se llama Parque Temático Hacienda Nápoles, en donde, «se disfruta de la
verdadera aventura salvaje”, muchos animales habían sido llevados a otros
zoológicos, o habían escapado. Como en el caso de los cuatro hipopótamos, los
padres de la población actual. “Sin sus depredadores naturales, los hipopótamos
han aumentado su población a unos 60”, revela el científico de la Cornare a DW.
A sus anchas en ríos y humedales de
Colombia
Gozando de plena libertad, los
hipopótamos comenzaron a conquistar la cuenca del Magdalena, el mayor río de
Colombia, que nace en los Andes, desemboca en el mar Caribe y recorre más de
1.500 kilómetros. El Magdalena es el hábitat de más de 2.700 especies de
animales, además de ser una importante cuenca fluvial e irrigar vastas zonas
agrarias colombianas. “El mayor grupo de animales se asentó en un lago de la
Hacienda Nápoles en el Magdalena Medio. Allí los monitoreamos. Allí cuentan con
suficientes pastos que comen en las noches. Su éxito se debe a su gran capacidad
de adaptación a diversos climas y entornos, así como a las condiciones
favorables de la región”, agrega.
Pocos le daban crédito a las
historias de lugareños que narraban sorpresivos encuentros con estos gigantes
que no conocían de los libros de geografía o historia de Colombia. “Hay rumores
de pescadores, más no evidencias de ataques. Como defienden con agresividad su
territorio, a quienes los estudiamos sí nos han perseguido”, cuenta, por su
parte, David Echeverry López.
«Cornare vela por los ecosistemas
nativos»
Científicos colombianos y extranjeros
cooperan en el estudio del impacto de los hipopótamos. «Grupos muy grandes de
estos inmensos animales pueden cambiar la calidad del agua y las condiciones de
los humedales», recalca Echeverry advirtiendo que «los hipopótamos en Colombia
son un problema, porque se trata de una especie invasora que puede desplazar a
manatíes y nutrias». Además, su uso para el turismo es una tarea muy compleja.
La profesora Elizabeth Anderson,
especialista en conservación de la biodiversidad tropical de la Florida
International University (FIU), concluye en el portal FIUNews que «los amados
hipopótamos colombianos» crean un dilema: “Si su población crece un 11% cada
año, en 30 años podrían llegar a 5.000”, dice un cálculo de proyección conjunta
de Cornare, el Instituto Humboldt, la Universidad Javeriana de Colombia y la
Florida International University (FIU).
A pesar de los riesgos, los
colombianos quieren a «sus hipopótamos»
“Esta especie puede pasar de habitar
1.915 kilómetros cuadrados a un aproximado de 13.587 km2 de humedales en cinco
departamentos”, dice el reporte de Anderson. “Los estudios confirman nuestra
hipótesis de cómo los hipopótamos cambian drásticamente la calidad del agua”,
acota David Echeverry.
A pesar de ello y de todos los
riesgos, los habitantes se han opuesto exitosamente, incluso ante las cortes, a
la cacería de los hipopótamos ordenada por las autoridades. «Vemos cómo los
factores humano y social son tan importantes como las implicaciones ecológicas
de la introducción de animales foráneos y cómo, a menudo, pesan más en las
decisiones sobre qué hacer”.
Preocupación de las autoridades
Un estudio de la corporación regional
Cornare los describe como «animales silenciosos, sosegados, bellos y exóticos»,
pero advierte que también «representan un alto riesgo para otras especies, para
los ecosistemas y para los seres humanos. Su impacto en el hábitat también se
da por su tamaño y su condición de especie ingeniera de ecosistemas».
¿Cómo enfrentar la singular situación?
David Echeverry termina recordando que ya se «han esterilizado 10 ejemplares.
Buscamos instituciones nacionales y extrajeras que les ofrezcan a algunos
animales un hábitat digno. Pero queremos conservar una población regulada,
dentro de un territorio demarcado, para evitar que lleguen a zonas urbanas”.
Fuente: Deutsche Welle / Alemania.
