Con el objetivo de fomentar el
debate, La Vanguardia ( España ) inicia hoy una serie de entrevistas con destacados
intelectuales y creadores que reflexionan sobre la cuestión. Uno de los
pensadores más respetados de Italia, el profesor y filósofo Nuccio Ordine
(Diamante, 1958), gran experto en el Renacimiento y autor de obras como El
umbral de la sombra, La utilidad de lo inútil o Clásicos para la vida, abre
fuego, desde el confinamiento que sufre en su casa de Calabria, mediante una
conversación por videoconferencia.
-¿Cómo está?
-Un poco triste. Hoy ha fallecido
por coronavirus mi amigo, el gran arquitecto Vittorio Gregotti, acabo de
escribir su obituario para el Corriere della Sera.
-¿Dónde se encuentra?
En mi casa, los italianos estamos
todos en prisión. Es una gran tristeza, todo está cerrado, solo abren las
farmacias y los supermercados.
-¿Cómo le ha afectado en lo
cotidiano?
-Mi vida es la misma, me levanto a
las seis de la mañana y trabajo hasta la noche. Me falta la libertad de salir a
comer con los amigos, ir l cine o a un concierto. Se han anulado todas mis
actividades, el 11 de marzo iba a dar un concierto-conferencia junto a Jordi
Savall en el auditorio Verdi de Milán, el mismo que hicimos en el Palau de la
Música hace dos años.
-¿Qué pensamientos le genera la
situación?
-Es un momento muy importante para
reflexionar. Es una ocasión para revisar nuestra vida social, política y
personal. La crisis es la fase decisiva de una enfermedad y puede ser una
modificación positiva o negativa, crisis significa en latín decisión, elección,
y tenemos que tomar muchas decisiones.
-Por ejemplo...
-Comprender que la literatura
permite comprender el pasado para, a través suyo, comprender el presente. En el
‘Decamerón’ de Boccaccio, de 1348, se reúnen unos amigos en el campo a contarse
historias como terapia frente a la peste que asuela Florencia. Ellos respetarán
unas reglas convenientes no solo a su salud física sino a la salud del espíritu
porque la peste genera tristeza y depresión. Boccaccio es inteligente y nos
dice que lo peor es el miedo al miedo, esa extrema confianza que te hace hacer
cosas contra ti mismo y tu comunidad, él describe la irracionalidad de esa
gente que cree estar haciendo cosas para mejorar su salud pero que en realidad
son muy dañinas. Leamos la primera frase del libro: ‘Humana cosa es tener
compasión de los afligidos’, es maravilloso. ¿Ve el poder de la literatura como
fármaco? La enfermedad no es solo del cuerpo, sino también del espíritu.
-¿Qué casos cita de ese miedo al
miedo?
-La gente cae en comportamientos
extremos: comer mucho, acudir a discotecas muy frecuentadas a bailar
salvajemente... Es irracional. El miedo a contactar con otra gente es positivo,
evita que se difunda más la enfermedad.
-¿Más lecciones?
-La realidad social y económica de
aquella Florencia era caótica, no había un poder religioso, político,
sanitario... nada, todo era el caos. Mientras la gente cae en la
irracionalidad, los diez confinados practican el comportamiento contrario, se
cuentan historias en el campo y deciden llevar una vida ordenada por reglas.
-¿Había otro tipo de discursos?
-Matteo Villani escribió su crónica
de la peste, la enfermedad que lo mató, para él la enfermedad es un castigo que
Dios nos envía por la corrupción y los pecados que dominan el mundo. Boccaccio
no tiene esa visión. Hoy, en Internet, muchos sitios hablan de punición divina,
hay gente que propaga ideas locas.
El virus nos demuestra la necesidad
de un poder central”
-¿Destaca alguna referencia
literaria anterior sobre las plagas?
-El texto más importante es la
descripción que hace Tucídides de la peste en la Historia de la guerra del
Peloponeso, en el siglo V a.C.
-¿Qué temas se repiten a lo largo
de los siglos?
-Por ejemplo, cómo estalla la
noticia de la infección, la reacción de la gente, la difusión del miedo, la
impotencia ante el mal, la degradación moral, la peste vista como un elemento
extranjero que penetra en la comunidad...
-¿Qué nos enseña el coronavirus?
-La necesidad de una estructura central.
En Italia, el ejemplo más avanzado del problema, hemos comprendido que la
educación y la salud no pueden ser delegadas a los gobiernos regionales, cada
uno con su política. En un momento de emergencia nacional, no puedes crear 26
dispositivos para arreglar el problema, la estructura debe ser centralizada.
Italia sufre una tendencia a regionalizar la escuela y la salud, es un error
gravísimo. Son los dos pilares del desarrollo de la sociedad. El economista
Amartya Sen, en un libro maravilloso, Una gloria incierta, habla de Khera, en
la región más pobre de la India, que, invirtiendo mucho dinero en sanidad y
educación, se ha convertido hoy en el estado con un PIB per cápita más alto de
todo el país. Y no lo dice un literato, sino el premio Nobel de Economía. El
estado debe ocuparse del bien común, el interés de una región puede resultar
negativo para la región que está al lado. Pero una centralización no es
suficiente, porque si Italia toma unas medidas y Alemania, Austria y Francia no
lo hacen no sirve de nada.
-¿Qué nos dice la crisis de Europa?
-Europa no existe ¿dónde está la
solidaridad? La presidenta europea ha decidido invertir unos 8.000 millones de
euros contra el coronavirus... y solo el gobierno italiano ha gastado ya
25.000.
-¿Qué más lecciones han aprendido
en Italia?
-Algo básico sobre la producción
empresarial. Italia no tiene producción nacional de mascarillas, nada, todas
vienen de China. Frente a una epidemia extrema ¿como vamos a esperar que las
mascarillas nos lleguen de China? Es un pequeño modelo de cómo deberíamos
funcionar en muchas otras cosas.
-¿Y en lo personal?
-En este momento en que la gente no
se puede abrazar, darse la mano o besarse descubrimos que no es verdad la idea
que regía el mundo, ese individualismo que asegura que los hombres son islas separadas.
Al contrario, tenemos necesidad del otro. Si me daño yo, daño a la comunidad
entera. La humanidad es un continente. Lo decía el poeta John Donne: ‘Ningún
hombre es una isla’, ese es el tema de un libro mío que aún no ha llegado a
España. El gesto irresponsable de una sola persona tiene enormes consecuencias
en toda la comunidad: tras la decisión del gobierno italiano de cerrar toda la
Lombardía, 20.000 personas tomaron el coche, el tren, el bus y emigraron al sur
de Italia, es un gesto irresponsable que infecta zonas donde no estaba el
virus.
Rebrota la solidaridad, nos damos
cuenta de que los hombres no son islas separadas”
-¿En Estados Unidos es muy
diferente?
-Esa nación, gobernada por un loco,
carece de solidaridad sanitaria, su sistema de salud es privado y un test de
coronavirus puede costar 2.000 dólares, eso solo lo pueden pagar los ricos, no
los trabajadores. El virus se difunde de manera incontrolable entre los pobres,
que se infectan masivamente. En Italia ya hemos vivido que, en los hospitales,
no hay suficientes máquinas de respiración asistida, con lo que si, de las 50 máquinas
de un hospital, solo quedan dos libres y de repente entran cuatro enfermos, el
médico está teniendo que elegir quiénes de los cuatro van a sobrevivir. ¡Es
terrible para una sociedad! O el loco de Boris Johnson, que prefiere que se
expanda el contagio y declara tranquilamente que va a tener muchos muertos,
¿cómo pueden existir políticos capaces de hablar así? Esa es otra pregunta que
nos lanza el coronavirus: ¿Una sanidad privada es un buen sistema? Yo creo que
no lo es.
-El virus despierta gestos
generosos, pero otros muy negativos...
-La especulación. En estos momentos
dramáticos para la humanidad, hay gente que piensa en hacer dinero. En Internet
se venden cosas que cuestan 50 céntimos por 30 euros porque la gente, en su
desesperación, está dispuesta a pagar lo que sea por mascarillas o
desinfectante para las manos (agotado en toda Italia). En La peste de Albert
Camus hay un personaje que piensa que la plaga es positiva porque le permite
hacerse rico. También se venden hoy ‘vitaminas contra el virus’, que, por
supuesto, no hacen nada contra él.
En estos momentos dramáticos, hay
gente que está pensando en hacerse rica”
-El sistema educativo, una de sus
obsesiones como autor, se ha visto sacudido...
-Han cerrado las escuelas y
universidades. ¿Cómo evitar la ruptura total entre profesores y estudiantes? La
única posibilidad son los cursos a distancia, telemáticos. Yo soy contrario a
esa enseñanza pero entiendo que es la única posible ahora. Sin embargo, escucho
a rectores de universidad y pensadores que dicen que el coronavirus es la
oportunidad de aprender que el e-learning es el futuro. ¡Menuda sandez!
Transformar la educación de emergencia en la normalidad es muy peligroso. La
verdadera enseñanza no es virtual, sino en el aula, con el profesor mirando a
los ojos del estudiante, solo la mediación física, la palabra del maestro en
clase, puede cambiar la vida de los estudiantes. No es solo comunicar un
contenido sino la experiencia humana que se tiene conjuntamente en clase. Leer
el Quijote en pantalla no es lo mismo que leerlo en papel, los neurocientíficos
demuestran que, aunque el texto de Cervantes sea el mismo, la concentración del
lector es muy diferente, en la pantalla hay más distracciones y una menor
comprensión del texto que en papel.
-¿Qué propone para este curso?
-Que las clases se prolonguen,
presencialmente, en los meses de junio y julio.
-Estos días, podemos ver a nuestros
amigos por internet.
-Las redes sociales no aumentan las
relaciones humanas, las banalizan. Muchos estudiantes creen que la amistad es
un click. Un perfil en facebook te da 1.500 amigos, eso banaliza el término
amistad. Si se privilegia la relación humana virtual ante la directa se crea
una nueva y terrible forma de soledad, la gente que pasa las horas en su casa,
solos, creyendo que tienen muchas relaciones. No tienen nada.
-Un mensaje final...
-La última página de La peste de
Camus. El médico protagonista se pregunta qué hemos aprendido en estos momentos
de peste. La respuesta, precisa, es: “Esto es lo que se aprende en medio de las
plagas, que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de
desprecio”.