Según Didier Raoult, el procedimiento
basado en la cloroquina es el escudo más idóneo contra el virus
La comunidad científica no descarta la posible eficacia del
tratamieto de Raoult, pero sí pone en tela de juicio la forma en que se
realizaron las pruebas. Se metieron los complotistas, la extrema derecha, los
opinólogos, los detractores de la industria farmacéutica y la Comisión Europea.
Por Eduardo Febbro
¿Tratamiento milagroso para neutralizar el coronavirus,
complot contra su descubridor o ambición no controlada ?. El protagonista de
esta controversia, donde incluso se metió el presidente norteamericano Donald
Trump, es el doctor Didier Raoult. Desde hace un par de semanas, este médico
especialista en infecciones y microbiología, al frente del Instituto
hospitalo-universitario Mediterráneo de Infección de Marsella (IHU), clama
en todos los medios posibles que existe un antídoto económico y sencillo contra
el Covid-19. Según él, un procedimiento basado en la cloroquina es el escudo
más idóneo contra el virus.
El profesor Didier Raoult surgió de la nada a finales
de febrero a través de un video difundido en las redes sociales donde anunció
“el final de la partida” con este ingrediente muy utilizado contra el
paludismo. Más tarde afirmó que, tras seis días de tratamiento con la
cloroquina, apenas el 25 por ciento de los infectados presentaban síntomas.
Entonces empezó una guerra entre el profesor, los medios científicos
que cuestionaban su metodología, el poder político que no daba su autorización
para que se llevara a cabo un tratamiento masivo, la Organización Mundial de la
Salud que cuestionaba sus afirmaciones y la opinión pública, parte en
contra de él y parte a favor (hasta lo amenazaron de muerte por charlatán). Se
metieron los complotistas, la extrema derecha, los opinólogos, los detractores
de la industria farmacéutica y la Comisión Europea.
Didier Raoult no es un perfecto desconocido, al contrario. Es
un investigador de un enorme prestigio internacional conocido por sus
investigaciones sobre virus emergentes cuyos descubrimientos le valieron
incluso que existan dos bacterias infecciosas con su nombre: Raoultella
planticola y Rickettsia raoultii. En 2010 ganó el gran premio del INSERM,
(Instituto Nacional de Investigación en Salud y Medicina) y el centro que
dirige en Marsella, el IHU, es uno de los más importantes que existen
consagrados a las enfermedades infecciosas tropicales emergentes.
La comunidad científica no descarta la posible eficacia del
tratamiento del profesor Raoult, pero sí pone en tela de juicio la forma en
que, hasta ahora, las pruebas se llevaron a cabo. La OMS habló de “estudios
reducidos” mientras que la corporación científica cuestionó y cuestiona su
comunicación, la cual ha desatado una vorágine de malos entendidos. Es cierto
es que los test parecen carecer de un cimiento sólido y los resultados que
dieron las pruebas hechas desde hace varios días no coinciden con la tesis de
Didier Raoult: los ensayos fueron muy restringidos (24 personas),
hay grandes disparidades socio demográficas entre los participantes, todos no
se encontraban en el mismo estado clínico de la enfermedad durante los ensayos
y en el grupo de experimentación hubo incluso pacientes que rehusaron seguir el
tratamiento, pero no fueron excluidos del protocolo. Se empleó la regla
del “doble ciego”, la cual descarta la posibilidad de que pacientes y médicos
sepan a qué grupos pertenecen. Por esta razón, el Alto Consejo
de la Salud de Francia recomendó que, a falta de resultados concluyentes, el
tratamiento con cloroquina no se empleara de forma masiva sin previa
autorización y que su uso se limitara a las formas más graves de la
infección. China, sin embargo, optó por probar la metodología del profesor
francés sin que las consecuencias estuvieran a la altura de las esperanzas
suscitadas. Al cabo de siete días de tratamiento no se constató ninguna
diferencia.
Las persistentes dudas no condenaron la esperanza del antídoto. Las autoridades dispusieron que
esta semana se llevara a cabo un ensayo clínico llamado Discovery. Lo dirigirá
un consorcio donde se reúnen varios grupos de investigación de Francia llamado
Reacting. Participan en él los hospitales de París, Lyon, Nantes, Lille y se
extenderá más tarde a otros centros. Esta mega prueba integra a 3. 200
pacientes en Europa (800 de Francia) y recién el 27 de marzo se experimentará
con cloroquina.
La querella la vino a enredar un poco más cuando Donald Trump
dijo que pensaba recurrir a la cloroquina contra el coronavirus. Las redes
sociales, territorio predilecto del profesor Raoult para difundir su
tratamiento, ven en él un héroe víctima de la mala fe de una industria
farmacéutica aterrada ante la aparición de un tratamiento casi gratuito. Raoult
incorporó esa sospecha en su retórica, con lo cual ha incluso incurrido en
cierta perfidia no muy acorde con el rigor científico. En una columna publicada
por el vespertino Le Monde, Raoult se defendió de sus detractores
acusándolos de ser fanáticos de la “metodología” y, de allí, de estar en manos
de la industria farmacéutica. Raoult escribe: «se utiliza un modelo para
imponer, progresivamente, un método que fue desarrollado por la industria
farmacéutica y evidenciar así que medicamentos que, globalmente, no cambian el
porvenir de los pacientes agregan una pequeña diferencia. Ese modelo alimentó a
muchísimos metodologistas y se volvió una dictadura moral”. Sólo las pruebas y
sus resultados dirán si Didier Raoult tiene razón o exageró al haber sembrado
esperanzas, controversias y convulsión con una panacea prodigiosa.
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