Por Aurelio F. Concheso
Las reservas internacionales que
reporta el Banco Central de Venezuela (BCV) han venido descendiendo de manera,
al parecer indetenible y vertiginosa, desde su nivel de $ 15.579 millones en
enero de 2016 a tan solo $ 6.692 en este mes. Únicamente el descenso del año
2019 ha sido del 20%.
Lejos están los días de 2003, cuando,
en un acto de irresponsabilidad administrativa singular, y en contravención de
todo le ordenamiento legal, el hoy fallecido Presidente Hugo Chávez le
solicitara al ente emisor “un millardito” para invertir en actividades
agrícolas. Desde entonces, las reservas llegaron a estar cerca de los $ 30.000
millones, mientras que los precios del petróleo excedían los $ 100 por
barril.
Las Reservas de un Banco Central son
el respaldo de la moneda de un país. Ellas se componen, por lo general, de
Reservas Liquidas en monedas consideradas de reserva, como el Dólar, Yen, Euro
o Franco Suizo; derechos especiales de giro (DEG), también llamados posiciones
acreedoras con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y organismos similares; y
oro amonedado en las bóvedas del banco o en custodia en organismos, como el
Banco de Inglaterra. Normalmente, los bancos centrales buscan tener un
porcentaje mayoritario de sus reservas en reservas líquidas para maximizar su
capacidad de maniobra.
Como en tantas otras cosas, el Banco
Central de Venezuela ha hecho caso omiso a esa prudente norma, y ha mantenido
menos del 20% de sus reservas en las que se pueden considerar como líquidas.
Con la disminución de 20% que han sufrido las reservas en 2019, la semana
pasada las reservas líquidas del Banco Central llegaban escasamente a unos $
800 millones: una cifra que indica que el tanque de gasolina, para utilizar un
símil, se está secando de manera acelerada.
Cuando los países llegan a ese nivel
de pérdida de holgura, la búsqueda de mecanismos para fortalecer las reservas
se vuelve perentoria. En 1989, el Gobierno de Jaime Lusinchi había consumido la
casi la totalidad de las reservas líquidas para mantener una ilusión de prosperidad,
y las dejaba en unos $ 300 millones al nuevo gobierno, que no tuvo más remedio
que, raudo y veloz, acudir al Fondo Monetario Internacional en procura de la
consecución de un préstamo de fortalecimiento de reservas, cuya contraparte era
un Plan de Ajuste Severo.
En esta oportunidad, desde luego,
se pregunta uno qué estará pensando Miraflores en cuanto a la forma de
enfrentar esta crisis de liquidez, sobre todo con la producción petrolera en
mínimos históricos y la economía cercana a la catalepsia. No es que haya muchos
organismos que presten para hacer posible el fortalecimiento de Reservas;
además, los países en capacidad de hacerlo no lo hacen directamente, sino por
intermedio del Fondo Monetario Internacional, como han hecho Estados Unidos
y China en otras oportunidades, y, difícilmente, aliados, como Irán, Rusia o
Turquía estén en condiciones de ayudar.
Una alternativa no convencional a
este dilema sería aprovechar la dolarización transaccional que ya existe,
ampliándola a una dolarización plena, y acompañada de medidas que estimulen a
empresarios e inversionistas a inyectar dólares a la economía. Pero no se debe
olvidar que esa puerta únicamente se abriría si hay un levantamiento, así sea
parcial o gradual, de las sanciones internacionales impuestas al propio Banco
Central, a PDVSA y a otras instituciones del Estado venezolano.
Es cierto que esa posibilidad
requiere de un cambio en el estancado panorama político. Y es por eso,
entonces, por lo que no deja de ser interesante que se escuchen ciertas
reflexiones a propósito del tema. Y es que la renovación de la licencia para
operar a Chevron, Schlumberger y Haliburton, como la decisión de la Oficina de
Control de Activos Extranjeros (OFAC) en relación a transacciones del BCV con
el FMI, el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y
otras multilaterales, pudiera ser una señal de que algo se mueve en esa
dirección.
De ser así, garantías blindadas a la
inversión privada, acompañando unas señales positivas en cuanto a la
renegociación de compromisos en estos momentos en cesación de pagos, serian
elementos indispensables de cualquier intento de revertir la situación, antes
que el país se quede sin reservas operativas.
Tomado de La Otra vía