Por Henrique
Capriles R. / Opinión
Nicolás
Maduro tiene demasiado tiempo llevando adelante la perversa estrategia de hacer
que los venezolanos cometamos el mayor error posible: acostumbrarnos a vivir en
crisis humanitaria. Y eso es algo que nosotros no podemos dejar que pase.
No podemos
permitirlo porque es injusto, porque es cruel, pero sobre todo hay que hacerlo porque,
a mi juicio, ese empeño en surfear la crisis y no entromparla ha terminado
apaciguando a nuestra gente en más de una oportunidad.
Y si no creen
que es así, vayamos a la cotidianidad. Como uno sí patea la calle y está en
contacto con la realidad cada día, a diferencia de quienes no pueden poner un
pie en la calle y por eso se encierran en un Palacio o cómoda oficina, quiero
contarles algo que me pasó el martes pasado.
Ya lo conté
en el programa por redes, pero aquí va otra vez. Estaba conversando con un
grupo de trabajadores, unos muchachos que me encontré en la calle. Me
interesaba escuchar sus visiones, sus expectativas, sus maneras de sobrevivir a
tanta indolencia y tanta crueldad.
Todos me
respondían, de una u otra manera, que iban resolviendo, que en el camino se
endereza la carga, que siempre le encontraban la vuelta. Y eso puede que nos
llene de orgullo, porque la resiliencia ha sido una marca de nuestra identidad
echada pa´lante durante veinte años, pero yo creo que tenemos que empezar a
preguntarnos cosas con otra perspectiva.
Y me refiero
a hacerlo con seriedad democrática, política y estratégica.
¿Por qué lo
digo? Porque después de que me explicaban que, con mucho esfuerzo y con mucho
sacrificio, lograban resolver al menos lo básico, ahí mismo me preguntaban
“Mira, Capriles, ¿y cuándo es que se acaba esto, pues?” Y ahí no pude
responderles de otra manera que como vengo haciéndolo desde hace años:
preguntándoles quiénes son los que tienen el Poder para sacar a la dictadura.
No es ni la
primera vez que lo he dicho ni será la última vez que lo diga.
¿Quién tiene
el poder para desbalancear al régimen y ponerlo contra la pared? Nada más y
nada menos que nuestro Pueblo, la gente, las comunidades, los campesinos, los
barrios, las urbanizaciones, los ciudadanos. Pero especialmente donde viven las
grandes mayorías de nuestra patria: los barrios.
¿De verdad
creemos que eso es algo que nada más pueden hacer los militares? Nada de eso:
este régimen no sería capaz de aguantar que las calles enteras del país aglutinaran
el descontento y la indignación de nuestra gente en un momento como éste.
¡Con toda
nuestra gente reclamando su derecho a decidir su futuro, desde Miraflores ni
siquiera podrían mandar a sus paramilitares, porque no les alcanzaría el
grupito de delincuentes que mueven de un lado a otro para intimidar! Ni hablar
de que tampoco les alcanzaría la plata, porque esos miserables no se mueven por
convicción sino por billete.
¿Quiénes son
los que más sufren las consecuencias de cada una de las políticas públicas
hambreadoras y asesinas? ¡Quienes viven en los barrios, hermano! Esos mismos
que sufren por los servicios y no pueden andar pagando cisternas en dólares ni
hacer vacas para alquilar una plantica eléctrica.
¿Quiénes
sufren por el transporte público? ¿Quiénes padecen por la falta de insumos y
medicinas en los hospitales públicos? ¿Quiénes son los que no pueden mandar a
sus muchachos a las escuelas y los liceos públicos? ¿Quiénes son los que sufren
sin gas y tienen que trabajar un mes por cuarenta mil bolívares?
¡Nuestras
hermanas y nuestros hermanos que viven en las zonas populares!
Y por eso ésa
es la gente que el régimen del usurpador insiste en apaciguar con miedo, con
hambre, con chantaje: porque saben que si salen a la calle la dictadura no tendría
mañana.
Y todo
proceso de apaciguamiento necesita cómplices, así que a nadie debe extrañarle
que haya tanto falso líder y tanto irresponsable intentando fracturar el
vínculo del Pueblo con el liderazgo democrático que este año se ha dedicado a
debilitar a la dictadura de una manera nunca antes vista. Esos irresponsables
forman parte del perverso proceso de apaciguamiento que ejecuta la dictadura,
junto al hambre y al miedo.
Es
nuestra responsabilidad llevar adelante acciones que derroten ese ejercicio constante
y cruel de apaciguamiento. Y hay mucha gente dispuesta a acompañarnos. Hace
unos meses usé el referente de las enfermeras con su heroico compromiso con la
Democracia y la protesta, pero ahora quiero que veamos el ejemplo de nuestras
maestras y maestros.
Esta rotunda
y determinada protesta que están llevando adelante las maestras y los maestros
de las escuelas públicas, con el apoyo de docentes de los liceos y las
universidades, es una manifestación de rechazo al régimen que transciende los
colores políticos y cualquier otra diferencia que pueda existir entre quienes
defendemos la Democracia de verdad.
¡Dignos y
valientes maestros y maestras! Ustedes le han dado una señal a este régimen y
una lección a la ciudadanía. Las escuelas sin ustedes no funcionan y no los van
a poder sustituir por unos parásitos vividores del
Estado. Ustedes se le han mostrado al país como un gremio unido, así que
defiendan lo suyo: ¡plántensele al dictador y sean ejemplo!
Háganse valer
y sentir, porque esto cada día va peor para la dictadura y la brecha social se
abre más y más. Y por eso también increpo a mis compañeros de lucha para
decirles que nosotros, la dirigencia, tenemos el deber de ir a ayudarlos,
darles apoyo y confianza, empoderar al pueblo docente.
¡A mí se me
parte el alma de dolor cuando me dicen que en las escuelas de Miranda lo
destruyeron todo! ¡Así que vamos, carajo! ¡Que nadie se quede quieto, frente al
ejemplo de los docentes venezolanos!
Si todos
decidiéramos acompañar a las maestras en esta lucha noble y nos atreviéramos a
hacerla nuestra, en vez de prestarle atención al son que toca el régimen, otro
sería el escenario para la dictadura.
Y esto que
digo debe entenderse más allá de los liderazgos individuales, porque nadie
puede pretender adueñarse de la protesta de los docentes. La lucha de los
maestros es una oportunidad poderosa para sumarnos a su ejemplo y convertir una
lucha gremial en la lucha del país entero.
¿Quiénes
sacarán a la dictadura? Un Pueblo donde estemos de la mano líderes políticos,
maestras, enfermeras, campesinos, obreros, pescadores, empresarios, artesanos,
emprendedores, estudiantes, profesionales, ingenieros, artistas, arquitectos,
funcionarios, académicos, trabajadores… todos nosotros usando nuestra fuerza en
una misma dirección.
Y yo sé que
las redes sociales y el Internet no llegan al barrio adentro ni al campo ni a
los pueblos más abandonados de la frontera, pero si tú estás leyendo esto
tienes la misma responsabilidad que yo para seguir insistiendo en que triunfe
la verdad y hagamos posible que la Libertad y la Democracia reinen en
Venezuela.
Se trata de
un país en el que todos unidos usemos la fuerza que tenemos para encarar al
régimen y obligarlo a ceder.
¿Quién manda
en Venezuela? ¿El Pueblo? Entonces esto se acaba el día que el Pueblo diga “¡Se
acabó!”
¡Nuestro
Pueblo tiene que hacerse valer!
¡Qué Dios
bendiga a los venezolanos!