James Stavridis
/ Bloomberg
(Bloomberg) -- La administración de Donald Trump anunció el
martes un plan integral para acabar con el caos político de Venezuela y brindar
alivio a sus 32 millones de ciudadanos. La propuesta es sensata, pero moderemos
este optimismo con realismo: las dificultades de Estados Unidos con Venezuela
preceden la crisis actual.
Cuando dirigí el Comando Sur de EE.UU. en Miami hace aproximadamente
una década, mi mayor preocupación era Venezuela. El autócrata populista Hugo
Chávez parecía imparable, dada la alta demanda mundial de petróleo y los
proporcionales precios e ingresos. Se las arregló para crear una "marea
rosa" de izquierda en América Latina, influyendo a países como Ecuador,
Bolivia y Nicaragua con millones de dólares en ayuda. Con el apoyo de Cuba y
Rusia, construyó una influencia política significativa en toda la región,
incluso con Brasil y Argentina, y obtuvo recompensas no solo derivadas del
petróleo sino también del narcotráfico. Su círculo íntimo se enriqueció y reinó
una profunda corrupción en lo que una vez fue una nación democrática. Era un
esquema podrido, pero no lograba encontrar ninguna manera de destruirlo sin
contemplar una operación militar, algo que no queríamos hacer en una región que
conserva una antipatía real y comprensible hacia la intervención
estadounidense.
Cómo han cambiado los tiempos... Chávez murió hace mucho ya,
se apagó bajo la atención de los médicos cubanos que tanto enaltecía. Su
desafortunado sucesor, el exconductor de autobús Nicolás Maduro, ha acabado con
el país. Con la caída de los precios del petróleo, que ahora van en picada por
el coronavirus y una disputa ruso-saudita sobre la gestión del suministro,
Venezuela simplemente no es un Estado funcional. Millones han huido o viven
como desplazados dentro de la nación en una situación cada vez más similar a
Siria a orillas del mar Caribe. Es probable que Covid-19 destruya por completo
un sistema de salud que ya es frágil.
Ante este panorama, EE.UU. ha intensificado sus esfuerzos
para eliminar a Maduro a favor del líder opositor Juan Guaidó, quien encabeza
la única institución que no está bajo el control de Maduro, la Asamblea
Nacional.
La última táctica es una combinación entre acusar a Maduro
por narcotráfico (algo que recuerda la remoción del autócrata panameño Manuel
Noriega por cargos de drogas a fines de la década de 1980) y la propuesta de
una nueva estructura política para romper el estancamiento entre el Gobierno y
la oposición que ya ha durado un año. Esta última es el "incentivo",
que crearía un Gobierno de transición bajo un nuevo "consejo de
Estado" de cinco personas, cuatro de las cuales serían nombradas por la
Asamblea Nacional y la quinta, un jefe de Estado nominal, que sería luego
elegido por los primeros cuatro nombrados (Guaidó sería excluido del Consejo).
Este organismo gobernaría hasta que se pudieran celebrar
nuevas elecciones antes de fin de año. La idea es crear espacio de
negociaciones que sacarían cuidadosamente a Maduro, algo que todas las partes
saben que es crucial para avanzar. El truco será lograr que el ejército
venezolano se aleje del presidente y convencerlo de que puede llegar a un
acuerdo con EE.UU. para trasladarse de manera segura a una linda hacienda en La
Habana o una casa de campo a las afueras de Moscú. Según algunos informes,
estuvo a punto de llegar a un acuerdo similar el año pasado, pero se retractó a
último minuto por consejo de Rusia y Cuba. ¿Está dispuesto a aceptar este trato
ahora?
Si bien la teoría parece plausible, hay un par de problemas
espinosos. En primer lugar, todos en América Latina saben muy bien cómo terminó
todo para Noriega. El dictador fue derrocado en 1989, extraditado a EE.UU. y
pasó los últimos 20 años de su vida en cárceles de EE.UU., Francia y Panamá.
Cuando trabajaba en el Comando Sur de EE.UU., muchos de los líderes militares
de la región aludían a este ejemplo para mostrar cómo podrían terminar los
tratos con EE.UU. Incluso con garantías robustas, Maduro no tiene la certeza de
que Trump y el presidente Vladimir Putin, de Rusia, no harán las paces en lo
relativo a Venezuela, y que enterrarán el hacha justo en su espalda.
En segundo lugar, el ejército aún no muestra señales serias
de volverse en contra de Maduro, aunque a medida que la situación se torna aun
más grave, esto podría cambiar.
Tercero, es probable que Rusia continúe respaldando a Maduro
con la esperanza de generar influencia sobre EE.UU. en la eliminación de las
sanciones a Moscú por la invasión de Ucrania. Si lograra un alivio en términos
de sanciones, Putin cumpliría con uno de sus principales objetivos de política
exterior.
Como de costumbre en América Latina, es una situación
complicada. EE.UU. fue inteligente al proponer este nuevo acuerdo al régimen
cada vez más inestable de Maduro. La clave para ejecutarlo será la aceptación
del resto del hemisferio a través de la Organización de los Estados Americanos.
Esto permitiría a Maduro una oportunidad realista de llegar a un escondite
dorado en lugar de terminar como Muammar Qadaffi, de Libia, golpeado hasta la
muerte en un desagüe por su propia gente. De igual manera, se lograría la
aquiescencia rusa y se evitaría que toda esta iniciativa lleve la firma de
EE.UU. Dado que toda la atención mundial se enfoca actualmente en el
coronavirus, y en el efecto devastador que probablemente tendrá Covid-19 en el
pueblo venezolano, puede que sea posible poner en marcha este plan.
Nota
Original:Coronavirus, New U.S. Plan May Topple Maduro: James Stavridis