Por Gustavo Veiga / Página 12 –
ARGENTINA
El número 40 tiene connotaciones
bíblicas. Cuarenta días duró el diluvio universal y solo Noé, su familia y
varios miles de animales se salvaron en el arca. Cuarenta son los días de
cuaresma. El Génesis no es el único que menciona la cifra. En el islam cobra relevancia
porque el profeta Mahoma tuvo su revelación a los 40 años. El mismo tiempo
tardó Moisés --según la tradición judía-- cuando peregrinó por el desierto
junto al pueblo de Israel en busca de la tierra prometida. Las tres grandes
religiones monoteístas están cruzadas de modo transversal por la influencia de
esta cifra.
En la dimensión semántica del número
se superponen varios significados. Los hay más mundanos. Uno guarda relación
con el tute cabrero, un juego de naipes. Se cantan las 40 cuando alguien
consigue tener en sus manos un caballo y un rey del palo que es considerado
triunfo. O sea, cuando se reparten todas las cartas si la última es de basto,
basto es triunfo y así ocurrirá otro tanto con oro, copa y espada. Si un
jugador canta las 40 gana la partida. La expresión devino con el tiempo en una
forma de reprobación, de reproche. Cuando esto se produce, el apercibido asume
que cometió un error inapelable. Decir “me cantó las 40” es aceptar esa falta.
La banda irlandesa de rock U2 compuso
una canción que se llama 40 y es la última de su tercer disco War editado en
1983. La letra del tema encierra una connotación religiosa porque alude al
salmo 40 de la Biblia y cuando llega al estribillo, Bono, el líder del grupo,
se pregunta con su particular voz: “¿Cuánto tiempo cantaré esta canción?”.
Desde 1635 la Academia de la Lengua de Francia está integrada por cuarenta
miembros, de ahí que se los conozca como los 40. Racine, Chautebriand y de
Tocqueville formaron parte de ella, pero han sido más las celebridades
literarias que no fueron aceptadas ni se incorporaron al grupo de 40 notables:
Moliere, Rousseau, Balzac, Flaubert, Baudelaire, Zola y Camus, entre otros.
De cuarenta proviene el vocablo
cuarentena que en la antigüedad significaba aislar a determinada población por
una enfermedad contagiosa como la lepra o la peste. También se mantenía en
cuarentena a los animales ante una epidemia.
En la Argentina actual --y como
consecuencia de lo que dejó la presidencia de Mauricio Macri-- el 40 % (más
ocho decimales más) es un significante muy fuerte, elocuente de toda elocuencia
que permite cuantificar la pobreza. El ex presidente prometió que bajaría a
“cero” la tasa que llegaba al 28,5 hasta diciembre de 2015 cuando abandonó el
gobierno Cristina Fernández de Kirchner. Pero en lugar de que el porcentaje
descendiera de manera paulatina, subió 12,5 puntos porcentuales. Casi todo el
país pasó a estar en cuarentena producto de una política de exclusión y hambre,
donde los más desposeídos subieron de 11 millones a 16.
El electorado le cantó a Macri las 40
en una partida de tute memorable que se jugó en dos etapas. Durante las PASO y
en los comicios definitorios del 27 de octubre. En esas instancias todavía no
se conocían los datos duros de la pobreza que sabemos hoy del Observatorio de
la Deuda Social de la UCA.
Ese 40,8 por ciento que Cambiemos
dejó como marca de fábrica ni siquiera alcanza a representar a millones de
chicos con nombres y apellido, que no son números ni algoritmos y que fueron
arrojados a la banquina más despareja de la vida. No tienen acceso a los
servicios básicos, alimentación, educación, salud, y menos aún a la posibilidad
de crearse un futuro de esperanza. Ellos rompieron ese techo del número 40 que
ascendió al 59,5 por ciento entre los recién nacidos y quienes hoy tienen 17
años.
El macrismo intentó adulterar el
significado del 40,8 por ciento al acomodar rápidamente ese porcentaje y
convertirlo en el significante de otra cosa. Otro 40%, aun con decimales de
diferencia, contribuyó. La ahora oposición en estratégico repliegue quiso
despegar ese porcentual de la pobreza de su verdadero significado y llevarlo al
terreno de un escrutinio electoral. Porque Macri sacó el 40,28 de los votos en
los comicios de octubre y piensa que a partir de ese porcentaje puede montar
una nueva mística, la del regreso, como si los resultados de su política no
hubieran devastado a la porción más grande de la sociedad que ocupa aquel 40,8
por ciento.
Los significantes suelen ser
volátiles, van cambiando según evoluciona la dialéctica. Pero las cifras de
pobreza están ahí y noquean. Tienen un componente estructural, es cierto, pero
la desigualdad con que el macrismo sembró al país de miseria subió aquel rubro
en varios puntos porcentuales. Hubo más. La Coordinadora Contra la Represión
Institucional y Policial (Correpi) denunció que solo en 2018 fueron asesinadas
en todo el país 333 personas. Cuando se puso en práctica la doctrina Chocobar
el gobierno de Macri legitimó que disparar por la espalda era un derecho de las
fuerzas de seguridad. El 40,28 de la población apoyó esa política. Un
significante se percibe por medio de los sentidos y las balas de aquel policía
surcaron el aire enviando un mensaje. McLuhan diría: el medio es el mensaje.
El 40 es un número que representa la
idea de un cambio, el final de un ciclo y el comienzo de otro. En el lenguaje
de los Sueños es el cura y en la Biblia aparece mencionado más de cien veces.
El macrismo le agregó un nuevo significado, el de la pobreza que dejó a su paso
como demostración de que todos nosotros fuimos un número en su ingeniería
electoral. Quienes quedaron atrapados en el temido 40,8 por ciento viven una
larga cuarentena social.
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